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-Quiero que sepas, que cada persona es el mundo de alguien, o simplemente, cada persona es su propio mundo.

-Quiero ser tu mundo.

-Lo eres, Jinyoung.- Mark sonrió con sinceridad, porque en realidad sentía lo que le decía al pelinegro.

-Mark,- Jinyoung sujetó al castaño por el cuello y le miró con esa manera que sólo el podía, una mirada triste, la cual siempre permanecía en sus ojos. -usame.

-¿Qué?

-Por favor, quiero ser usado por ti.

-¿Qué?

El castaño quitó las manos del otro de su cuello y se puso de pie, haciendo a un lado la silla en la que estaba, lo miró con el ceño fruncido sin entender lo que Jinyoung le decía, pero es que todos habían enseñado a Jinyoung a sentirse usado, y a sentirse que vive para eso, ¿Jinyoung cómo le pediría a Mark su amor si la única manera que conocía era esa?

No pudo con la dura mirada de Mark, esa misma que su padre le llegó a dar cuando era pequeño y no hacía las cosas como debía. Se sintió asustado así que salió de la biblioteca, a paso rápido y depués de eso, Mark no supo nada más del morocho en todo el día de clases.
No comprendía lo que le había dicho el chico, ¿usarlo? ¿como a un objeto? ¿qué clase de cosas tenía Jinyoung en su cabeza?

en este punto, desconocido para Mark, ¿qué clase de cosas pasaban en la vida del pelinegro?

Cuando las clases llegaron a su fin, Mark recogió la mochila de Jinyoung y salió con ella, y en la puerta del aula lo pudo ver, con las pestañas de sus ojos húmedas y sus mejillas y nariz rojizas, pudo darse cuenta que lloró.

-Acompáñame.- pidió Mark.

-No, debo irme.

-Por favor,- el castaño tomó la mano de Jinyoung, regalando un pequeño apretón reconfortante. —ven conmigo.

El pelinegro asintió pero advirtió que no quería estar en algun lugar público, Mark le dijo que no había ningun problema, y no, no lo habría. Caminaron hasta el estacionamiento del colegio y el castaño sacó las llaves del auto que es esos momentos se encontraba frente a ellos.

—¿Tienes auto?

—En realidad es de mi hermano, él es diez años mayor que yo y viaja, viaja mucho, así que cuando se va, me lo deja con la condición de mantenerlo a salvo.— Jinyoung soltó una pequeña risa.

—¿Adónde vamos?

—Es una sorpresa.— Mark le abrió la puerta a Jinyoung y cuando este estuvo dentro, la cerró.

Entró al auto y en el camino, Mark le preguntó qué era lo que había pasado en la biblioteca, el pelinegro dijo parte de la verdad, él no conocía otra propuesta para él que no se tratara de esa, no sabía cómo pedir estar cerca o con él; le dijo que había una persona, la única en su vida que lo único que le enseñó fué eso, sentirse usado, porque él no tenía derecho a nada de lo bueno en la vida.

—No quiero que te sientas así, ya no más.— dijo Mark, poniendo el freno de mano frente a una casa de dos pisos, muy bonita. —bajemos.

Ambos entraron a esa casa y Jinyoung murió de ternura al ver como un niño de unos cuatro años salía corriendo del pasillo que estaba a un lado de las escaleras gritando el nombre de Mark y abrazándole las piernas al mismo.

—¡Campeón!, ¿dónde está mamá?

—En la cocina.— Jinyoung sonrió al escuchar la voz del niño.

—Mira, Max, él es Jinyoung, mi amigo.— el niño miró al pelinegro y dando lentos pasos le lanzó los brazos a este para que lo cargara, y así lo hizo Jinyoung. —Max, no seas chiflado...

—Está bien.— le dijo Jinyoung, alejando al bebé de los brazos de Mark los cuales se aproximaban para quitarle al niño de encima.

Mark sonrió y caminó invitando a Jinyoung a seguirlo, le presentó a su mamá y ella lo recibió con una cálida sonrisa, como las que su mamá le regalaba cuando él era un niño y lo recibía en la puerta del preescolar.
Cuando Mark le susurró a su mamá a dónde irían ella asintió con una sonrisa, Jinyoung dejó al pequeño Max en brazos de su madre y salió junto con el castaño quien condujo hasta una juguetería.

—¿Qué hacemos aquí, Mark?

—Escoge algunos libros de colorear por allí.— el delgado chico le señaló un punto en especifico a donde Jinyoung se dirigió a tomar unos cuantos libros y Mark unas cajas de crayola.

El pelinegro vió el gran lugar que estaba frente a ellos, un edificio grande, pero no lujoso, de hecho, no se veía nada lujoso, era sencillo, humilde, pero bonito y acogedor. Una señora grande de edad y otra no tanto recibieron a Mark cariñosamente.

—¡Trajiste a un nuevo amigo!— sonrió la señora no tan adulta.

—Se llama Jinyoung. Le vine a enseñar una de las cosas más tiernas de la vida, ver sonreír a estos nenes.

—Le enseñarás bien.

Jinyoung vió un momento el lugar, era un lugar cerrado en donde estaban y frente a ellos habían dos puertas grandes, en ese lugar habían dos perros grandes que lo miraban con curiosidad. Jinyoung no podía desifrar qué lugar era este.
Cuando vió que las señoras abrían la puerta, Jinyoung se acercó a Mark el cual le susurro al oído que era una casa hogar en donde los niños sin padres vivían mientras esperaban a ser adoptados o cumplir su mayoría de edad, aunque el mayor tenía catorce.

Ambos chicos entraron a la casa hogar de de las escaleras comenzaron a bajar todos los niños, unos mas grandes que otros, todos le sonreían y pronunciaban en nombre de Mark. Jinyoung se alegró al ver esa escena, Mark no sólo era su ángel, sino también de muchos niños más.

El castaño incluyó a Jinyoung en sus actividades, colorearon los libros que Mark había comprado, jugaron básquetbol, fútbol, y varias cosas más, al poco rato más de tres niños se peleaban por la atención de Jinyoung y Mark disfrutaba ver esa escena en donde el pelinegro lucía muy felíz.
Mark caminó hasta la cocina donde se encontró con la señora más mayor.

—¿Aún hay despensa?— preguntó el chico pálido.

—Sí, Mark. Trajiste mucha la última vez, de verdad los niños y nosotras te lo agradecemos.

Mark le restó importancia y ayudó a llevar la comida a las mesas grandes donde los niños comían. Todos tomaron asiento en las bancas exceptuando a dos pequeñas que querían sentarse a lado de Jinyoung. Mark se rio al ver la escena así que le besó la mejilla a Jinyoung y dejó que ambas niñas se sentaran a cada lado del morocho.

Para cuando el sol se ocultaba, Jinyoung pidió volver a su hogar ya que quería llegar antes de que su padre lo hiciera, y así le llevó Mark a su casa, no sin antes despedirse con un largo, pero tierno beso en los labios del castaño.

—Te veo mañana.— sonrió Mark.

—Te veo mañana.— le devolvió el otro.

➼fly with you       【m.j】Donde viven las historias. Descúbrelo ahora