EL PÚLPITO

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Caminó sin descanso hasta que el camino terminó. No podía seguir más allá. Una montaña cortaba el paso. No había nada, tan solo roca a su alrededor. Oki, sentado en el hombro derecho de Lyla, divisó un águila que sobrevolaba por encima de ellos. El águila hizo una espiral con sus enormes alas extendidas y bajó para posarse en un saliente de la montaña frente a Lyla. Los duendes estaban asustados, pero Lyla estaba fascinada. Nunca había visto un águila de tan cerca y ahora la tenía frente a ella: el plumaje negro y brillante, excepto en la parte del cuello que era blanco; el pico amarillo como el oro y ojos transparentes como el agua. Lyla, miraba fijamente al águila y ésta miraba del mismo modo a Lyla, como en un desafío. 

– ¡Hola! —dijo el águila—. Soy Adler el centinela. Te estaba esperando.

Con un batir de alas se posó en el filo de la montaña. Con una de las alas invitó a Lyla para que se acercara. Cuando llegó a donde estaba el águila, los ojos no se le podían abrir más de la maravillosa vista que le brindaba aquella altura. Se podía ver todo Hades: el lago de las mariposas, los Bulcs, el bosque de la aldea Egel, la aldea Draco, y muy a lo lejos como una mancha, se distinguía su hogar. Uki, con sus diminutas manos, secó una lágrima que descendía por el rostro de la triste niña y ésta se avergonzó. El águila dio media vuelta, extendió sus alas y con un vuelo raso y elegante se colocó frente a una gran piedra. Giró la cabeza hacia atrás para comprobar que Lyla estaba junto a ella. Abrió las alas batiéndolas con gallardía hacia delante y atrás. En ese preciso momento la enorme piedra se movió dejando al descubierto una cueva que se perdía por el interior de la montaña. Se adentraron en la cueva y caminaron hasta llegar a una gran sala. Una mesa redonda de piedra arcosa estaba en el centro de la sala. Sobre ella, cuatro piedras marcadas con una letra cada una de ellas.

– Tienes que colocar las piedras en el lugar correcto para que el viento vuelva a fluir por la montaña y llegar a todos los rincones de Hades —dijo Adler.

Lyla cogió una piedra y empezó a darle vueltas mirándola detenidamente. Observó que había una “S” marcada. Cogió otra y realizó la misma operación. Pudo comprobar que había una “E”. Las otras dos estaban marcadas con una “N” y una “O” respectivamente. Después miró las paredes de la sala. 

– Yo he visto antes esto —dijo Lyla señalando con el dedo por toda la sala.

– ¿Qué has visto? —preguntó Oki.

– Esto. Es un círculo con triángulos en el interior y el vértice señala hacia el círculo. Este dibujo lo he visto antes pero no recuerdo donde.

Continuó girando sobre sus pies mirando las paredes de la sala. De pronto, su mirada se detuvo. Se acercó sin parpadear hasta la pared y leyó: “Gregario”

– ¡Es la Rosa de los Vientos! —gritó sobresaltando a los duendes.

– ¿Qué? —preguntaron a la vez Oki y Uki.

– ¡La Rosa de los Vientos! —exclamó risueña mientras se dirigía a la mesa de piedra—. Mi padre me habló de ella y me hizo un dibujo de la rosa —cogió una de las piedras de la mesa y la miró. Tenía la “E” marcada—. Un día me fijé que a veces la ropa que mi madre había tendido se movía hacia un lado y al rato se movía hacia otro. Cuando llegó mi padre de la herrería le pregunté por qué ocurría eso —volvió a observar la piedra—. Entonces, cogió una hoja y un lápiz y dibujó la Rosa de los Vientos. Después me explicó que ocurría porque el viento podía soplar de varios lugares. En el dibujo empezó a escribir unos nombres muy raros. Cuando terminó de escribir me contó que así se le llama al viento según de donde proceda —recorría toda la sala de un lado para otro mientras le contaba la historia a los duendes. De pronto se detuvo, retrocedió dos pasos y leyó una palabra en la pared—. Eso es. Cuando el viento sopla del Este, se llama Levante.

Arriba del nombre había un hueco con la misma forma que la piedra que Lyla llevaba en la mano. Con mucho cuidado la colocó. Corrió hacia la mesa y cogió otra piedra. Estaba marcada con la letra “N”.

– ¡Tramontana! —exclamó y empezó a buscar el nombre por las paredes de la sala. Cuando lo encontró, puso la piedra en su lugar. Regresó a la mesa y cogió otra piedra—. ¡Mediodía!

– ¿Hay un viento que se llama Mediodía? —preguntó sorprendido Uki—.

– Sí. En realidad se llama “Migjorn”. Es el viento que sopla del Sur—Fue directamente al lado opuesto de la sala donde había colocada la anterior piedra. Colocó la piedra y fue a por la última—. ¡Poniente! El viento del Oeste.

Cuando hubo colocado la última piedra, miró al águila. Con el gesto de un ala animó a Lyla a que se acercara para mirar por una de las ventanas de la sala. Había cuatro enormes rocas. Una de ellas empezó a moverse, girando sobre sí misma. Después, otra y otra. Al girar la última roca se vio el dibujo que había en ellas: en la primera, una espiral; entre la segunda y la tercera, un circulo con tres espirales en su interior; y en la cuarta, otra espiral. 

– ¡Mirad! —dijo Oki señalando hacia las piedras desde la repisa de la ventana.

Las espirales empezaron a girar como una peonza. Cada vez giraban más deprisa hasta el punto que no se distinguían. Lyla notó una dulce y suave brisa en su fina piel. Un escalofrío se apoderó de todo su cuerpo. El cabello amarillento de Lyla era balanceado por la brisa, que cada vez era más intensa. La brisa se convirtió en viento; el viento se transformó en ventisca; la ventisca, en vendaval. El viento del Norte, el del Sur, junto con los vientos del Este y el Oeste, se unieron en uno solo fluyendo por el valle para llegar a todo Hades.

– En la mesa de roca apareció una piedra. Lyla, después de mirar a Adler, cogió la piedra y la guardó en el zurrón junto a la otra.

– ¿Cómo podemos bajar lo más rápido posible hasta la aldea? —preguntó Lyla.

– Yo te bajaré —respondió Adler—.

Salió fuera de la sala por el mismo pasillo por el cual habían accedido. Se colocó en el filo de la montaña y batió sus alas con fuerza al tiempo que emitía un sonido agudo que se repetía por toda la montaña. 

– ¡Subid! —dijo Adler desplegando un ala y apoyándola en el suelo a modo de rampa.

Adler se había convertido en una gigantesca águila. Lyla subió rápidamente a lomos de Adler, se agarró fuerte al plumaje blanco del cuello y respiró profundamente. Adler empezó a mover las alas y se lanzó al vacío. Caía en picado hacia el agua con las alas abiertas. Faltando pocos metros para llegar al río alzó el vuelo, viró hacia la izquierda y se dirigió a la aldea Bulc.

EL MUNDO DE HADESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora