— ¿Tengo algo?
— Si. Una doble cara, ¿Cómo pretendes que confié en ti, si cuando me voy hablas con mis padres sobre lo poco que conversamos? — la niña permanecía distante, recostada en su silla y con los brazos cruzados.
— Es mi trabajo.
— Vaya empleo el tuyo, ahora mis padres no me dejarán en paz nunca.
— ¿De qué hablas? — miró a la adolescente confundida.
— Desde que llegaron a casa ayer estuvieron molestándome para que les explicara a que me refería cuando decía que no me dejaban "hacer mi vida".— la menor hizo comillas al decir esa frase.— ¿Sabes? Es abrumador tener a tus padres detrás de ti, pero más cuando estos intentan meterse aún más adentro de tu maldita vida.
— Bueno, no sabía que tendría tanta repercusión en ti.
— Te lo repito, no necesito tu ayuda, mucho menos la de mis padres, ESTOY JODIDAMENTE BIEN, maldita sea. Solo déjenme en paz y ya.
— Queremos que te sientas bien, nada más.
— Estoy bien.— la mujer se retorció en su silla, pareciera que le tuviera miedo a la chica, quizás sería porque esta niña era el primer paciente que se le revelaba.
— ¿Segura?
— Completamente.
Un horrible silencio inundo la sala, solo se escuchaba la pesada y furiosa respiración de Emma, después de todo, Emily le había generado una gran problemática.
— ¿Ya descubriste cuáles son tus problemas?
— Sí. Tú.— espetó furiosa.
La mujer se sorprendió frente a la acusación de la menor, después de todo solo le quería ayudar, pero al parecer esa ayuda no había sido correspondida de la mejor manera.
— Ya te lo he dicho, métete en tus asuntos o mándame a otro psicólogo.— la menor acusaba como quien por su casa.
— No debes levantar el tono conmigo, pequeña.
No, no Emily acabas de cometer un error.
— No soy una pequeña, SE VALERME POR MI MISMA. Agradecería que te fueras a la mierda y no vuelvas.
La joven no sabía cómo reaccionar ante la chica, pero su cara de asombro por aquellas palabras era indescriptible. Emma estaba furiosa, pero, ¿Por qué?
— Estás enojada, lo entiendo. Pero, ¿Cuál es el motivo del enojo, Emma? — preguntó Emily con cierto miedo por la respuesta.
— Me molesta que se metan de más en vida.— se acomodó frente al escritorio rompiendo la postura en la que siempre estuvo.— Puedo tolerar que te interpongas hasta cierto punto, fácil, lo cruzaste, y te saldrá caro.— volvió a recostarse en la silla cruzando los brazos.
— Aún así. ¿Por qué ha de costarme caro?
— Soy rencorosa, anótalo.
La alarma sonó, dando a conocer que ya habían pasado los 45 minutos. Emma se levanto de su silla sin decir nada y se dirigió a la puerta.
— ¿No piensas despedirte, Emma? — la mujer apoyó sus manos sobre el escritorio parándose de su silla algo inquieta, la niña paró en seco su caminar, pero no volteo.
— No, de todos modos me volverás a ver mañana.
Y lo último que se escuchó fue un portazo de parte de Emma.
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Sesiones.
Short Story¿Tener problemas a los 15 años? ¿Qué problemas pueden ser? Grandes preguntas, pero más grandes respuestas.