Era más de media noche, a esa hora ni los muertos están cerca de esa bodega abandonada a las afueras de la ciudad; completamente sucia, polvorienta y enterrada entre la maleza del lugar, cualquiera que estuviera cerca se la pensaría más de diez veces antes de tan siquiera mirar. El lugar perfecto para matar.
- Vamos, es muy fácil, tienes dos opciones: decirme qué sabes o… decirme qué sabes.
El chico amarrado y amordazado en esa silla de madera a punto de romperse en pedazos no podía dejar de pensar y preguntarse ¿Cómo demonios llegó ahí? Nunca creyó que vender pequeñas bolsas de cocaína cuando tenía 16 años lo llevarían a estar enfrente de esa chica no mayor de 18 años, o al menos sabría su edad si pudiera verle los ojos, pero lo único que podía ver era esa media sonrisa relajada rojo intenso, muy característica de la dama roja. Nunca creyó que podría tenerla parada a un metro de él decidida a matarlo si no le decía lo que quería. Desde que supo de la existencia de esta chica siempre tuvo el deseo de verla en persona, y ahora que está aquí, no puede pensar otra cosa más que orinarse en los pantalones.
- ¿Estás dispuesto a decirme lo que quiero?- preguntó la dama roja con su voz tranquila y firme. Este chico era verdaderamente joven para acabar de esta manera pero… así era esto.
Él asintió, estaba aterrado, sólo tenía 17 años y su mamá estaba tan enferma, no quería morir, o al menos no así.
- Dam, quítale la mordaza.- ordenó a su fiel compañero quien inmediatamente obedeció.
- Así está el asunto Daniel, te voy a hacer una sola pregunta, y la vas a contestar correctamente. No hay tiempo para errores, no es por nada pero este lugar de verdad apesta, así que me respondes lo que quiero y nos vamos todos de aquí.
Daniel instantáneamente se relajó un poco al escuchar las palabras que salieron de esos labios rojos. La dama roja se percató de esa mirada con esperanza, si supiera, de aquí solo van a salir dos personas, y él no va a ser una de ellas, le conteste o no.
- Yo… yo… no sé dónde está, yo solo recibo órdenes del escorpión… no tengo ningún contacto con El Jefe…- Daniel estaba tartamudeando y temblando más que alguna vez en su vida.
- Mis fuentes no me dijeron lo mismo danny… te dije que no tengo tiempo para estupideces.
En ese momento Daniel pudo darse cuenta de un destello que no había visto antes: el brillo de una pistola que se reflejaba por la leve luz de la asquerosa lámpara a unos centímetros de su cabeza. Empezó a temblar más y a sudar completamente frio.
- Te… te estoy diciendo la verdad, yo no sé nada de él… jamás lo he visto, sólo al escorpión… pero no sé dónde está, siempre nos encontramos en un lugar más lejos de aquí… en en la fábrica que está cerca, no me acuerdo como se llama… por favor, por favor no me mates… es todo lo que sé.- el chico estaba balbuceando con desesperación, con pequeñas lagrimas saltando de sus ojos.
- Te creo Danny… pero desgraciadamente tu tiempo se acabó.
En ese instante dejó ver su cara completa, rubia y de unos ojos azul celeste brillantes y completamente hermosos. En ese instante se dio cuenta de que iba a morir con esa hermosa cara en la mente, siendo lo último que vería.
Firme y sin titubear la Dama Roja levantó la pistola, apuntando directamente a su cabeza y regalándole una última sonrisa, disparó.
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Te conozco.
FanfictionPerfecta, pura e inocente. Mala, desalmada y oscura. Dos personalidades completamente diferentes para una sola persona.