La cabeza la estaba matando, eran como miles de agujas transparentes clavadas en su cráneo. Pero estaba bien, ella sabía que se lo merecía; se clavaba más las agujas mentalmente.
Sus manos temblaban levemente, no lo sentía, pero se dio cuenta por las pequeñas ondas que hacía el café de entre sus manos. Cerró sus ojos fuertemente, y dejó la taza de café en la barra donde estaba apoyada; ahora que se concentraba mejor, podía sentir como todo su cuerpo temblaba, no mucho como para no ser normal y alarmarse, lo más seguro es que fuera otro efecto de la espantosa cruda.
La puerta de la cocina se abrió abruptamente y chocó contra la pared haciendo un fuerte sonido; Ileana cerró más fuerte los ojos, sonidos fuertes y bruscos con esa jaqueca, no eran la mejor idea.
Damián cruzó por la puerta con una pequeña bolsa de farmacia en las manos. La rubia no podía adivinar cual era su estado de ánimo, desde que despertó en la cama del moreno, no lo había visto hasta ese momento; aunque lo que si puede asegurar es que no durmió en la misma cama que ella.
–Te compré algunas cosas para el dolor de cabeza que seguramente tienes.– informó cortante y se dirigió a la alacena para sacar un vaso y servir agua.
Nunca la miró; eso era suficiente para que Ileana supiera que estaba más enojado que el mismísimo demonio, podría verse tranquilo, pero no lo estaba. Sólo lo había visto así dos veces antes, pero no por culpa de ella; eso la hacia sentir realmente peor, ahora hasta podía sentir un raro hormigueo en la parte trasera de su cabeza que la hacía marearse.
Damián dejó el vaso con agua enfrente de ella y salió de la cocina.
La chica suspiró y decidió tomarse lo que le trajo antes de hablar con él, además de que ya no soportaba el dolor y el leve temblor del cuerpo.
Ileana salió de la cocina y rápidamente encontró al chico sentado en su costoso sillón, tratando de buscar algo interesante en la televisión. Se sentó a su lado un poco incómoda, él ni la notó, o eso parecía.
–¿Puedes decirme algo? por favor.– pidió la chica con la voz baja.
Después de unos segundos en silencio, el moreno contestó:
–Puedo, pero no quiero.– y con eso volvió a cambiarle de canal.
–De alguna manera, ya lo hiciste.– dijo mirándolo a los ojos, los cuales parecían tener una especial atención en el programa de cocina.
Esperó a que él dijera algo inteligente que ella pudiera devolver con facilidad, pero a cambio de eso, sólo se ganó un movimiento de cabeza sin mucho interés.
Ileana no sabía que sentir en ese momento, si rabia, o culpa; tal vez una combinación de los dos sentimientos.
–Damián mirame, estas actuando como un niño, tienes 21 años, no 10.– al parecer la rabia por la indiferencia del chico, logró sobresalir de su culpa.
–Y tú ya casi tienes 20, no eres una estúpida adolescente ebria que se larga con el primer imbécil que se le cruza en frente.– explotó mirándola fijamente ahora.
–Lo sé y lo siento, no quería beber, pero no sé como pasó...–
–¿Es enserio? necesitas una boca, unas manos y un cerebro para beber, y parece que sólo tienes las primeras dos, ¿No sabes como pasó? no se necesita mucha ciencia para saber como.– se levantó del sofá tirando el control remoto a cualquier lugar sin importarle. Ileana lo siguió.
–¡Ya dije que lo siento! no volveré a tomar.–
–Es que ese no es el problema, Ileana. El puto problema es que lo hayas hecho con ese idiota que no conoces y en un lugar obviamente desconocido hasta para mí. ¿Como te iba a proteger si no sabía donde estabas?– entró a su habitación seguido de la chica y se quitó la camisa para poder ponerse otra más formal. –Estuve buscando como un maldito loco por todos los bares mientras llamaba a nuestros conocidos, si Dylan no me hubiera contactado antes, no sé de que manera se hubiera aprovechado ese tipo de ti. No me da buena espina Ileana, desde la primera vez que lo vi, y no quiero tratar de controlarte, pero te sugiero que te ajeles de él.–
–Ya lo había pensado y de verdad que mi plan era saber algo de Harry, no sé, algo que no cuadrara con él; pero cuando te digo que no sé como pasó, es porque te estoy diciendo la verdad. No sólo estaba ebria, yo creo... no, más bien, sé que me drogaron o algo pusieron en mi bebida para que me emborrachara más rápido, pero no quería.– paró de hablar y suspiró sentándose en la cama con las manos en la cabeza, el dolor estaba disminuyendo, pero de todas maneras era molesto.
Damián hizo todo el esfuerzo que su mente y cuerpo podían, para no caer en la sensibilidad de verla así; además de miedo por su seguridad, eran celos, celos de que ese chico logre meterse en la cabeza de Ileana con mucha facilidad... y lo peor era que parecía que ella no trataba de evitarlo.
La chica se paró de nuevo y se acercó peligrosamente a él.
–Ya no estés enojado conmigo, por favor. Di alguna tontería de las que sueles decir y relajemonos.– dijo suavemente pasando sus delicadas manos por todo el pecho de él.
A pesar de que Ileana siempre pensó que Damián la quería sólo como amigos, sabía muy bien que tenía un gran poder sobre él, una debilidad. Con sólo un toque, o una simple mirada, Damián estaba a los pies de ella... pero esta vez no.
Quitó sus manos lo más suave que pudo de su pecho y se separó.
–¿Por qué te paleaste con tu mamá?– preguntó repentinamente sentándose en un sillón gris cerca de la gran ventana.
–¿Qué te hace pensar que lo hice?– preguntó un poco enojada, por la pregunta y porque literalmente la rechazó.
–Es muy obvio, además de que tu papá me lo dijo.–
–¿Qué? ¿Cuándo hablaste con mi papá?–
–Ayer en la noche te fui a ver, entré a tu cuarto y encontré la nota que le habías dejado a tu papá y él me vio ahí. Creí que iba a golpearme o algo así, pero sólo me dijo que te buscara y le dijera si estabas bien.–
–Pero...–
No la dejó hablar.
–Después de traerte inconsciente a mi casa, lo fui a ver, tu mamá ya estaba dormida y ni en cuenta de que tú no estabas... Y tu papá me contó lo de su pelea. Él siempre supo que seguiamos viéndonos.– terminó de decir y la miró.
Ella no sabía que decir, en realidad ¿Qué podía decir? ya lo sabía de todas maneras.
–¿Y si ya lo sabes, para qué preguntas?–
Se encogió de hombros y se levantó del sillón.
–Da igual. Tenemos que ir con Rocco.– sacó una chamarra de cuero de su armario y se la puso.
Ileana lo miró mal.
–¿Y crees que me voy a ir con una simple camiseta tuya?–
–En el piso está tu ropa vomitada, si te la quieres poner.– y empezó a caminar hacia la puerta.
Era suficiente para Ileana, se estaba comportando como un completo idiota. Caminó rápido hacia él y lo detuvo.
–Ya basta Damián, fue sólo un error y no pasó nada. ¿Puedes calmarte ya?–
El chico suspiró.
–Te llevaré a tu casa.–
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Te conozco.
أدب الهواةPerfecta, pura e inocente. Mala, desalmada y oscura. Dos personalidades completamente diferentes para una sola persona.