5. Tres son multitud.

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–Lo perdí –soltó la pelinegra luego de unos segundos de silencio.

Malfoy movió lentamente la mirada desde el techo hasta la silueta de la mujer, asintiendo como toda respuesta. Sus ojos grises se limitaban a observarla de regreso y su boca era una línea perfecta, que se mantenía cerrada y sin intenciones de formular alguna frase de consuelo. Era como si estuviera esperando escuchar esas palabras, porque ni un rastro de sorpresa se vislumbraba en su expresión.

–Todo terminó. Todo se fue a la mierda –agregó ella en un susurro.

El rubio simplemente suspiró y se corrió a un lado de la cama, dejando espacio para otra persona. Parkinson se secó una lágrima rebelde que se escapó por su ojo derecho y avanzó perezosamente hasta allí, recostándose a su lado, acoplándose a su cuerpo hasta quedar con la cabeza en su pecho y un brazo atravesando su cintura. Malfoy también se acomodó, flexionando un poco el codo, lo justo y necesario como para enterrar sus dedos en el cabello de la muchacha.

–No te mereces esto –musitó Pansy–. No debería atosigarte siempre con mis problemas, más aún ahora que todo ha cambiado. No debería quejarme al frente tuyo por estar enamorada de otro hombre, cuando todo mi futuro está contigo. No es justo. No quiero ser infeliz ni hacerte infeliz, Draco...

–No te atormentes –la paró el joven con voz ronca y profunda–. Que yo no he sido un santo ni pretendo serlo por ahora.

Parkinson suspiró.

–Lo sé. Sé que no eres un santo, pero mi traición es más grave. Tú simplemente tienes aventuras sin valor. Sé que cuando te lías con una o con otra, no buscas más que un instante de diversión, en cambio yo... yo caí como una estúpida en sentimientos que creía no tener. Yo cambié las reglas del juego, Draco, tú sólo te mantuviste en ellas. No te podía pedir algo que no te podía dar a al vez. Pero...

Pansy se incorporó a medias y pasó una pierna por encima de la cadera del muchacho, quedando con una a cada costado y sentándose con suavidad sobre su estómago, sin que éste reclamara en lo absoluto ni se sorprendiera con ello.

–Ya no más –terminó, colocando las palmas en el pecho de él –. Arriesgarme a sentir eso, a enamorarme de Alexander, me generó un dolor que no te puedo explicar, y ya no quiero sentirlo, al menos, no por él, porque es un imposible para mí. Quiero volver a ser libre, Draco, ayúdame. Quiero volver a ser como antes, no un inferi amargado y opacado por la tristeza. Quiero actuar sin pensar en las consecuencias, dejarme llevar, olvidar por ahora. Y por contradictorio que suene, quiero llegar a quererte como algo más que mi mejor amigo, porque me resisto a no ser feliz. Porque quiero que, si nos casamos tal como lo planificaron, lo nuestro funcione y sea verdadero, no como el matrimonio de mis padres o de los tuyos.

Malfoy la miraba atento, casi sin parpadear, como si estuviera procesando aquella proposición. Porque en definitiva, lo que Pansy Parkinson había hecho era ofrecerle intentar hacer las cosas bien. Que si iban a contraer matrimonio a la fuerza y por obligación, al menos intentaran no arruinarse la existencia por ello.

–Aspiras a mucho –soltó él de pronto, cerrando los ojos.

–Lo sé. Pero si no lo hago, si no creo que tenemos la oportunidad de ser felices, nada impide que en este instante me vuelva irremediablemente loca de dolor.

Ella acercó lentamente su rostro al de él, hasta confundir sus respiraciones.

–Ayúdame a olvidar este padecimiento, Draco, aunque sea sólo por hoy –le susurró contra los labios–. Hazme olvidar.

A Hermione se le encogió el corazón al escuchar aquella petición, y se giró sin pensarlo si quiera, cuando vio que Malfoy le respondía atrapando su labio inferior. No sabía porqué, pero no quería seguir en ese lugar, había visto suficiente, pero lamentablemente, no podía escapar sin dejarse en evidencia. Estaba atrapada, así que decidió aprovechar el momento. Se agachó, procurando en todo minuto no soltar la capa de invisibilidad que la escondía, y sacó el Diario de su bolso, acercándose lo suficiente para hacer que éste se deslizara hasta debajo de la cama del rubio.

El Diario de una MáscaraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora