- Hyung, ¿dónde dejo tus libros? –preguntó el pelirrojo.
- Sólo déjalos en el estante, luego los ordeno.
- Vinimos a ayudarte, YoonGi, no sólo a sacar tus cosas.
A pesar de que ya habían pasado meses desde que había llegado a la casa de mis tíos, nunca deshice mis maletas, sólo sacaba lo necesario para vivir mi monótono día a día en la capital, algunos libros, ropa, zapatillas, materiales... Lo justo para sobrevivir.
Para evitar pasar más tiempo del necesario con mis tíos, negué la ayuda que me ofrecieron para deshacer todo lo que había traído de mi antiguo y único hogar, diciendo que le pediría a alguno de los chicos que me ayudara, cosa de la cual no tenía ni las mínimas intenciones; pero conociendo lo metiche que lograba ser Jimin la mayoría del tiempo, las no intenciones que tenía terminaron por ocurrir de todas formas. El pelirrojo escuchó una conversación que tuve con mi tía durante el almuerzo en donde discutíamos sobre mi vacía y pobre habitación y las cajas aún arrumbadas en el rincón de siempre. El boca floja le contó a Hoseok y éste insistió en ayudarme a desempacar y acomodar mis cosas para crear una estancia más agradable en la casa de mis tíos.
- Realmente tienes poca ropa, Suga.- comentó Hoseok desde el gran armario adjunto al cuarto.- Esto es difícil de llenar con las cuatro cosas locas que tienes.
- Es porque en ese armario cabe hasta otra cama y e incluso toda la ropa de Jin. – dije mientras ordenaba uno a uno mis discos de música en una repisa sobre mi escritorio.
- Y aun así queda espacio.- Jimin se acercó a espiar Hoseok mientras éste terminaba de acomodar las cuatro cosas locas que según él yo tenía por ropa.- Hyung, si algún día discuto con Seok Jin hyung, ¿puedo venir y dormir en tu armario?
- Tú mejor preocúpate de ordenar el desorden que tienes por cuarto y luego has planes de mudanza.- respondí sin mirarlo, supongo, haciendo que el chico frunciera los labios, y Hoseok riera.
- Ya veo que un día de estos Jin hyung te echa de su departamento. Odia el desorden y la suciedad, y tú representas a ambas. – rió de nuevo.
- No puedo vivir con las normas de hyung – se cruzó de brazos mirando hacia otro lado.- es muy quisquilloso y no deja de ordenarme hacer cosas.
- Park, yo también sería así si viviera contigo.
- ¡Es que ustedes son maniáticos por el aseo! Yo solo dejo mis cosas a la mano para no agotar energías.- dijo mirándose teatralmente las uñas de una mano.
- Si es por eso, has como yo y no hagas nada.- comenté dejando el último disco de la caja en su lugar.
- Min Inmóvil.- murmuró el enano antes de soltar un bufido.
- Bien, esta caja ya está vacía.- señaló el pelinegro saliendo del armario.- ¿Qué sigue?
Tuvimos que armar un pequeño estante para dejar todos los libros, instalar algunas repisas, colgar algunos cuadros y diplomas, en contra de mi voluntad, y montar mi equipo de cuatro parlantes pequeños distribuidos en cada esquina de la habitación. Se veía más "llena" que antes y el montón de cajas ya no estaba en el rincón, el color blanco de las paredes había disminuido bastante y el equipo hacía al cuarto más familiar a mi antigua pieza en Busan, a pesar de que éste fuera significativamente más pequeño que el de Seúl y no incluía el gran armario.
Me acerqué a una última caja que quedaba sobre la mesita al lado de mi cama y la abrí, recordando el por qué la había dejado para el final. El cuadro con la foto familiar se encontraba dentro junto a algunos álbumes y chucherías mías. Lo asomé un poco de la caja de cartón solo para ver los cuatro rostros grabados para siempre en la foto. Mamá y papá sentados en el sencillo sofá de dos cuerpos color azul marino de nuestra casa, sus manos juntas y dedos entrelazados: mamá con su faceta maternal dibujada en el rostro, mostrando sus dientes y encías de la misma manera que heredé genéticamente, y su aura dulce y tierna; papá sonriendo feliz distraídamente hacia mamá, perdido en el momento con los pequeños ojos levemente cerrados a causa de la gran curva de sus labios; y los dos hermanos detrás de ellos. En ese entonces era un momento feliz.
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Honda DN-01
FanficEscuchaba el rugido de su moto cada noche. La maravillosa máquina soltaba un aullido que se comparaba con una buena base de hiphop para mis oídos. Jamás pensé que me encontraría con él, y mucho menos esperé que sobre esa moto se encontrara una perso...