29. The beginning of the end

1.8K 115 74
                                    

Llevaba casi una hora mirándose los pies, absorto en las agujetas de sus zapatillas, sentado completamente solo afuera de la habitación de Hermione, con el pecho hacia adelante y apoyando los codos en sus rodillas. En su cabeza, trataba de procesar lo ocurrido, aunque aún no era capaz de comprenderlo, pues le escapaba completamente a la razón. Sin embargo, lo que más lo inundaba, era una profunda preocupación por su amiga, especialmente al verla derrumbarse y colapsar como un castillo de naipes. Jamás había presenciado algo similar y por más que pensaba al respecto, se sentía un inútil, ya que no era capaz de ayudarla y ni siquiera sabía el motivo de la desaparición de Malfoy. Estaba en la oscuridad y eso no hacía más que enfadarlo.

De pronto, sintió una mirada sobre su nuca y alzó el mentón, encontrándose con la persona que más necesitaba ver en esos momentos. Ron estaba a una distancia prudente observándolo en silencio, de brazos cruzados y apoyando su hombro izquierdo en la pared. ¿Cuánto tiempo llevaba allí? No tenía idea, pero al menos había hecho aparición después de todo, algo que hasta esa altura, sabía improbable.

–Me alegra que vinieras –esbozó el pelinegro con una sonrisa queda, quitándose las gafas para acariciar el puente de su nariz, cansado.

Ron no pareció inmutarse con el recibimiento. Su rostro estaba marcado en un gesto adusto e insondable.

–¿Cómo sigue? –preguntó sin rodeos.

Harry suspiro hondamente, exorcizándose de aquellos momentos inverosímiles en que tuvo que presenciar a su amiga desvanecerse en un halo de locura temporal a causa del dolor.

–Tuvimos que medicarla para hacerla dormir –dijo en un tono que revelaba algo de angustia–. Fue necesario para que no entrara en estado de shock. Creo que sufrió de una crisis de pánico o algo similar. No sé. Todo es muy confuso.

Su amigo asintió y guardó silencio, convirtiendo su cara en una pintura inescrutable. Harry volvió a suspirar. Tenía bastante claro el motivo del estado anímico de Ron, y sabía que ello era en gran parte su culpa, por mantenerlo ignorante sobre lo que estaba ocurriendo bajo sus propias narices.

–Ron, no te enojes con ella –suplicó entonces.

El muchacho se removió incómodo, tomándose unos segundos antes de responder.

–Pides mucho –declaró ceñudo–. Hermione me prometió que si pasaba algo en relación al hurón me lo diría, pero me mantuvo al margen. Me vio la cara a pesar de que sabe lo que abrigo por ella. Así que tengo derecho a sentirme como yo quiera... y me siento traicionado, pero no porque no me corresponda, sino porque como amiga, me decepcionó. Nada será lo mismo de ahora en adelante.

–Ron, yo se lo pedí –confesó Harry de inmediato–. Yo le pedí que no te lo dijera.

El pelirrojo se descruzó de brazos y se dejó de apoyar en la pared, para enfrentarlo con una expresión acusadora.

–¿Qué estás diciendo? –farfulló indignado–. ¿Qué tú le pediste qué?.

Harry se levantó para estar a su altura, a pesar de que el pelirrojo le sacaba varios centímetros. No sabía como comenzar a explicarle lo sucedido, así que solo atinó a levantar ambas palmas en son de paz.

–Lo siento –esbozó, imprimiéndole verdadero pesar a sus palabras–. Cuando lo hice, creí que estaba haciendo lo correcto, lo mejor para todos. No quería que te distrajeran de la guerra ni que salieras lastimado, y por otro lado, no pensé que lo suyo duraría. Objetivamente no tienen futuro.

Ron se acercó con los puños apretados y Harry tuvo la certeza de que si no fueran mejores amigos de la vida, ya lo habría atacado moliéndolo a golpes, algo totalmente merecido. Pero no. Ron simplemente quedó al frente de él y lo apuntó reprobatoriamente, enterrándole el índice en el pecho.

El Diario de una MáscaraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora