1. Una mañana como cualquier otra

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Apenas abrió el ojo izquierdo, echado de lado en la cama, supo que había sufrido otra vez ese sueño recurrente. Más que sueño era una pesadilla, y aunque lo haya tenido ya decenas de veces en los últimos meses, siempre era lo mismo: Se despertaba sudando frío y temblando.

Aunque no quisiera creerlo, el brazo que rodeaba su cintura y lo abrazaba desde la espalda, se lo confirmaba. Definitivamente había revivido el momento de la muerte de sus amigos, y ella lo había notado.

Fue en ese momento, que se dio cuenta de la sensación de un pequeño peso en su nuca. Al voltear ligeramente la cabeza la vio a ella, dormida y abrazándolo por atrás. Sonrió ante esa tierna acción, pues solía ser al revés en las noches. Pero ser abrazado de vez en cuando tampoco estaba mal. Miró el reloj. Faltaban siete minutos para que aquel molesto ruido de todas las mañanas se haga escuchar. Despacio, agarró el reloj y lo tuvo en su mano, esperando paciente. Apagó el despertador apenas sonó. Sería él quien la despertara. Como agradecimiento por estabilizar su cuerpo.

Es que, cada vez que Joel tenía esa pesadilla recurrente, empezaba a temblar en sueños. Su cuerpo, de alguna manera sólo se tranquilizaba cuando ella lo abrazaba.

Al voltear y verla cara a cara, lo primero en lo que pensó es que dormida era muy bonita. Se veía tan frágil, tan dependiente... Acercó sus labios y le dio un suave beso a aquella morena de cabello enmarañado que se robaba sus pensamientos desde hacía año y medio, cuando la conoció.

Ella no hizo nada después del contacto. Tenía el sueño pesado. Acercó su rostro para besarla otra vez, pero estando a pocos centímetros vio un movimiento en sus labios y al momento siguiente ella estaba riéndose ligeramente.

- ¿Estabas despierta?

- No, no, ignora mi risa. Prosigue.

- No. Me engañaste. – fingió estar enojado.

- Tu también fingirías estar dormido si eso significa que te voy a besar.

"Odio cuando tiene razón".

Sin más dudas él le cumplió el capricho, besándola otra vez de manera tierna. Cuando ella quiso intensificar el beso (últimamente no pasaban mucho tiempo juntos), él se separó dejándola con las ganas. Ella hizo un puchero.

- ¿Desde hace cuánto estás despierta?

- Media hora.

- Pero...

- Fueron muy fuertes. De verdad, te demoraste cinco minutos en estabilizarte. Antes no demorabas tanto.

- Pero eso no explica el por qué no volviste a dormir.

Rodó los ojos. A veces él se ponía muy preguntón, no podía evitarlo.

- Pasó hace media hora, y empecé a recordar. Por eso no pude dormir...

- Lo siento.

- No, no. Yo puedo decidir si pienso en eso o no. Pero tú no puedes decidir tus pesadillas.

- Pero tú viste el momento, yo no.

Ella le dio una suave bofetada como reprimenda.

- Siempre te preocupas mucho por las cosas.

Escondió la cabeza en el pecho de su amado. Él le acarició el cabello, como solía hacer.

Se quedaron así en silencio durante un buen rato, disfrutando el contacto. Ella estaba en su punto más estresante en el trabajo. Estar con él la desestresaba, y al muchacho lo halagaba mucho escuchar eso. A los minutos volvió a ver el reloj. Se sentó al borde de la cama.

- Se te hace tarde. Iré a prepararte el desayuno.

Noraya sólo atinó a sonreírle, levantando el torso de la cama y logrando que la sábana se le resbale del hombro, mostrando su pecho desnudo, el cual quedó así después de lo que hicieron anoche. El chico también estaba desnudo, así que se puso algo de ropa interior y el pantalón que había dejado tirado.

Reprimiendo los instintos naturales que todo hombre tiene al ver a su novia desnuda, salió de la habitación para que ella pueda lavarse y vestirse tranquila.

Preparó y puso el jugo de naranja y las tostadas con jamón en la mesa, sentándose luego a esperarla. Bajó vestida formalmente, como siempre. Sosteniendo su portafolios y lentes para leer.

- Hoy también será un duro día, ¿no?

- Una conferencia, luego una junta directiva en la que el jefe me pidió que fuera por él. Y estoy atrasada en dos informes. Voy a odiar este día.

No le respondió, sólo la vio comer con prisa su tostada y casi ahogarse con el jugo.

- Vamos, te llevo – le dijo él cuando la vio terminar de comer.

Sacó la moto, y se subió. Noraya fue atrás. Se pusieron los cascos y partieron. Era rutina de todos los días, la llevaba en moto a la estación de tren, de modo que reducía el tiempo de viaje y podría levantarse algo más tarde.

- No vallas tan rápido – le dijo mientras se sujetaba fuertemente de su cintura.

A él le gustaba la velocidad. Solía hacer carrera de motos con sus amigos a altas horas de la madrugada, hasta que un día uno de ellos se cayó de la moto. Hasta ahí bien, pero su ropa interior de alguna manera se enganchó a los fierros de atrás y bueno, el resto es obvio... a altas velocidades. Marcos sobrevivió de milagro.

- ¿De qué te ríes? ¡Concéntrate! – le gritó Noraya para que la escuche, en medio del trayecto. Es que él se había reído con los recuerdos.

Al llegar a la estación, ella bajó y se despidió con un beso, pero cuando se volteó para irse, Joel la sujetó del brazo.

- ¿Qué pasa?

- Hoy iré a verlos.

Se quedó callada un momento. Luego bajó un poco la mirada.

- ¿Seguro?

- Sí.

Entonces, él alargó la mano izquierda y sujetó el mentón de la muchacha.

- ¿Qué tal si esta noche paso por ti y te llevo a una cena romántica?

- Está bien - ella le mostró la sonrisa que a él tanto le gustaba.

- Queda. Ahora anda, que se te hace tarde. – le dijo él, dándole una pequeña nalgada, no sin antes asegurarse de que nadie vea.

- ¡Oye!

La vio subir al tren, y luego partir. Entonces puso en marcha la moto para regresar a casa a recoger algunas cosas.

"Ahí voy, chicos. Espérenme"


Noraya & JoelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora