Sesión 8.

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— ¿Cómo lo supiste? — la miró con asombro.

— Ya te lo dije, yo también lo hice. Solo hay que tener buen ojo y saber escuchar para entender algo.

Aquellas palabras resonaron en la cabeza de Emily por un buen rato, había echo en un minuto lo que ella no hizo en 7 sesiones, descubrir algo poco visible.

— Vamos Emma, no puede ser tan fácil para ti.

— Lo es, créeme. Para ti igual, haz lo que te dije, abre los ojos.— suspiró frustrada volviendo a mirar hacia su derecha.

La mujer no contestó, no sabia que decirle, ¿Cómo contestaba a eso? Gran pregunta.

— Creo, — hizo una pausa.— que deberías darte el lujo de ver más allá de mi cara.

Seguía sin entenderla, sin captar lo que quería decirle. La niña se limitó a dar una sonrisa arrogante y subir sus hombros restándole importancia al asunto.

— ¿Qué quieres que vea? — le habló.— No lo entiendo.— susurró apenas audible.

— Sé que no lo entiendes, pero no puedo decirlo, lo siento.

— ¿Por qué pides perdón?

— Lo veo necesario.— hizo una pequeña pero notable mueca.

La joven solo resopló y se dejo caer recostada en su asiento. Emma lo estaba haciendo muy difícil, demasiado a decir verdad. Se estaba convirtiendo en algo un tanto abrumador, pero para Emily, la niña, había dejado de ser un simple caso.

— Mírame.— pidió.

— ¿Mhm? — volvió su mirada a la mujer con intriga de lo que diría.

— Hagamos un trato.

— ¿Cómo? — rió lo más sarcásticamente posible para ella y se acerco al escritorio.— No creo que estés en condiciones de hacer tratos con tus pacientes, después de todo, no paso de eso, ¿Verdad? — la miró con ojos penetrantes, a la expectativa de la respuesta.

— Dejaste de ser un simple caso, Emma.

— Lo que digas.— volvió a recostarse.

— ¿Quieres o no?  

— Me da intriga, pero no perderé mi valioso tiempo.— la mujer resopló.— ¿Qué? ¿Esperabas qué cayera en tu juego? Llevo 9 años en esto, no lo olvides.

— Solo quiero entenderte.

— Pues dame una hoja y un lápiz, quizás si analizas lo que dibujo me entiendes.— sonrió burlona.

Extendió su mano hacia la mujer y la miro, conectaron miradas, lo estaba pensando, quizás no sería mala idea intentar con algo que no sean las palabras.

¡Beep!

La alarma sonó dándole libertad a Emma.

— Que lastima, y yo que quería dibujar.

Se levanto dejándole a la mujer con un impresionante misterio encima de sus hombros.

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