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Jung HaNiEra 31 de octubre, y un siempre alto Tony y una siempre pequeña yo, escalábamos sin mayores problemas las altas murallas del cementerio principal, no sin antes haber ido a pedir muchos dulces en bolsitos naranjos de calabaza, disfrazados de piratas sucios y maléficos.
- ¿Crees que el guardia nos haya visto?
- No creo que haya alguien aquí hoy.
Con Tony celebrábamos Halloween como todos los otros niños de la escuela. Pero la diferencia es que ellos eran estúpidos, y nosotros no. Nos sabíamos toda la historia de la noche de los muertos, desde las leyendas originales hasta las historias de miedo sobre Seúl, y a pesar de que mis abuelos solían decirnos que eso era "herejía", "paganismo", o cualquier otro tipo de palabra que yo aún no entendía por aquellos años; a nosotros nos importaba más el hecho de buscar un disfraz nuevo cada año e idear nuevos trucos para las casas en donde no nos daban dulcecitos.
- Yo creo que hoy, con mayor razón van a haber guardias, Tony. Es noche de brujas.
- Quizás los guardias también salieron a pedir dulces.
- Pero ellos son grandes, así como nuestros papás.
- Pero con sus hijos, HaNi. Dah~.
- Discúlpame, genio. Ya llegamos.
Alcancé a tomar a mi amigo del brazo para que no siguiera avanzando y pasase de largo del lugar al cual todos los años íbamos en esa noche. Las tumbas abiertas y destrozadas del fondo del cementerio.
- Siguen igual. – Tony se sentó sobre una de las pocas lápidas que quedaban en pie, mientras yo me subía sobre un gran bloque de cemento trizado.
- Mmh – empecé a caminar sobre la inestable superficie probando su resistencia.- Es un lugar olvidado, así como los muertos que siguen dentro de su tumba. Y por eso venimos.
- Sí, por eso venimos. Empecemos ya.
Le asentí y tomé mi bolsito de dulces para comenzar a dejar uno en cada tumba de ese rincón olvidado. Una vieja tradición que habíamos inventado hace un par de años mientras visitábamos a familiares con nuestras madres. Husmeando por aquí y por allá, llegamos a ese lugar al final del recinto y nos sorprendimos de lo destruidas que estaban las "camitas de los muertos", como Tony les llamaba. Leímos con dificultad cada placa de defunción y según, nuestros pobres cálculos matemáticos, llegamos a la conclusión de que eran todos niños, de no más de doce años, tres años más que nosotros. Para que no se sintieran solos, y para que tuvieran dulces, todos los años en esa noche les llevábamos de los nuestros.
- Dong-yul, Young Mi, Chung-hee y Yon ya tienen.
- Sook, Hyung Jae, Min Ki y Kang también. Sólo falta Jun hyung – seguí la mirada de Tony hasta la parte superior del nicho deteriorado que estaba en la parte de atrás. Sólo teníamos que subir los cuatro niveles para llegar arriba y dejarle sus dulces.
- Está bien. Súbeme.
Ya en esos años Tony estaba alcanzando el metro sesenta de estatura, jodidamente alto si me lo preguntaban, así que no era muy difícil subirme a sus hombros y llegar a la parte más alta de cualquier lugar, además de que mi peso corporal nunca fue demasiado significativo. Lo que era completamente adecuado para esas situaciones.
- ¿Alcanzas? – preguntó cuando ya estaba sobre él.
- Sí, sólo un poco más.
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Honda DN-01
FanfictionEscuchaba el rugido de su moto cada noche. La maravillosa máquina soltaba un aullido que se comparaba con una buena base de hiphop para mis oídos. Jamás pensé que me encontraría con él, y mucho menos esperé que sobre esa moto se encontrara una perso...