12 (Final)

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Tres semanas pasaron desde que Charles se marchó de Eaton Hall, pero para él se sentía como una eternidad.

Había dejado su granja al cuidado de un amigo de su padre que lo conocía desde pequeño y le tenía gran cariño.
Estaba decidido a alejarse de su hogar al menos hasta que Erik lo olvidara y no lo volviera a buscar.

Conociéndolo, sabía que sería el primer lugar a donde iría.

Llegó a la casa de su prima convencido de que había tomado la mejor decisión al irse sin despedirse del Duque, pero conforme pasaban los días se iba sintiendo peor.

Y no ayudaba en nada recordar con suma claridad el beso que Erik y la Condesa se habian dado en su estudio.
La imagen le rompía el corazón.

- Charles... tienes que comer. No has probado bocado. - La suave voz de su prima lo sacó de sus cavilaciones. Ororo se encargaba de que comiera, lo llevaba a caminar por el gran parque de su hogar, e incluso lo obligaba a dar largos paseos con Magneto. Charles sólo deseaba dormir, pero con la enérgica muchacha era imposible. Y lo cierto es que él estaba agradecido por ello. Ella era una gran distracción en esos horribles días que estaba pasando.

- Lo siento, yo no tengo demasiado apetito ahora. - Al ver la decepción en el rostro de su prima, se forzó a sí mismo a sonreír. - Pero... ¡comeré esta manzana que se ve deliciosa! - Exclamó con falso entusiasmo y la muchacha sonrió complacida.

- Estupendo. Come al menos un poco, te hará bien. ¡Estás demasiado delgado! No quiero que desaparezcas. - Ororo lo estrechó en un apretado abrazo, y Charles le correspondió con cariño. La mayor parte del esfuerzo que hacía cada día para levantarse, era debido a su prima. No quería preocuparla. En lo que restaba a él, se sentía prácticamente muerto por dentro. 

- Oye, Charles. Tengo que ir a la ciudad, y no quiero dejarte solo. ¿Quieres venir conmigo? - 

- No, cariño. No te preocupes. Yo estaré aquí, aprovecharé el tiempo para beber té, y leer alguno de tus tantos libros. ¿No te enojas? - Charles le preguntó con dulzura, y tras suspirar, su prima finalmente asintió.

- Está bien. Pero prométeme que te cuidaras, que comerás, y que no saldrás solo. Parece que se avecina una tormenta y no quiero que te enfermes. Yo intentaré regresar, pero si el clima se vuelve imposible, pasaré la noche fuera de casa. ¿Estarás bien? - Ororo lo tomó de las manos, mirándolo como una madre preocupada miraría a su hijo. Charles sintió lástima de que hubiese enviudado tan joven, porque sin duda habría sido una excelente esposa y madre.

- Yo estaré bien, cariño. Ve y has lo que sea que tengas que hacer. - Le dedicó una resplandeciente sonrisa, y ella sonrió.

- Bien. Nos veremos a más tardar mañana en la mañana. Te quiero, Charles. - 

- Y yo te quiero a ti. - 

                                                                       *      *      *

Charles pasó el resto de la mañana leyendo. En la granja, su madre le había enseñado a leer a temprana edad, y había leído cada uno de los pocos tomos que ella había conservado a lo largo de su corta vida. Leer le hacía sentirse conectado con ella de alguna manera, y a la vez lo ayudaba a distraerse.

Y a no pensar en Erik.

Aunque eso resultaba bastante imposible. Por más de que tratara de evitarlo, sus pensamientos iban una y otra vez al Duque, a sus días de felicidad a su lado, a sus besos, a sus charlas. Era increíble como el hombre se había ido ganando su corazón en tan poco tiempo. Charles lo amaba completamente, y para su desesperación, los días no parecían menguar el sentimiento. Al contrario, cada día su amor crecía un poco más.

Educando al Duque (CHERIK - AU)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora