3. Evasivas.

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Tan pronto escuchó la frase "eso sería todo por hoy", Hermione Granger comenzó a arreglar con rapidez todas sus pertenencias en el bolso. Un pergamino lleno de garabatos, una pluma algo inservible después de toda la fuerza con que la ocupó, y un tintero a medio cerrar, que más adelante le daría varios dolores de cabeza, pero que ahora no podía importarle menos.

Necesitaba salir de ahí.

En ese instante, ella no pensó en lo desesperados que se veían sus movimientos, pues lo único que quería era escapar. Sin embargo, cierta vocecilla en su cabeza le decía que sus esfuerzos eran en vano, y que tendría que enfrentar como toda una Gryffindor a aquel que la taladraba con la mirada a su derecha, con los músculos tan tensos que en cualquier momento podría quebrarse.

Fue entonces que un tumulto se empezó a formar a la salida. Era ahora o nunca.

Hermione intentó levantarse para largarse de ahí, aprovechando la muchedumbre, tratando de lucir relajada e indiferente. Pero la misma mano izquierda que había triturado su pierna durante toda la clase, ahora estaba cerrándose con violencia por debajo de su muñeca, devolviéndola a su puesto de un tirón. Hermione cayó con tal fuerza sobre su asiento que su trasero rebotó unos milimetros antes de estabilizarse.

-Ni te atrevas, Granger -le siseó despacio, soltándola lentamente, dedo por dedo-. Y tampoco te molestes en pedir auxilio a tus perros falderos, ¿no que eras tan valiente, sangre sucia? -agregó al ver su expresión suplicante en dirección a la Comadreja y San Potter-. Olvídalo, no lograrás escabullirte. Aunque tenga que quebrarle la nariz otra vez a cara rajada y hacerle vomitar babosas a Weasley, tendrás que contestarme un par de preguntas... porque si descubro que tú tienes lo que estoy buscando, creéme que es tu fin, impura.

La cara de la muchacha se petrificó, quedandose paralizada en su puesto, observando con ansiedad como sus amigos se dirigían a ella hasta plantarse al lado de su mesa con el ceño fruncido.

-Hermione, ¿qué esperas? Levántate que nos vamos -ordenó Ron, fulminando al Slytherin con la mirada.

Hermione tragó espeso y levantó el mentón con dignidad.

-Váyanse no más. En un momento los alcanzo.

Pero Ronald Weasley ni Harry Potter movieron un músculo. Seguían mirándola y mirando a su compañero de puesto alternativamente, indecisos entre acatar la petición y marcharse, o sacar la varita y atacar a Malfoy sólo porque estaba ahí y respiraba demasiado cerca de su amiga.

El aire que circulaba entre los cuatro estaba denso, tóxico. Todos se miraban entre sí casi sin parpadear, como si existiera una especie de competencia tácita de quemar al otro con la mirada. La única que sabía a ciencia cierta el porqué de todo eso era ella. Malfoy tenía luces al respecto, mientras sus amigos... sus amigos sólo se comportaban así por instinto. Para ellos, cualquier motivo para encarar a Malfoy era un buen motivo.

-Estaré bien -soltó ella, tratándo de sonar convincente-. De verdad, los alcanzo en unos segundos, no se preocupen por mí. Hay algo breve que tengo que hablar con Malfoy.

Hermione notó como ambos no se veían muy convencidos y titubeaban, sin embargo, en último intante exhalaron hondo y asintieron de mala gana.

-De acuerdo. Procura no tardarte -suspiró Harry.

-Y pobre de tí que le pongas un dedo encima, rastrera serpiente -amenazó Ron, apuntándolo con el dedo. Pero solo logró que Malfoy entornara los ojos con exasperación.

Ambos se fueron lentamente, mirando hacia atrás reiteradas veces para asegurarse que todo iba bien, hasta que finalmente desaparecieron por la puerta, dejándolos completamente a solas. Hermione sabía que no sería fácil y no sólo por Malfoy, sino por sus amigos, que la someterían a un interrogatorio exhaustivo una vez que llegara a pociones. Ron de seguro le pediría explicaciones de porqué había accedido a quedarse con "el enemigo" a solas. Doble fastidio.

-Adorable -soltó con ironía el rubio, una vez que los vio partir-. Dime, Granger, ¿por qué les mientes? Yo no te he asegurado que "estarás bien" luego de nuestra conversación. Por el contrario, creo que hay grandes probabilidades de que termines en pésimas condiciones.

-Habla, Malfoy, que no tengo todo el tiempo -lo cortó, rodando los ojos.

Pero ella no esperaba que el Slytherin la atrapara del brazo para acercarla hasta él... demasiado cerca de él. Hermione podía observar perfectamente las tonalidades de sus ojos, y lo duros que podían ser si se lo proponía. ¿Cómo había tanta diferencia entre el Malfoy del diario y el Malfoy que veía a diario?

Lentamente, Draco se acercó más a ella y sonrió al verla dar un respingo ante su proximidad.

-Tendrás todo el tiempo que yo necesite, sangre sucia, y eso dependerá de cuánto tiempo te demores en confesar -le masculló al oído, aprentándole más el antebrazo-. Devuélvemelo. Ahora.

Él retrocedió y la miró esperando su respuesta, mas Hermione no se dejaría amedrentar tan fácilmente. Sabía que su pellejo estaba en juego, pero había algo más fuerte. Su curiosidad. No quería quedarse "con las ganas" de saber más, de leer más ese diario.

-De verdad, Malfoy, no sé de qué me hablas -mintió, sosteniéndole la mirada con firmeza, sorprendiéndose de su capacidad para hacerlo-. Así que suéltame de una buena vez antes de que te denuncie por agresión.

Él arrugó la nariz.

-No te hagas la estúpida, Granger -insistió, cada vez más rojo de furia-. Un cuaderno. Tapa de cuero negro. De seguro se cayó ayer de mi bolso cuando te atravesaste en mi camino como la escoria que eres. Así que entrégamelo antes de que me enoje de verdad, porque no quieres conocerme enojado, Granger.

Hermione liberó su brazo de un movimiento rápido y violento, y lo miró con los ojos como rendijas, ofendida con sus palabras tan afiladas. Sinceramente, haber leído algo que no le competía le había hecho olvidar la verdadera esencia de Malfoy. Un Slytherin de cabo a rabo. Y eso no podía volver a ocurrir.

-En primer lugar, tú chocaste conmigo, no al revés -espetó ella, desafiante-. En segundo lugar, no sé de qué cuaderno me hablas. Pudo haberse caído en otra oportunidad, en otro lugar, con otra persona. Y en tercer lugar, ¿tú crees que me importaría quedarme con algo tuyo? Por favor, Malfoy, tú y tus cosas no me pueden importar menos. De haber visto algo caerse de tu bolso, lo habría dejado donde se merece. En el suelo, como la basura que es su dueño.

Pensó que luego de su discurso la empapelaría a insultos, pero algo extraño ocurrió. En vez de notar una reacción adversa, lo escuchó decir con algo de retorcida satisfacción.

-Interesante réplica. No me esperaba algo así de la santurrona Granger.

Hermione se atoró con su propia saliva y tosió un poco antes de contestar.

-No necesito tu reconocimiento, Malfoy -soltó, acariciando su brazo adolorido-. Sólo necesito que me dejes ir o llegaré tarde a mi próxima clase.

El rubio calló por unos instantes, mientras algo en su mirada cambiaba.

-No te creo -sentenció-. Pero por ahora te dejaré ir.

-¿Y tú quieres que te lo agradezca? -ironizó. No sabía porqué, pero lo hizo.

Malfoy encarcó una ceja algo sorprendido, pero no alcanzó a responder. En menos de lo que podía decir quidditch, Hermione había tomado todas sus cosas y desaparecido de ahí, con dos decisiones en la cabeza.

La primera; quería seguir leyendo ese diario. Era oficial.

Y la segunda; era hora de pedirle prestada a Harry su capa de invisibilidad.


El Diario de una MáscaraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora