II

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Miraba mi reflejo con desagrado frente al gran espejo que había colgado en mi habitación.

Una lágrima se deslizó por mi mejilla. Los recuerdos de todos estos años me atormentaban cruelmente.

¡Demonios! Era sólo una inocente niña a la que maltrataron y ultrajaron.

Aún recuerdo el día en el que mi madre me dejó tirada en el asqueroso calabozo por días—, y cuando por fin creí que ella me liberaría—, fue ella en persona al lugar donde me encontraba y ordenó amarrarme con cadenas para después golpearme cada parte de todo el cuerpo.

Mi pecho se oprimio con violencia al recordar.

Nunca me quedaron demasiadas cicatrices o cualquier otra marca—, muy a pesar de que los golpes me dolían, casi nunca quedaba registro de ellos en mi piel. Parece que mi madre trataba de no dejarme futuras marcas.

Sin embargo, una cicatriz quedo en mi muslo izquierdo, otra en mi hombro y la ultima en la parte superior de mi estómago.

Las unicas tres.

Cerré fuertemente los ojos y tomé una gran bocanada de aire para después avanzar a mi escritorio.

Me senté y abrí una de las gabetas para poder tomar una caja donde se encontraba esgondido el cuervo de cristal. Lo acaricie delicadamente para después colocarlo encima del escritorio.

—¿Acaso es tan difícil olvidar el pasado?—. Susurre para mí misma.

En ese momento un golpe en la puerta resonó en la habitación. Rápidamente guarde el objeto en la caja para después poder ocultarlo nuevamente en la gabeta.

—Adelante.

Una de las empleadas del castillo entró. Una de las pocas personas que en realidad me había querido y no le gustaba verme sufrir. Diana.

—Disculpe, su Majestad, pero ha llegado una visita.

—¿Visita? ¿Quién es?

—Es alguien muy importante para usted, su Majestad.

—Diana, te he dicho que no es necesario que te dirijas a mi de esa forma, puedes llamarme por mi nombre. Después de todo, eres como una madre para mi y lo sabes.

—Lo se, cariño. Es sólo que durante todos estos años su madre ordenó que la llamemos así, y como ya sabe, yo no podía ir contra su ella, sin embargo ahora usted está en el poder, por lo que, ya podré tratarla como persona—. Sonreí. Quería mucho a Diana, me ha ayudado incontables veces y me ha protegido como a su propia hija.

Me levanté de la silla y la abracé.

Unas lágrimas volvieron a salir.

—Katy, cariño, ya no llores, deja el pasado en su lugar, tienes que olvidar. Sabes que te aprecio mucho y solo quiero que estes bien—. Acarició mi mejilla.

—Lo se, mamá. Y por primera vez después de mucho tiempo, sentí que esas palabras hacían más cálido mi moribundo corazón.

—Oh, linda. Hace tanto tiempo no te escuchaba llamarme así. Me sonrió.

—Mamá... Hay un par preguntas que quiero hacerte. Jamás había tenido la oportunidad porque mi madre nunca me dejaba verte, sin embargo, ahora puedo. ¿Porqué jamás pude salir del castillo? ¿Porqué el jardín era una zona prohibida? ¿Porqué mi madre dice que es un peligro hacia mi? ¿Porqué... Los cuervos parecen entenderme?

—Yo... No puedo contestarte eso, linda.

—Pero...—-. Fui interrumpida.

—Tienes que ir a recibir la visita, cariño. Una vez más evadio mi pregunta.

Reina De Cuervos I: Entre Dos Mundos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora