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Una hora después el Duque y Charles debatían acaloradamente acerca de la educación de los gemelos. La charla había comenzado tranquila, una vez dejado de lado el evento cerca del lago, sin embargo no lograban ponerse de acuerdo.

- Tienen que aprender cuál es su lugar en la sociedad, Charles. Existen reglas que deben aprender, no pueden hacer lo que se les antoje! - Erik bramó colérico.

- Hablas de ellos como si fueran adolescentes y apenas tienen cinco años. Entiendo que tengas que enseñarles reglas y modales, pero también es tiempo de juegos y diversión. - Charles explicó con frustración. Hablar con el Duque y con un muro era exactamente lo mismo.

- ¿Y tú que puedes saber sobre la crianza en la aristocracia? - Erik espetó con furia e inmediatamente se arrepintió cuando vio el destello de dolor que cruzó por el rostro de Charles. Maldita su lengua que se movía antes que su jodido cerebro. - Lo siento, yo no quise...-

- No. Tienes razón, yo no pertenezco al mundo de ustedes pero la infancia es algo que todos compartimos por igual. Y lo cierto es que pasa tan rápido que cuando quieres acordarte ya tienes las responsabilidades del mundo adulto sobre tus hombros. Mi humilde consejo es que no le quites la oportunidad a tus adorables hijos de ser felices en esta etapa de su vida. Eso es todo. - Charles repuso serio, mientras daba un sorbo a su té. A pesar de que era un lujo que pocos podían permitirse, él había descubierto la forma de elaborar sus propias infusiones y disfrutaba mucho de ellas.

- Tienes razón... - Erik sentenció finalmente. Le costaba tener que admitírselo pero lo cierto es que el joven domador estaba en lo cierto. Y ciertamente poseía una sensibilidad para con los niños de la que él mismo carecía siendo padre de dos.

Una leve sonrisa asomó por la comisura de los labios de Charles, y el duque sintió cierto deleite deslizarse por su pecho. Odiaba tener que dar el brazo a torcer, y ahí estaba haciéndolo frente a su principal contrincante en lo que a discusiones respectaba últimamente. Debía concedérselo, el chico era realmente bueno.

- No quiero tener la razón, sólo quería que lo vieses de la misma manera en que yo lo veo. Y una última cosa... ellos te necesitan, Erik. Entiendo que eres un hombre ocupado, pero si tal vez pudieses dedicarles un poco más de tiempo, ya sabes, jugar con ellos, contarles una historia... también te haría bien a ti. - Charles expuso con amabilidad y observó como el Duque tensaba visiblemente las manos alrededor de su taza de té. El asunto con sus hijos era una fibra sensible para él, y Charles temía estar indagando más de lo debido.

- Amo a mis hijos, por supuesto que los necesito. ¡Pero soy un Duque! Y trato de hacer lo mejor, y cuidarlos. Especialmente desde que su madre falleció... - Las palabras de Erik quedaron por un momento suspendidas en el aire, y Charles sintió pena por el dolor que surcaba su bello rostro. El impulso de contenerlo de alguna manera lo invadió, pero con lo cerrado que podía llegar a ser el duque lo mejor sería esperar a que continuara. No quería estropear el momento.

- Ella siempre tenía las palabras justas y sabía como tratar con ellos. Era una gran mediadora entre nosotros, y a su lado era sencillo tratar con mis hijos. Pero desde que se fue yo me siento inseguro, Charles. Intento seguir sus pasos, pero es difícil. No soy como ella. Y temo que algo malo les pase, justo como ella. Podría morir si algo así pasara. - El Duque concluyó con la voz ronca y todo el enojo que Charles había sentido por él en su trato con los gemelos se evaporó, dejando paso a la comprensión y la ternura.

- Lo estás haciendo muy bien. Sólo necesitas un último ajuste, pero creo que tu esposa estaría muy orgullosa de los preciosos hijos que has criado sin ella. - Charles le sonrió con dulzura y apoyó su mano suavemente sobre la mano del duque que descansaba sobre la mesa, frente a él. Ignoró la embriagadora tibieza que subió por su piel, y se sonrojó cuando Erik entrelazó sus dedos con los de él.

- Gracias, Charles. Nadie jamás tiene el coraje para enfrentarme y decirme cuando algo que hago no está bien. Admiro tu coraje, y te agradezco por preocuparte por mis hijos. - Erik repuso mirándolo fijamente. Seguía sin entender como podía caber tanta bondad en Charles, especialmente cuando él difícilmente se la merecía por haberse comportado como un idiota en bastantes ocasiones. Sin ir más lejos la imagen del lago vino a su mente y se sintió como un imbécil. El joven era dulce y noble, y merecía más respeto. Tal vez inclusive podría tener un amigo en Charles, no debía arruinarlo por no poder mantener sus manos quietas.

- No tienes nada que agradecer. Es imposible no querer a Wanda y Pietro. Nada me dará más gusto que verlos más felices contigo. Bueno... tal vez me daría más gusto que mis cerdos mantuviesen la porqueriza limpia por más tiempo, pero ya sabes... es imposible. - Charles sonrió con una sonrisa que hizo retorcer las entrañas de Erik. Hacía mucho no se sentía así. Rió en respuesta a su comentario, y soltó rápidamente su mano de la contraria.

- Bueno, ha sido un placer Charles, pero debo volver a mis tareas. Tendré en cuenta cada palabra que dijiste, y trataré de obrar mejor con mis hijos. - Le extendió la mano, esperando estrechársela y Charles se sintió repentinamente apagado. Acaso habían pasado de un apasionado beso junto al lago, a un frío estrechamiento de manos? Aún así, respondió el saludo y se obligó a sonreír. Erik era un duque, y él un simple granjero. Él mismo lo había dicho, no pertenecían al mismo mundo y debía recordar su lugar como tal.

- Me alegra oír eso. Mucha suerte con ellos. - Charles le sonrió y lo acompañó a la puerta. Erik se subió a su caballo con la gracia propia de un Duque como era, y tras dedicarle una última sonrisa, se despidió con la mano y salió al galope de la granja.

Lo observó hasta que lo vio desaparecer tras lo árboles y dejó escapar un suspiro. Su mente era un mar de pensamientos y sentimientos que no lograba poner en orden. Sin embargo lo que más sobresalía entre tanto tumulto era el beso que Erik le había dado a la orilla del lago. Aún podía sentir sus cálidos labios acariciando los suyos y sus firmes manos sujetándolo sobre su piel desnuda. Jamás había experimentado algo así. ¿Se sentiría así porque había sido la primera vez o porque había sido con el duque? Sea como fuere, Erik no había mostrado indicios de querer retomar nada de ello así que debería olvidarlo.

Él quería encontrar el amor, no ser el amante de alguien importante de quien tendría que vivir en las sombras. Tal vez lo mejor sería hacer de cuenta que nada sucedió y dejar de pensar en el tema.

Tomó una canasta y salió a la huerta a recoger algunas verduras que estaban listas para salir. Tenía que dedicarse a hacer lo mejor que le salía hacer: su trabajo. Ya tendría tiempo para volver a cruzarse al Duque y pensar en como actuar, pero por el momento no sería necesario volver a pensar en él, ni en sus placenteros besos.

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Hola, volví! Perdón la demora, soy un desastre, lo sé! Espero que les guste y prometo actualizar más seguido ahora que terminé Propiedad Privada.

Les dejo imagen de regalo!

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Educando al Duque (CHERIK - AU)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora