A las afueras de una Casa Blanca

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Una casa con una mesa y cuatro sillas, seis personas, unas sentadas, otras paradas, aunque no se sabe cuál es cuál entre los giros de este entramado recorrido literario, no sabes quien está parado, quien toma un mapa o quien se fuma un porro...¿Y eso importa?

Solo dijo eso el chico, de trece años, dijo solo "¿Qué hacemos ahora? Con estado de sitio, pero sin estado de sitio, porque la policía no nos busca, vamos hacia ella"

Una señora, vieja y petisita, como un ser roñico en sus cabales y que siempre se la pasa chusmeando "y bueno nene, ¿Que querés?, ¿La chancha y los veinte? No ves que no queda otra que ir a abrirles la puerta, si tocan timbre y no vamos, preguntan a los vecinos...y prefiero que me maten a que el boludo de Roberto empieza a cagarnos, porque ese es un forro" apunta con el dedo al chico "acordate de eso, Roberto es un hijo de su madre, y si vos seguís diciendo que no queda otra, vas a ser también un hijo de puta", la madre del chico, que casualmente es la hija de la señora, dice "Ay mamá, vos siempre tan cínica, para un poquito che, que a la que estas acusando de puta es a mí, tu hija, y de tal palo tal astilla" Aparece la hermana de la madre del chico, que es la tía de este, y la segunda hija de la madre de su hermana "che, che, che,che...Mamá, tranquilízate, que acá Silvi hace lo que puede... No podes ir diciendo cualquier cosa, estamos en estado de sitio" y la señora vuelve "y me decís que estamos en estado de sitio, cuando el nene dice que no estamos, y después se ofende la otra, che, paren un poco ustedes, mocosas muchachas, no tienen nada para decir en contra mía"

La casa tiene muebles, muy pocos libros, la mayoría escondidos, embadurnados en papel de diario y escondidos, enterrados, en el patio de esa casa, en una isla, con helicópteros llegando, escuchando sus hélices cortando el viento con sutileza

La casa es blanquecina, tiene una gran apertura de colores, quizás también, está en un ambiente tan gris y desolado que no la favorece, que le quita el resoplido del hogar, ese que se esconde en las cabezas de los individuos que ya llevan un tiempo viviendo allí, que plantaron sus garras de la memoria donde podían y de tan fuerte que lo hicieron se quedaron enganchadas

En la casa, en cierto momento, es todo movimiento, y que tiene que poner esto acá, que cuidado con los gendarmes, que cuidado con los vecinos, porque ahí nadie se cuida, no se pueden cuidar, porque si no caerían todos como moscas, como seres que se rebajan por el otro, y en un situación así no se puede, no se puede rebajarse para darle la mano a un caído, simplemente le pegas un tiro para que no sufra más, y listo, te vas con la conciencia tranquila, aún con el hecho de no haberte dado cuenta de que quitas a la tierra una de sus semillas, cuando la semilla ya se había acostumbrado a la tierra

Y el hermano menor resopla, siempre quejándose, y que en realidad tenemos que atenernos a entregarnos, a dejar que todo fluya, y es que el niño no entiende, o entiende pero a su manera, la cuál no siempre es la mejor, quizás nunca es el mejor de los casos para que la idea del niño, que inhabituado a la situación, se ponga en marcha buscando una solución, porque su solución no es la óptima, no la es porque su solución tendría que estar en la paz, no en seguir a la guerra, o estar en un estado de paz, no estar en un estado de guerra.

EL abuelo es el único que o está perdido o está cuerdo, o más loco que cuerdo, siempre quiere salir, él quiere ser libre, como dice mucho, que se siente encerrado entre cuatro paredes, y la abuela, la señora le dice, que no, que se quede con su familia, encerrado

El chico es quizás el único que lo compadece, los demás lo hacen, lo miman, lo cuidan, pero el chico lo quiere dejar libre, libre mientras mira los árboles y habla sobre los jacarandá y sobre que las piedras que se utilizan en los empedrados del barrio son de las piedras más antiguas de la Tierra, y que lo repita una y otra vez, y que le diga a una nenita que pasa que se ate los cordones porque se puede tropezar, que se puede lastimar, pero no se da cuenta de que cuando salga, los policías, por distintas cuestiones de lo que era, de lo que fue, el abuelo, un pensador libre, lo acorralarían en una esquina y entre maldiciones se lo llevarían, y la familia sufriría, tanto por él como por sus ideas, y el chico no sabe mucho bien que hacer, piensa que el bien se quedara relegado si el abuelo es libre, que la maldad consumirá lo que los rodea, porque el viejo hablaría de la familia, y todos quiere que la familia sobreviva, pero el viejo está tan encerrado, y está tan metido entre paredes de concreto que ya parece que se mimetiza, que se queda tan quieto que ya no vive como viven todos, vive como vive él, sentado o dando vueltas entre la familia, entre la abuela, la tía, la madre y los hermanos, porque no sabe como salir de allí

El chico incomprendido, que su abuela no comprende, llego a la idea de que se había perdido, como esta perdido el mundo, como estaban perdidos todos

y un día le pregunto a su abuela, a la señora vieja y roñica, aunque era bastante pulcra para su edad, aunque al chico gustaba de imaginarse su ser de esa forma, sucia, como arrastrándose por el suelo por reivindicar sus ideas inútiles como útiles, aunque en cierta medida, él y ella pensaban lo mismo, pensaban en el bien común, en la procesión a otra etapa en la historia social, creando al adulto perfecto que se convertiría la humanidad si supiese donde poner sus pies

"¿Qué es este estado de sitio?" preguntó ella "Sí se llevan a el futuro, te preguntan...Así, sin dar vueltas, ¿que vas a estudiar, que vas a comer, que vas a pensar dentro de un tiempo?..." Se sienta en una de las cuatro sillas, pero aun así no se sabe quien está parado y quien de pie, porque solo sabemos que no sabemos nada, y eso ya es saber algo "Y como lo voy a saber yo, que con estas arrugas y la pila de años que tengo encima, no llegó al futuro, pregúntame, señor militar, sino, algo que quizás le sirva, pero ya daño no me pueda hacer, pregúntame sobre el pasado, porque yo ya estoy lejos de eso" y agita la mano de forma despectiva "Tomenme prisionera por algo que ya no existe, le diría al oficial, si el oficial se dignase a mirarme a la cara o a los ojos cuando me este llevando..."

"Porque Abuela, porque este estado de sitio, no es otra cosa que un no estado de sitio, porque nunca dijeron que no saliéramos de nuestras casas, nos dan libertad de salir y de encontrarnos con ellos, pero solo si los buscamos, y entonces ¿Por que los buscamos tan hambrientamente?, como buscando comida en una época en la que escasea, si simplemente es restar una falta de comisión frente a ellos, de dejar que nos influyan cuando en realidad no pueden, porque el miedo no puede existir en estos días, abuelita, no puede porque nos para, para al pueblo, y acá ya casi no existe, porque el pueblo esta escondido de su soberano, es más, ni sabemos si hay uno, ¿y si todo es un chiste de unos desgraciados? Sería mejor salir y averiguarlo...pero no, no se puede, porque seguimos condicionados a ellos, a sus manos rasposas llenas de sangres, porque le damos más valor a la violencia que a las matemáticas o a las artes o al movimiento de las gentes, porque la violencia es fácil de controlar, tan fácil como jugar conmigo, o tan fácil como seguirme"

Y el hermano menor, luego del discurso, luego de entender que la intolerancia de su hermano no daría para más, al igual que su claro egoísmo y su vanidad, que estaba siendo tolerada por él luego de su largo encuentro de palabras con todos, y bueno, en cualquier caso, no hace falta decir que el niño fue a la puerta, aún con los demás atónitos por su gran verdad, y lo ven abrirla, ven luz y como él sale al exterior.

Luego de unos segundos, todos van acercándose, el hermano por envidia y vanidad, la abuela por admiración hacia su nieto, las hermanas por un aire a salvación y el abuelo por el olor de los jacarandá

Tranquilamente ese día, se escucharon cinco disparos en cercanía de la calle Independencia y la esquina del Trabajador, los cinco estaban muertos, y el viejo aprovecho para honrarse escuchando los pájaros cantar y absorber el conocimiento que su avaricia le había proporcionado. 

Antología de cuentos de un perspicaz charlatán (Ciudad de unos Don Nadies)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora