14. Días grises. Momentos confusos.

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El interrogatorio que vino después de la tragedia aún le es confuso.

Sin esperar que alcanzara a recomponerse, el director Dumbledore levantó a Hermione del brazo, solicitándole encarecidamente que lo acompañara a su despacho. Harry, que estaba al lado de ella, se incorporó también con intenciones de acompañarlos, pero el anciano lo detuvo, arguyendo que más tarde hablaría con él, que ahora tenía un par de cosas que hablar a solas con la muchacha.

Así, ambos se alejaron del barullo mientras el resto del profesorado comenzaba a tratar de re-instaurar el orden, quedando específicamente encargados de mover el cuerpo de la víctima el profesor Snape y la profesora McGonagall, mientras Flitwick y Sprout estaban ocupados mandado a todos los alumnos que aún estaban ahí –y que eran la mayoría– a sus respectivas salas comunes.

Hermione, antes de girar en la primera esquina, le echó una última mirada al cuerpo inerte de Alexander Bleu, aún con los ojos nublados de lágrimas, sintiendo además como el "aléjate" modulado por Malfoy le martillaba la cabeza incesantemente. ¿Acaso la estaba culpando? O quizás ¿Protegiendo? No tenía la menor idea, y dudaba mucho que pudiera encontrar una respuesta pronto. A decir verdad, tampoco le importaba mucho. Su cabeza daba vueltas vertiginosamente, sin poder comprender qué monstruo podría haber tomado la vida de un muchacho que no le había hecho daño a nadie.

Finalmente, después de unos segundos que a Hermione se le hicieron eternos, llegaron hasta el despacho del director e ingresaron en el. El anciano le ofreció asiento con una mano mientras él mismo tomaba posición del otro lado de su escritorio, formando una expresión facial que nunca antes le había visto: la sensación de que todo lo había sobrepasado. A él. Al mago vivo más poderoso del mundo mágico.

–Ya sé lo que me va a preguntar –se adelantó la joven en un murmullo–. Pero desde ya le advierto que no sé nada. No me imagino quién podría haber cometido semejante atrocidad.

Dumbledore apoyó ambos codos en la mesa con aire pensativo y condescendiente.

–Señorita Granger. ¿Está segura? –repuso tratando de no parecer insistente–. ¿Seguro que no sabe de nadie que pueda haber tenido razones para matar al joven Bleu?

Ella iba a contestar de inmediato que no, pero una imagen azotó rápidamente su cabeza, dejándola aturdida y perturbada. ¿Sería posible que por eso Malfoy le dijo que se alejara?. La sola idea le daba escalofríos, por el simple hecho de que ella misma podía ser la responsable indirecta de la tragedia.

–Quizás –empezó insegura, su mentón tiritaba–. Cuando accidentalmente me fui a esa prueba con Malfoy y terminé en la Antártica, ¿lo recuerda? –el viejo asintió–. En esa oportunidad yo tenía la apariencia de Parkinson y uno de los sujetos que ahí estaban, bastante poderoso al parecer, se anduvo obsesionando conmigo...

Tragó espeso.

Solo decir en voz alta lo que pasaba por su mente la aterrorizaba. Sabía que de ser así, jamás podría quitarse el cargo de consciencia. Titubeó, mientras el director la miraba en silencio, alentándola a seguir con sus orbes azules.

–Tal vez, Lord Chaos... –susurró bajito.

Y antes de que pudiera completar su teoría, Dumbledore la interrumpió con tono grave.

–Espere –la atajó ceñudo–. ¿Lord Chaos? –ella asintió–. Esto es más grave de lo que pensaba... si está Chaos involucrado, de seguro también lo está Chronos, ¿cierto? –Hermione asintió nuevamente–. ¿Por qué no me lo dijo antes? Esta es una información sumamente relevante.

Ella abrió la boca y la volvió a cerrar.

Luego de aquel incidente, habían hablado latamente del tema. De Malfoy, Theodore y las pruebas, sin embargo, ella no había atinado a contarle cuál había sido su experiencia antes de que fuera salvada de morir congelada. Tampoco él se lo preguntó.

El Diario de una MáscaraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora