33. Epilogo.

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Epílogo (Volumen 1)

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Día 7

Una semana.

Llevaba una semana completa encerrado en esas cuadro paredes de piedra, sin contacto con el exterior, sin noticias luego de su sentencia, aunque no podía quejarse en lo absoluto.

El acuerdo firmado por él y la plana mayor de La Resistencia tenía validez gracias al código que regía en tiempos de guerra, por lo que se presentó ante el recién reconstituido Wizengamot al momento de juzgarlo. Al menos, los tres años y un día que debía cumplir seria lo máximo que permanecería en ese lugar, aunque muchos honorables no parecían muy contentos con la resolución, por mucho que hubiera ayudado a Harry Potter en el momento más álgido de la batalla.

Si bien supo que durante su juicio Hermione y compañía habían invocado y ocupado todos sus recursos para tratar de liberarlo, aquello era imposible, y eso él ya lo sabía de antemano. De acuerdo a las leyes mágicas, el uso de imperdonables equivalía a un pasaje a Azkaban de por vida, y durante esos cinco años, bajo los mandatos del que no debe ser nombrado, había perdido la cuenta de cuántos crucios e imperios tuvo que ejecutar. Lo único con lo que contaba a su favor, era que no sumaba tantas muertes por su mano, al menos, no si podía evitarlo y siempre en defensa propia, lo que pudieron comprobar en el interrogatorio al ahondar en sus recuerdos más recónditos.

El tribunal respetó esa corta sentencia pues, en el fondo, todas sus acciones fueron bajo grave amenaza, lo que si bien no lo exculpaba de sus delitos, si servían de atenuante para no caerle encima con todo el peso de la ley, a lo que también se sumó su cooperación con La Resistencia en el último momento.

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Pero la prensa era tema aparte.

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Los reporteros enloquecieron por obtener información sobre su juicio, siendo uno de los más esperados del mundo mágico luego de la guerra, con fuertes posiciones a favor y en contra. Nunca se enteró eso sí de las reacciones a su condena. Probablemente el hecho también había acaparado portadas, lo cual no le agradaba en lo absoluto considerando qué le depararía el futuro una vez que concluyera su periodo en prisión. Esperaba poder reinsertarse en la sociedad, aunque daba por sentado que sería difícil. Además, según le informaron al momento de leer su sentencia, su mansión había desaparecido tras una explosión de poder mágico, siendo confiscados sus fondos en Gringotts a favor de las víctimas, como forma de reparación.

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Exhaló resignado.

Primero tendría que encontrar la forma de pasar el tiempo.

Después podría preocuparse del futuro.

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Afortunadamente, gracias a que el nuevo y flamante Ministro de Magia, Kingsley Shacklebolt, erradicó a los dementores de la prisión luego que éstos demostraran su lealtad a Voldemort, era posible que terminara su condena medianamente cuerdo, aferrándose a aquellos pocos recuerdos buenos que tenía, los que incluían a tres mujeres: su madre, Pansy, y ella, Hermione Granger.

Por otra parte, a diferencia de otros reclusos no compartía celda, pues lo habían encerrado en uno de los cuartos de máxima seguridad. La medida había sido tomada a sugerencia del propio presidente del jurado, teniendo a la vista que todos los otros apresados de guerra y aún fervientes seguidores de Voldemort, habían manifestado sus intenciones de verlo muerto por su traición.

Sería una larga temporada de soledad, pensó, pero ya vería como la sorteaba con éxito, especialmente después de escucharla.

"¡Lo haré!" Le había gritado ella con seguridad, a pesar del tormento que adornaba sus facciones.

El Diario de una MáscaraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora