Sesión 15.

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¿Qué está pasando? Necesito respuestas. Ya no entiendo que quieren que haga, como quieren que actué sin nadie me dice nada.

— Quiero ayudarla.

Hablar en voz alta no me servirá, tengo que hacer algo, por ella.

Mi celular comenzó a sonar, no me interesa contestar ahora, pero que sea un número desconocido me llama tanto la atención.

 ¿Hola?

Emily.

 ¿Quién habla?

Soy Emma.

Mis ojos se iluminaron de una manera anormal, su voz se oía tan diferente por teléfono, hablaba casi en silencio y con el ruido de fondo no la escuchaba mucho.

 ¿Estás bien? Tus padres te están buscando.

Tienes que ayudarme, ¿Crees que podrías venir por mí?

 ¿Dónde estás? 

En la avenida principal junto a la estación de tren, pero ven rápido. No tardarán en llegar.

Se escuchaba tan asustada y vulnerable. 

 Voy en seguida, no hables con nadie.

Corté la llamada y tomé las llaves de mi auto del escritorio. Baje las escaleras lo más rápido que mis pies pudieron y salí del edificio. Corrí hasta el carro y me subí. Dios Emma, ¿Qué está pasando? Arranque el auto y conduje rápidamente hasta la estación de tren.

Allí estaba, tan cerca.

— ¡Emma! — una voz masculina la llamó y ella volteo asustada.

Era "Mike" quien se acercaba a ella tan enojado que hasta a mí me asustaba.

Bajé del auto y me dirigí hacía ella, estaba temblando y se notaba desde lejos incluso.

— Tranquila, estoy aquí.— giró.

Dios su cara estaba, destrozada. Su labio totalmente partido, su nariz ensangrentada , un ojo morado y el otro rojo, como la vez que fue a esa sesión, de su short escurrían chorros de sangre y su cabello estaba completamente alborotado.

— Por dios Emma.— me abrazó, como si su vida dependiera de mí.

— Suéltala.— sentenció el chico.

— ¿Quién eres? Y dime la verdad.— puse a Emma en mi espalda.

— Soy su primo, ya te lo dije.— se acercó.

— Aléjate, Emma métete al auto.— ella me obedeció.— Me la llevaré.

— Claro que no, ¡Ella me pertenece!

— Ella no te pertenece.

Me encaminé al automóvil.

— Emma, sal de ese auto, ¡Ahora! — ella no le hizo caso y trabó la puerta de su lado.

Me adentré en el auto y lo encendí, el chico se posicionó frente a este para que no saliera. No me importo y arranqué, él asustado se corrió y yo aceleré para que no viera mi matricula y no pudiera seguirnos.

— ¿Qué haré ahora?

— Llévame contigo.— la miré por un segundo y luego volví mi mirada a la carretera.

— Tus padres me denunciarán.

— No lo harán, ellos no son mis padres.— se escuchaba asustada.

— ¿Qué? 

Solo no me respondió y miró la ventana en silencio.

Aparqué el carro en mi garaje y apagué el motor. Rápidamente me miró y llevó su dedo índice a su boca en señal de silencio. La miré tan confundida. De la parte interior de su sudadera sacó un pequeño y poco visible... ¿Micrófono? Se salió del auto y lo tiró al suelo, lo miró y luego comenzó a saltar encima de este rompiéndolo.

— ¡Soy libre!

Sonreía, de verdad sonreía. No era una sonrisa sarcástica como de costumbre era una sonrisa de... felicidad.

— ¿Quieres explicarme todo?

— Ahora sí, si puedo hablar.— me miró sonriente.

— Ven.— la tomé de la mano y me encaminé hacía dentro de la casa.— Curaré tus heridas. Mientras quiero que me digas que mierda está pasando.— la miré, ella solo sonreía.

Se sentó en el sofá y observó la casa, siempre con una sonrisa. Me agaché a su altura y comencé a curarla, le indique que hablara.

— Mis padres, mis verdaderos padres, — aclaró— me vendieron para poder pagar una deuda que poseían cuando yo tenía 6 años. Mi comprador fue una familia de 3, Gabriel, Vanessa y Michael. Me daban todo lo que quería cuando quería, y eso me agradaba al principió, pero con el pasó del tiempo Gabriel comenzó a jugar conmigo.— se quejó.— Michael crecía y empezó a volverse posesivo, yo ya no dormía, ya no comía, y Vanessa comenzó a preocuparse, ella realmente me quería como una hija. Me mandó a un psicólogo, pero Gabriel se enteró. Yo le tenía tanto miedo a él y a Michael, miedo de que me hicieran algo peor de lo que me hacían anteriormente a las sesiones que Vanessa me obligaba a tomar. Entonces, me dieron el micrófono y me advirtieron que estaban escuchando todo lo que hablaba y que más me valía no decir nada de lo que pudiera arrepentirme después. Vanessa al no tener resultados fue cambiándome de psicólogo en psicólogo, hasta que llegué a ti, de verdad quería que me ayudarás, que me sacaras de allí.— un par de gotas saladas salieron de sus ojos, pero su voz jamas se entrecorto.— Ellos abusan de mí, diariamente Emily. Las marcas, hay más de donde vinieron esas. No quiero volver, tienes que ayudarme.

— Lo haré. No pienso dejarte sola.— sequé sus ojos cuidadosamente.— Tienes que ir al hospital.

— No, no quiero ir todavía. Quiero denunciarlos, ahora. Quiero que vean mis heridas, que noten que de verdad me hacen daño.— me sonrió tan triste que se me formó un nudo en la garganta.

— Vamos.

Ella se alegro, creo que de verdad estaba ayudándola.

— Gracias.— me abrazó.— Por fin seré feliz.— me soltó pero dejó sus brazos sobre mi cuello.— Adoptame.

La miré sorprendida, pero con ternura. Aún seguía conservando su parte infantil.

— Luego de denunciarlos, comenzaremos con la búsqueda de tus padres para que firmen los papeles.

— ¡Si! — me volvió a abrazar.

Era tan vulnerable, tan... frágil. Me gusta esta parte de Emma.

— Ella se va conmigo.

Maldita sea.

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