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Charles se quedó sin habla.
Pocas veces en su vida se había sentido tan colmado de felicidad como en ese preciso momento. Y aunque la idea de aceptar la propuesta del Duque hacía que su corazón quisiese bailar en su pecho, sabía que no era lo más apropiado.

Los gemelos no sabían de la naturaleza de su relación, al igual que el resto de las personas que habitaban Eaton Hall, y era demasiado pronto para aceptar semejante propuesta.

Aunque muy por dentro, Charles sabía que difícilmente pudiese aceptar algo así. Él era de la servidumbre, un simple granjero. No tenía nada que hacer junto a un reconocido Duque.

Si tan sólo su corazón pudiese aceptar esa idea.

- Erik, yo... - Charles comenzó algo nervioso, y pronto sintió como los largos dedos del Duque cubrían sus labios.

- No me respondas ahora. Tómate tu tiempo, Charles. Pero prométeme pensarlo... - Las palabras del hombre acariciaron su oído, y Charles cerró los ojos involuntariamente. La mano que cubría su boca volvió a descender hasta su cintura, y permaneció así unos segundos más, disfrutando de estar en los brazos de su amado.

Cuando Charles lanzaba una negativa, no tenía ningún reparo en hacerlo, así que su silencio dio esperanzas a Erik.

Esperanzas que ni el mismo Charles tenía.

*   *   *

Los días fueron pasando con suma tranquilidad, una tranquilidad casi irreal. Y como toda calma que precede a la tormenta, dicha tormenta llegó una cálida tarde de verano. Sólo que no era una tormenta en si misma, si no una persona. Más bien una Condesa. La Condesa Salvadore.

La pesadilla de Charles.

- Pero miren que grandes y saludables están! La ultima vez que los vi eran dos pequeños polluelos llorones! -

Erik soltó una carcajada y para Charles no pasó desapercibida la intensidad con que la joven observó al Duque. Era evidente que se sentía atraída por él, y por supuesto era evidente que no quería a los niños. En ninguna parte de su línea les había dicho un halago.

Aunque le daría el beneficio de la duda. Quizás sólo estaba un poco celoso y por eso veía las cosas tan mal.

- Scott, por favor entra las pertenencias de la Condesa a sus  aposentos, y tú Hank, indícale el camino a los mismos. -

Ambos jóvenes asistieron y cuando Hank estaba por conducir a la mujer dentro de la mansión, ella posó su mirada en Charles.

- Y tú qué esperas? No llevarás también mi equipaje? - Su mirada aguda y su lengua afilada, escondida en un empalagoso canto, dio náuseas a Charles.

- Ángel... Charles cuida de los gemelos. Y además es el  entrenador de mi mejor caballo. - Charles no sabía porque, pero su respuesta le dolió. Lo que era tonto, porque el tampoco quería blanquear lo que tenían. O si?

Charles por primera vez en toda su vida deseó ser alguien más para estar a la altura de las circunstancias.

*   *   *

- Entonces tienes esa cara de culo sólo porque sí? - Logan preguntó con su característico toque sincericida y Charles lo fulminó.

- Sólo estoy concentrado... - Respondió lo más tranquilo que pudo.

Se alegraba de que las cosas entre ellos volviesen a estar bien. Logan se había acercado con una disculpa implícita, y él lo había perdonado. Sólo que justo ahora... se estaba arrepintiendo.

Educando al Duque (CHERIK - AU)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora