1. Solo vemos caras

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"El mundo es pequeño", dicen, "demasiado pequeño".

Si caminas derecho, sin desviarte, eventualmente le darás la vuelta a la tierra y te encontrarás en el mismo lugar, con la misma gente, tropezándote en medio de las coincidencias que te hacen converger con el resto.

Pero no es necesario dar la vuelta al mundo para ello. El azar, caprichoso y socarrón, juega con todos por igual, aturdiendo de una manera absurda que nos deja en busca de una explicación. Todo enmarcado en un caos irónicamente organizado, que disfraza al destino como casualidad, pues algunas vidas están destinadas a chocar constantemente entre sí, mientras otras, están destinadas a morir sin toparse nunca.

Y es ahí donde surge otro dicho. "Nada es realmente lo que parece".

Las personas, en mayor o menor medida, suelen ocultar con recelo ciertos aspectos de su ser, engañando al resto mediante una simple sonrisa o un gesto de obscena indiferencia. Porque nadie es cien por ciento sincero, todos guardamos nuestros secretos...

... pero no todo secreto es inviolable, y una muchacha, usualmente preocupada de cosas terrenales, descubriría que ambos dichos populares estaban en lo cierto; y que el ejemplo que lo comprobaría sería alguien que jamás imaginó.

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Hermione Granger no solía poner mucha atención a lo que la rodeaba cuando transitaba de una clase a otra. Caminaba a pasos apresurados como un caballo de feria, mirando siempre al frente, concentrada en repetir mentalmente la lista de cosas pendientes que tenía para el resto de la jornada. Sin embargo, ese día sería distinto, marcando un antes y un después. Una coincidencia o el azar la cruzó en el destino de otra persona que creía conocer, y que en base a esos escasos conocimientos, detestaba; un torbellino de cabellos dorados y ojos grises, que no pudo evitar estrellarse contra ella por ir mirando al vacío.

-Estúpida sangre sucia, ¡apártate que estorbas!- siseó Draco Malfoy, quitándola de un empujón de su camino.

Ella quiso insultarlo de regreso, pero los pasos del rubio eran tan apresurados que se quedó con las palabras atravesadas en la garganta. "Maldito arrogante" pensó para sus adentros, notando con algo de extrañeza que la serpiente llevaba su bolso semi-abierto y la túnica desarreglada. Algo jamás antes visto en su cuidada imagen.

Hermione suspiró con resignación, aprestándose para reanudar su marcha, pero cuando lo hizo, sintió que su pie derecho chocaba contra algo en el piso, que se deslizó unos centímetros con el golpe. Miró abajo y, un poco más allá de sus zapatos, encontró un cuaderno de cuero negro. Se agachó para recogerlo ceñuda, y al ver las iniciales "DM" en la parte inferior derecha, bufó de exasperación. Parecía un diario, ¿quién diría que el slytherin tendría uno? al muy idiota se le había caído, y ella se lo pensaría mucho antes de devolvérselo, después de tamaña falta de educación. Merecía un escarmiento al menos por eso.

Pero algo pasó en ese instante. Al racionalizar que era "el diario de Draco Malfoy" se dio cuenta que podría encontrar alguna explicación sobre su padre y la relación de su familia con los mortífagos. Incluso, podría averiguar si efectivamente Draco era uno de ellos, tal como había argumentado Harry a penas había comenzado sexto año, con una insistencia espantosa y casi enfermiza.

No lo pensó dos veces. Se puso el cuaderno bajo el brazo y desvió su camino hasta los jardines más apartados del castillo. Una vez ahí, tomó asiento en el pasto y abrió el diario en una página cualquiera, comenzando a leer con atención lo que aquella tinta verde decía.

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"A veces me pongo a recolectar palabras, oraciones, párrafos que vienen a mi cabeza sin orden ni explicación. Me atacan de improviso en medio de tareas rutinarias y dejan mi cerebro aturdido, dándole la oportunidad a mi espíritu para que se desdoble y vuele a otros horizontes, algo que no puedo permitirme ahora... quizás, plasmándolas aquí, dejen de atormentarme".

La muchacha frunció el ceño y volvió a abrir otra página al azar.

"Ellos creen que los miro, que los escucho, que me interesa lo que me rodea. Ellos no saben. Ellos hablan con un continente vacío, cuyo contenido está lejos de ahí, perdido en sus pensamientos, vagando en una pseudo filosofía barata, tratando de encontrarle un sentido a las cosas. Un porqué. Pero no lo hay, y la verdad es una arma de doble filo. ¿Quiero descubrirlo realmente? ¿Una respuesta calmará esta ansiedad que me corroe?"

Carraspeó incómoda. No era nada de lo que esperaba, sin embargo, avanzó unas diez páginas y volvió a leer.

"Miro mi reflejo en las mañanas y no me encuentro. Por las noches tampoco soy capaz de hacerlo. Es extraño. ¿Esto es lo que ve el resto cuando me mira? ¿Ve algo realmente? ¿Hay algo que mirar?"

Notó su garganta seca y su corazón comenzó a palpitar aceleradamente. Sentía que las manos le picaban y, con algo de desesperación, retrocedió hasta las primeras páginas.

"Ella me sonríe mientras juega con una flor entre sus dedos. Ambos miramos al lago sumidos en un silencio eterno. No necesitamos palabras, nos entendemos mejor sin ellas. Sus ojos azulinos, callados y profundos, me observan. No puedo ocultarle que yo ya no duermo por las noches, así como ella no puede negar que su estómago se comprime cada vez que una lechuza llega con un paquete hasta sus manos, porque lo sé.

Sé que teme que llegue ese momento, porque sabe que cuando suceda, el predeterminismo que nos ha gobernado desde pequeños será irreversible para ambos. Así que por mientras, en esta espera tortuosa, se recuesta en mi regazo y sigue mirando al lago, mientras juego con sus cabellos y lo trenzo en silencio, antes de volver a colocarnos nuestras respectivas máscaras. A interpretar nuestros roles.

A veces me pregunto como sería interpretarme a mí mismo.

Quizás ya lo olvidé."

La joven cerró aquel cuaderno de un fuerte golpe, porque un fuerte golpe le habían dado esas palabras. Se sintió súbitamente como una delicuente, que había violado sin consideración lo más profundo y preciado de un ser que consideraba plano, peligroso y superficial; alguien que a puro tesón había logrado crear un personaje detestable, que jamás debía ser descubierto por ojos ajenos y profanos.

Culpabilidad.

Hermione Granger se sentía misteriosamente culpable y maravillada a la vez. Y eso que sólo había hecho una lectura de párrafos al azar. Inexplicablemente, sus ojos se habían deleitado con esa perfecta caligrafía y habían revoloteado por las hojas como un par de mariposas, anhelando más, pues era como explorar un paisaje nuevo y repleto de habitantes desconocidos. Un néctar irresistible para una lectora ávida como ella.

Era extraño. Jamás se había deleitado a tal punto de sentir como las frases se deslizaban por sus entrañas como miel caliente, haciéndola sentir increíblemente viva a través de la tristeza y la melancolía ajena.

Indecisa que hacer con su descubrimiento, Hermione guardó el cuaderno en su bolso con cuidado, como si se tratase de un tesoro muy valioso. Aquel objeto tenía más de cien páginas escritas de puño y letra de su enemigo escolar, y ella sufría en esos instantes de un fuerte dilema moral.

Su conciencia le ordenaba devolverlo de una forma en que Draco Malfoy jamás se enterara que ella lo leyó; pero su curiosidad le susurraba que no era tiempo aún, que lo que ahí se guardaba era prácticamente el alma de otra persona, y que nunca tendría otra oportunidad de leer algo tan intenso y sincero que, irónicamente, provenía de la serpiente más venenosa de todas.

Una serpiente que al final del día, sólo era de papel maché.

El Diario de una MáscaraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora