Capítulo 12

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Cuando entró al elegante y lujoso edificio, el vigilante a cargo simplemente le saludó con una sonrisa y un leve gesto de sus manos. Días atrás Magnus había dado la orden de que le dejaran pasar siempre que quisiera, sin importar la hora o cualquier otra circunstancia. Él había insistido en que nada de eso era necesario, pero ahora agradecía aquella iniciativa, nunca pudo imaginarse en una situación similar antes, sintiéndose tan vacío y perdido. La decepción era un sentimiento desgarrador, experimentarlo era difícil, mucho más tratándose de personas, que se supone, deberían estar a su lado, apoyándole, no llenándolo de más inseguridades.

Fue directamente al ascensor y minutos después ya estaba en el interior del departamento. Hasta ese momento pudo sentir de nuevo el ritmo normal de su respiración. Todo estaba en silencio, así que asumió que Magnus no estaba, confirmándolo poco después, cuando lo buscó por todo el lugar y no fue capaz de encontrarlo. Sintiéndose presa del cansancio, tanto físico como emocional, se dejó caer sobre uno de los sofás en la sala de estar, y se quedó mirando directamente al techo, deseando entonces que su cabeza quedara en blanco al menos por unos segundos. Pero las voces, las palabras y los reproches de su padre le hacían eco en la mente. Pasó años tratando de convencerse de que no le importaba lo que los demás llegaran a pensar sobre lo que era, pero de hecho le importaba cuando se trataba de su familia, especialmente por su deseo infundado de enorgullecer a su padre.

—¿Alexander?

Se estremeció al escuchar la voz de Magnus y se incorporó para mirarlo, un claro brillo de disculpa destellaba en sus ojos. Él se veía cansado, pero no menos impresionante, Alec se sorprendió al permitirse observarlo más detenidamente y darse cuenta de que no vestía uno de sus formales trajes de siempre, en cambio, una camisa de color azul oscuro adornada con botones brillantes se ceñía a los músculos de su torso, el pantalón oscuro que le cubría desde la cintura le daba una mejor vista de sus trabajadas piernas, y el abrigo negro junto a la bufanda vino tinto, que le llegaban hasta las rodillas, complementaba perfectamente el atuendo.

Magnus era, sin duda, el hombre más hermoso que Alec había visto jamás. Tuvo que sacudir la cabeza, alejando aquella burbuja de pensamientos antes de permitirse hablar.

—Lo siento —fue lo único capaz de decir.

—¿Pasó algo con tus padres? —Magnus se sentó a su lado. Podía sentir su mano dejando suaves caricias en su espalda, y se fundió en la tranquilidad que aquel gesto le producía—. ¿Hace cuánto estás aquí? ¿Por qué no me llamaste? Hubiese podido venir enseguida.

—Están aquí porque vieron algo sobre nosotros en una revista —susurró, la sola mención lo hacía sentir incómodo—. Creen que conseguí mi puesto en F&B porque me estoy acostando contigo.

Magnus parecía estar procesando la información. La mano que acariciaba su espalda cayó a un costado, y enseguida se arrepintió de haberle contado todo eso. Él ya estaba lidiando con demasiadas cosas como para añadir a su amante patéticamente sufrido por la poca aceptación que recibía de su familia.

—Debí decirte sobre ese artículo —dijo él, por fin.

—¿Sabías sobre eso? —Alec no estaba sorprendido, tampoco molesto. Simplemente no sabía cómo sentirse.

—Me enteré por Catarina —dijo Magnus, evitando su mirada—. Pensé que sería mejor que no lo supieras, sé que no te gusta ese tipo de atención, lo siento.

Alec resopló.

—Bueno, al menos ahora sé por qué todos en la empresa han estado murmurando sobre nosotros. —Trató de que aquello no se escuchara como un reproche, pero no estaba seguro de haberlo conseguido.

The search for love, but finding fear » malecWhere stories live. Discover now