X Especial "Siempre"

507 48 19
                                    

Me removía incomoda en una superficie suave mientras intentaba abrir los ojos.

Todo se veía borroso, me costaba bastante abrir los ojos.

Sentí una mano acariciar mi mejilla causando que mi corazón comenzará a latir con fuerza y mis ojos por fin pudieran visualizar todo.

Con lo primero que me encontré fue con unos ojos color avellana que me miraban atentos, unos labios que parecían suaves, unas facciones masculinas y una sonrisa de lado.

—¿Alec?

—Así es, amor. ¿Estás bien?

—Yo... ¿Qué fue lo que sucedió? Creí qué... Creí que había muerto.

—Cuando te encontré lo estabas, cariño. No sabía que demonios hacer, habías dejado de respirar, por lo que tuve que intentar de todo para que volvieras a hacerlo. Y cuando creí que ya no podía hacer nada, expulsaste toda el agua de tus pulmones y volviste a respirar. Luego te tomé y te traje aquí.

—¿Aquí?

—Estás en mi casa.

Comencé a asustarme.

—Oye, en verdad te lo agradezco, pero no te conozco y quiero irme a casa.

—Créeme, si te salvé es porque no quiero que algo malo te pase. Por favor, quedate.

—Bien, pero debo irme a casa antes de que anochesca ¿De acuerdo?

—Claro.

Traté de levantarme rápidamente pero al hacerlo mis piernas fallaron provocando que casi cayera al suelo si no fuera porque unos grandes y tonificados brazos me atraparán.

—No te vayas a caer, amor—. Pasó uno de brazos por debajo de mis muslos y me saco de la habitación.

Sólo Caleb me había cargado de esta forma, sin embargo, parecía agradarme.

Me llevó a lo que parecía la sala y me dejo recostada en el sofá.

Se fue por unos segundos para después regresar rápidamente con una bandeja de comida.

—Gracias.

—Sólo es comida, no...—. Lo interrumpí.

—No por la comida, por salvarme. Realmente no sabía lo que hacía. Lamento mucho que hayas tenido que cargar conmigo.

—No lo sientas. Ya te dije que fue un placer. Uno no siempre tiene la suerte de rescatar a una bellísima mujer.

Y ahí va el sonrojo número 3.

—Te ves bonita así.

—¿Así cómo?

—Roja cómo un tomatito. ¿Y sabes qué?

—¿Qué?

—La dieta de esta semana es comer tomates—. Ensanche los ojos.

—Oh, bueno...

—Estoy jugando, bonita.

—Oye, no quiero molestarte, pero ¿Crees que podría darme una ducha?

—Claro, en el armario de la habitación hay ropa y zapatos, espero que te queden.

Ropa de mujer.

Por alguna razón mi corazón se oprimio.

—Oh, ¿Es de tu novia?

—No tengo novia, amor. Es ropa de mi hermana, a veces se queda aquí.

Solté un supiro bajo.

—De acuerdo.

Reina De Cuervos I: Entre Dos Mundos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora