El portero y la canción de cuna

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Entre los pensamientos interrogatorios de una mente problemática se encuentra el portero.

Un día lo encontré hablando en la puerta con un desconocido, feliz de la contemplación sana de un ser humano, y no estando encerrado en un apartamento de cuatro paredes, un televisor con muchas noticias que duelen, alguna que otra película clase A que trae su nieto, que se encuentra entre murmullos resentido por la pena ajena a su querido abuelo, de que él no se de cuenta de que los demás sufren por esa pérdida de memoria que lo hace tan insoportable entre una silla y un plato de comida, que sino puede ver el televisor con claridad aún sin haber utilizado sus anteojos, cosa necesaria para su gastada vista que se concentra en libros de geografía temblorosa y natural que él tanto admira, como la National Society de Cheroseen.

El portero ya está jubilado, cansado de las nimiedades, aunque realmente no está seguro si está jubilado por la edad o por enfermedad, casi parece que no entienda la complacencia del ser sin ocupación, ya que se preocupa de sobremanera por la falta de trabajo, de que tiene que hacer o esto o lo otro, que tiene que salir caminar, por el hecho de caminar, y se pasa horas entrando y saliendo, y si tiene que lavar los platos o seguir mirando la tele, si tiene que leer o estar con los nietos.

En cualquier caso, yo vivo en el edificio del portero, trabaja sin trabajar porque todavía cree en el trabajo, en una manutención que realmente necesita, también se aferra a su equipo de fútbol con bravura y quien lo salvara de su terquedad de no ver los partidos de Racing contra Tigre, porque dice que si mira los verá arder. Muchas veces me saluda cuando entro con mi perro o con las manos llena de compras, me mira y me dice " dejame que te ayudo" y levanta como puede una bolsa no muy pesada, pero que digo que lleve esa con una complacencia invisible resaltando que es la más pesada, para que el viejo se encuentre favorecido. Cuando subimos las escaleras hasta el me habla con un tono un poco ruso y medio italiano, que roza la tosquedad, la crudeza.

A veces me habla de su pasado, de como dejo Bielorrusia, abandono Minsk, el pequeño pueblo donde vivía para buscar a su padre en Argentina, dejando de forma inbélica y rudimentaria a su familia, a su hermana, su madre y a su prometida del momento, solos en zona fría de guerra, de falta de calor de la humanidad y de un miedo continuo. Se debe tener en cuenta que lo hizo en tiempos de la segunda guerra mundial, cuando era jodido todo y te hacía el culo en un abrir y cerrar de ojos en medio segundo, que te dejaban desnudo, de pies a cabeza, quizás con una media, a que tengas cuidado de por sí de ellos.

No logró llegar a Argentina, tuvo problemas en el barco que lo traía, a veces dice que fue un huracán, otras dice que es fue una pelea con el capitán tuerto, por un par de comentarios a cerca de su habilidad casi deforme. Cayó en Cheroseen, nunca le gusto, realmente, nunca le gusto Penumbra, que es por lo que muchos recaen en la entrada de Jirbabu y Alegaria, con sus puentes parisinos, sus vistas Alpesas, sus caídas Iguanizante, esas cataratas de color estruendoso que vive en armonía con la ciudad moderna. Aunque el no la ve así, el ya no ve ni recuerda, ya solo se mantiene como una piedra en el agua, dejando que todo le pase pero secó en su interior, con nada o un poco de vida.

Llegamos ya la puerta del apartamento y saluda a mi perro o a la bolsa y baja cantando en bielorruso un canción de cuna que me es imposible de transcribir, ni siquiera de pensar, porque es tan desgarradora, esa entonación para un respiro infantil entre manos de una madre en la pobreza más vampírica que se encuentre, con la piel blanca y pálida por la falta de comida.

Nadie hasta ahora habló de la señora del portero, posiblemente porque aún con ser más joven que él, al menos unos 10 años, que tomaba mate frío o a veces un poco tibio, lo miraba con recelo, mientras acariciaba a un minino, o a un canino chueco que camina moviendo estrepitosamente las patas, se sacude un poco, se deja manejar entre canturreos tontos que le hace la señora mayor, mientras le besa la cabeza y piensa en cómo no está en esa perrera sucia que tanto odio, tanto repudio y malnombro con sus más fuertes ladridos. La señora del portero, nunca se quejo de la condición de locura, su esposo, para ella era inmejorable, porque estaba loco desde hace tiempo, pero era tierno y amable, siempre tenía esa vena de donación, de un trasplante paulatino de cariño que siempre estaba dispuesto a ser el primer voluntario, obviamente con su tiempo y lentitud, aunque quería que todo fuese rápido, que todo fuese en cierta forma rutinario porque es la única forma de ser de los dos ancianos,

Llevaba días sin verlo, sin vislumbrar, sin ver la simple silueta de un señor de casi noventa años paseando por las cercanía de la puerta, hablando de fútbol con los vecinos, era incluso tan conocido que se sacaba fotos, obviamente con un completo desconocimiento de una red social o quien era todos esos números, y digo quién, porque el a ver una sola personita dibujada creía en el único, nunca creyó en los millones.

Y a través de esto la gente del barrio lo empezó a recordar pero nadie tenía esa preocupación, a la cuál parecía que era el único que la atormentaba ¿Estará bien, en quizás su cama, su mesa y su silla al borde de la pared, como queriendo escalar hacia arriba de todo con dulzura?¿Donde estaba la única canción que sabía cantar, esa melodramática representación del oriente norte que ablandaba los huesos a cualquiera?¿Que empezaba en un ritmo lento y empezaba a apurarse, como un niño pequeño que era perseguidos por ojos feroces y mandíbulas hambrientas en una tormenta? Y que no me sorprendería que hablase del hambre animal del chico y el miedo sobrenatural del lobo, porque ambos se esconden de la vista y la ceguera del otro, del miedo irrefrenable que te contrae, y también el miedo se une a ese sin fin de razones y sinrazones, que poéticamente se entremezclan en los pies de una persona expectante.

El portero vivía en el último apartamento, siempre se escuchaba algún grito llano de " viejo rompebolas" y "la re puta madre que te parió" entre algún que otro "que te recontra"...Pero ahora era solo silencio...

Me aventure a acercarme a la cuadrícula que resultaba su hogar, tocó la puerta y se abre lentamente, quizás el deber se insinuaba a mi como una palabra muda y me tocó el hombro para distraerme y llevarse la lógica, porque ni el portero, ni la señora del portero estaban allí, ni en sus diarios apilados, ni en sus libros de política ensimismada en la frialdad obtenida luego de tantas peripecias que sufrió Cheroseen a lo largo de los años, del trayecto de la liberación de alegre caída de capitalismo replanteando de a poco si debían volver por la hipocresía, como tantas cosas, blancas y baratas como unas medias epónimas que tengan manchas de tierra. No había nadie en ningún lado ni lugar, correspondiente a la refriega de sus recuerdos, llegué a escucharlo un poco entre las paredes, otra vez esa canción redoblada en el proceso acompañada por unos redoblantes, que como un marcha lo seguía en un ambiente que oprimía el pecho y vestía color rojo escarlata, no por sangre, sino por alguno de los sentimientos que este presenta, que no son reconocidos, ni siquiera yo pude describirlos, objetando el hecho de que yo solo sentí esa recreación metafísica, solo vi una cálida despedida y de vuelta en mi apartamento estoy escribiendo esto, que resultante esté entre la flecha vocalizadora de sus cañones del alma, de las manos frías de la mañana, que ya despega del horizonte rozando las cascadas que se ven desde la pequeña ventanita que hay en mi simple pieza, con todo papeles y algunos bocetos, esbozados en una borrachera precaria y a lo sumo ineficaz y poco fluida, porque alguien, que al parecer bebe como yo, no es un escritor, es un alcohólico que vive escondiéndose en la mirada del portero y de su señora, y de quizás la vieja canción de cuna, mientras me persiguen los lobos, como siempre a estas horas de la mañana esperando a que recaiga.

Antología de cuentos de un perspicaz charlatán (Ciudad de unos Don Nadies)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora