XX

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—¿Entonces? ¿Cuál es tu nombre?—. Pregunté llevando la superficie de la taza llena de café caliente a mis labios.

—Se me hacía raro que no hubieras preguntado ya. Soy Jeff, dulzura. ¿Y el tuyo?

—No entiendo para que preguntas cuando en realidad ya sabes más de lo que incluso yo sé sobre mí.

Sonrió;—¿Sabes? Eres más lista de lo que quisiera.

—Dime, Jeff; ¿Qué eres?—. Pregunté de forma despreocupada. Muy a pesarde todo lo que estaba sucediendo, sabía que debía mantener absoluta calma en estos momentos si no quería que todo se fuera al carajo de una vez. Por dentro era un manojo de nervios, ya siquiera sabía en quien confiar.

—¿Realmente quieres saber?—. Asentí lentamente—. Promete que no vas a enloquecer y no comenzarás a gritar como desquiciada, no quiero verme obligado a tener que callarte tu hermosa boca con un beso.

No permití que viera la vergüenza que sentía en estos momentos y sólo me dediqué a decir que no haría nada de ese tipo de cosas.

¿En que momento llegué a todo esto?

Yo estaba bien, quiero decir, muy a pesar de lo desastrosa que ya era mi vida al pensar que mi padre me había abandonado y mi madre me volvía más miserable a cada segundo, no estaba como lo estoy ahora.

Todo sucedió cuando menos lo esperaba, sólo me descuide un segundo y ya estoy en este inmenso problema. Maldigo el día en el que conocí a Caleb, lo deje entrar al castillo, deje que me hiciera quererlo. Y Alec, él... Dios, estaba tan decepcionada... Devastada.

No sabía como estaba manteniendo la calma ahora mismo—, había visto alas, magia que provenía de mis manos, me habían roto el corazón una vez más—, es muy posible que el humor de Jeff me estuviera conteniendo en este momento.

Una parte de mí tenía miedo de saber que era, de perder la cordura en cualquier momento. Por lo menos sabía que Erin y los chicos estaban seguros en el castillo.

Pero por otra parte; ansiaba con cada parte de mí entender todo esto y saber que hacer, sin importar cual fuera el precio.

—Lo prometo—. Pronuncie tratando de no tartamudear.

—Bien. Soy...— Sus manos pasaron por su rostro de forma estresada—. Empezaré por el principio, ¿De acuerdo?— ¿De qué hablaría al decir "El principio? ¿Acaso esto había comenzado desde hace ya mucho tiempo?—. Bueno, hace un par de años, uno de los arcángeles más importantes; Miguel, el jefe de los ejércitos de Dios y príncipe de los Ángeles, fue a la tierra por pedido único de Dios. Ese día lo recuerdo muy bien, yo estaba allí. Exacto, preciosa, soy un arcángel. Miguel tendría que encontrar lo que Lucifer tanto escondía, querían encontrar que era eso tan valioso para el príncipe de las tinieblas. El arcángel paso día y noche tratando de encontrar aquella cosa. Y cuando lo encontró, fue su perdición. En una cuna de un gran castillo, había una bella criatura. Una preciosa niña con unos hermosos ojos grandes y verdes, de largas pestañas, mejillas y labios rosados, piel blanca como la nieve y cabello platinado. Tanto los ojos como el corazón de Miguel, quedaron encantados. Sabía lo que había ocurrido, había encontrado a la persona con la mitad de su alma. Sin embargo, el temor lo inundó cuando recordó lo que lo habían mandado a hacer cuando encontrará lo que estaba buscando. Su gran mano se acercó a la pequeña con malas intenciones, pero se vio interrumpido cuando la criatura tomó su dedo con su diminuta mano. El corazón del arcángel comenzó a latir como loco, y sintió ese hermoso sentimiento otra vez. Más eso no duro mucho cuando el miedo avanzó por su cuerpo de nuevo. Así que tomó una decisión, dejo un beso en la frente de la niña y salió, para luego extender sus alas y volar hacía el cielo—. Hizo una pausa, para luego mirarme y suspirar—. Al llegar con el supremo, dijo que se había encargado de la niña. Miguel siguió viendo a la niña día con día. Hasta que Dios se enteró. Desterro al mejor de todos los arcángeles. Miguel cayó al infierno, no pudo observar a su pequeña una vez más. Pero sabía que estaba a salvo. Se había unido con el Dios del inframundo para proteger a la hija de este. Tuvo que cambiar su nombre. Fue entonces que se encontro con Thaiel, el rey de los cuervos. Enamorado también de la niña. La rivalidad entre ambos fue rápida. Se odiaban a muerte, pero debían cuidar de la pequeña más adelante. La hija de Lucifer estaba destinada a uno de ellos, por lo que, el otro tenía reselo de aquello. Ella ahora mismo ha crecido, cumplirá 19 años.

—¿Cuál es su nombre?—. Sus ojos miran fijamente los míos.

—Su nombre es... Daenae.

Mi corazón dejo de latir y mi respiración se corto.

—¿Q-qué dijiste?

—Tú eres...

—¡No! ¡Es imposible! ¡Dios mío! ¡Nada de esto tiene sentido! ¡Creo que he perdido la cordura! ¡Demonios!

—Shh, calma, bonita. Esta bien, estoy aquí—. Trata de tomarme suavemente del brazo.

—¡No! ¡No me toques! ¡No quiero que lo hagas! ¡¿Qué no lo entiendes?!

—De acuerdo, de acuerdo. No lo haré, lo prometo, pero déjame ayudarte, ¿Bien?

—¡¿Cómo demonios me ayudarás?! ¡Eres un arcángel! ¡Dios! ¡Quieres llevarme con él! ¡Quieres asesinarme! ¡No debí confiar en ti!

—¡No! ¡Te equivocas! ¡Solo quiero ayudarte! ¡No estoy con todos los malditos ángeles ni con el supremo! ¡Solo me importa ayudarte! Créeme, por favor...

—¡No quiero que...!— Me tambalee—. ¿Qué demonios?

—¿Qué sucede, bonita?—. Sus ojos me miraron preocupados.

—Yo... No me... No me siento muy bien—. Caí de rodillas. Sentí esa sensación de que mis ojos cambiaban, mi cuerpo se sentía lleno de poder. Me sentía... Poderosa. De pronto todo cambió, en mi rostro formó una sonrisa arrogante. Me puse de pie.

—Tus... Ojos...

—Cierra la boca, idiota—. Mi mano se extendió y de ella salieron hilos verdes que avanzaron hacía el cuello de Jeff—. ¿Dónde estan?

—¿D-de quiénes h-hablas?— Pronunció como pudo.

—De Alec y Caleb, ¿Dónde estan esos imbéciles?—. Mantuvo silencio—. ¿No me dirás? Bien, los invocare por sus verdaderos nombres. Miguel y Thaiel los invocó a hacerse presentes.

De pronto el humo inundo la habitación, y, unos segundos más tarde, pude visualizarlos frente a mí.

—Cielo, déjame...

Mi dedo índice se colocó sobre mis labios.

—Daenae muere por salir, ahora mismo esta gritando para que no les haga daño. ¿Saben? Ella no puede lograr odiarlos. Es bastante estúpida.

—Ya cierra la boca—. Habló Alec.

—Oh, pobrecita Daenae, se enamoró de una bestia. Pero no les diré de cual, me reservaré la información. ¿Sabes? Ella te aprecia demasiado, Alec... ¿O debería decir... Miguel? ¿Cuál prefieres cariño? Oh, casi lo olvidó. Como ya saben, Daenae y yo somos una misma, solo que yo soy la "Maligna" o como prefieran llamarme. Sin embargo, somls una sola, y no quiero que le suceda nada. Así que solo diré que algo muy malo esta por suceder.

—¿De qué hablas?—. Dijo Caleb.

—Bueno, querido Tahiel, no puedo revelarlo, solo protejanla. De acuerdo, Daenae quiere volver, dejaremos la conversación para la próxima, adios, lindos.

De pronto caí al suelo. Mi cabeza se golpeó demasiado fuerte, y lo último que recuerdo es a Alec tomándome en sus brazos nuevamente. Y, aunque hubiera hecho lo que hizo, de todas formas me seguía sintiendo a salvo.

Después, todo fue voces y oscuridad.

Reina De Cuervos I: Entre Dos Mundos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora