23. Corre, Granger, corre.

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Libros. Su habitación estaba repleta de libros desperdigados por el piso, abiertos todos, mirando hacia arriba o abajo, dibujando un verdadero caos. En el fondo de aquel espacio, dos siluetas enfundadas de rígido negro se encontraban sentadas en el suelo, cabeza gacha, pasando las hojas en una lectura rápida y algo impaciente, pues cada cierto tiempo sus bocas emitían sonidos de exasperación. Estaban cansados, exhaustos, muy apaleados.

Luego que Draco le contara casi enloquecido el hecho que su madre había sido asesinada hace dos años atrás, Pansy se vio en la difícil tarea de tranquilizar sus ansias de irse contra el mundo lanzando avada kedavras a diestra y siniestra, obligándolo a pensar en frío. Ella de primera fuente sabía que era muy difícil lo que le estaba pidiendo, pero en ese ambiente, un movimiento en falso podía terminar con ambos enterrados varios metros bajo tierra, y ninguno de los dos quería irse de este mundo sin antes probar el dulce gusto de la venganza.

Una vez calmado, comenzaron a investigar cómo era posible que Theodore Nott tuviera en su poder a Hermione Granger y ésta no se encontrara en su habitación, o al menos, no fuera visible para el rubio.

–Maldita sea –gruñó él de súbito, rascándose la cabeza con violencia–. Dame el otro, el con tapa azul. ¡No ese! El otro con tapa azul.

Ella cerró su único ojo y se arregló el parche del otro, respirando hondo para darse paciencia. No se sentía capaz de continuar a ese ritmo, especialmente después de haber llegado recién de una misión y sin una gota de sueño en el cuerpo.

–Siempre podemos seguir más tarde –sugirió en tono cansino–. Llevamos horas en esto y en nuestra calidad de estropajos, probablemente no podremos encontrar la solución aunque nos aparezca al frente con un cartel y fuegos artificiales. Además, por lo visto, Granger no irá a ningún lado.

Él levantó rápidamente su cabeza y la fulminó con la mirada.

–Olvídalo. No aguanto más, quiero irme de este puto lugar lo antes posible o enloqueceré. Si quieres, anda a dormir. Yo me quedo acá buscando una solución.

Ella estiró las piernas en el suelo y sacudió algo de polvo de sus rodillas. Suspiró derrotada.

–Si estás a ese nivel de desesperación, ¿por qué no te marchas y ya?

–No lo entiendes. La necesito –masculló él, cerrando el libro que tenía entre sus manos y lanzándolo en la pila de "revisados"–. No puedo irme al bando contrario sin llevar una ofrenda, ¿comprendes? ¿qué crees? ¿que me recibirán con abrazos y una fiesta llena de alcohol y mujerzuelas? ¿que brindaran mi llegada y sacrificarán a una joven virgen en mi honor? –ironizó, enarcando una ceja–. Pansy, soy yo, mírame. Si no me encierran de por vida o me ejecutan, será un milagro.

Parkinson soltó una risotada y de paso, él también dejó escapar una sonrisa, para luego agregar serio.

–Ella es mi única y última oportunidad para retomar relaciones con el viejo de mierda de Dumbledore. Si la llevo, en una de esas consideran otorgarme un indulto o algo similar y me permiten participar de la Resistencia. Aunque es muy probable que Potter y la comadreja se opongan con uñas y dientes y me acusen de haber secuestrado a la sabelotodo y lavarle el cerebro para hacerle creer que fue otro.

Ahora su tono de voz era una mezcla de rabia y desesperación. Pansy sabía que era un gran riesgo el que estaba tomando su amigo, es más, de no ser porque todavía no encontraba al asesino de Alexander, probablemente hubiera huido con él, aprovechando que no tenían la marca tenebrosa ya que la séptima prueba para ganarse ese "honor" aún estaba pendiente. Pero no, no podía irse. Tenía asuntos inconclusos y prefería morir antes de perder todos esos años en vano.

El Diario de una MáscaraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora