EL ÁRBOL DE LA VIDA

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Volaron velozmente surcando el cielo de Hades. Atravesaban las nubes como los rayos en un día de tormenta. Lyla divisó el árbol desde lejos y un gran número de diminutos seres. El dragón cesó el aleteo y comenzaron a descender. Antes de tocar con sus patas el suelo batió sus alas levantando una gran polvareda. Lyla saltó del lomo del dragón. Una multitud la estaba esperando. Entre ellos descubrió al rey Imre y al señor Etron. Los dos se acercaron a la niña. Imre dejó caer suavemente la mano sobre la cabeza de Lyla y agradeció el esfuerzo de la pequeña. Imre se hizo a un lado dando paso al señor Etron.

– Serás un buen guardián. Es hora de despedirse, pequeña.

Apartó su robusto cuerpo despacio y aparecieron los padres de Lyla. Una gota se deslizó por el rostro de Lyla. Pensó que sería una gota de sudor, pero al llegar a los delgados labios notó el sabor salobre y supo que era una lágrima. Después de esa gota cayó otra y otra. Lyla salió corriendo hacia sus padres con los brazos abiertos en cruz, los ojos bañados en lágrimas. Se abrazó fuertemente a su madre. Irina la apretó contra su pecho con fuerza mientras la besaba por todas partes. Eneas, que se veía un hombre fuerte y poco sentimental, cogió con sus ásperas manos el rostro empapado en lágrimas de Lyla, lo apretó con fuerza sobre su pecho y rompió a llorar.

– Ha llegado el momento. Las piedras están colocadas —se oyó la voz del señor Etron.

Eneas dejó de abrazar a Lyla. La cogió por los hombros y con toda la firmeza y tranquilidad que pudo reunir dijo:

– Estoy  orgulloso de ti, hija.

– Amla me lo contó todo, papá —dijo Lyla—. Pero no me importa donde nací. Vosotros me habéis cuidado y no os olvidaré nunca.

Ante la revelación, Eneas inclinó la cabeza avergonzado. La volvió a levantar y llorando como un niño cuando le quitan su juguete preferido dijo:

– ¡Te quiero, Lyla!

El señor Etron tomó a Lyla de la mano y la apartó de su padre llevándosela hacia el árbol.

– ¡Papá! ¡Mamá! —gritó Lyla mientras se alejaba de sus padres.

Lyla extendió el brazo intentando coger las manos de sus padres mientras el señor Etron la llevaba casi a rastras. Irina se abrazó a Eneas llorando desconsoladamente. Llegaron al árbol. Las piedras estaban dentro de un cubo formando un círculo.

– Extiende la mano —ordenó el señor Etron.

Lyla estiró la mano por encima del cubo y el señor Etron pinchó el dedo índice con una especie de aguja. Una gota de sangre brotó y fue deslizándose por la suave piel hasta caer dentro del cubo en medio de las piedras. En ese instante una luz intensa salió del cubo. Etron se hizo a un lado. El cubo se despegó del suelo ascendiendo como un ave que alza el vuelo. 

– ¡Lyla, hija! ¡Te queremos! —gritó su madre.

Lyla miró y vio como sus padres caían de rodillas al suelo rotos por el dolor de perder a su niña. Lyla quiso salir corriendo para unirse a sus padres pero tenía que cumplir su destino. El cubo estaba en lo más alto del árbol. Entonces, el tronco se abrió. Lyla miró a su alrededor: sus padres lloraban abrazados; Uki y Oki estaban abrazados subidos en una pequeña roca; Byore, Yladh y Ervo estaban junto a los duendes e hicieron una reverencia señorial. Lyla entró en el árbol. Las nubes grises desaparecieron dejando brillar al sol en todo su esplendor. La luz del cubo se apagó y las piedras salieron despedidas cada una a su lugar.

El tronco se cerró y el cuerpo de Lyla se fundió con el árbol en un solo ser. Irina y Eneas se acercaron al árbol entre sollozos. Irina se abrazó al árbol. Eneas quiso hacer lo mismo pero algo lo detuvo. Una de las ramas del árbol se movió hasta colocarse en el hombro de Irina. Ésta, asustada, se apartó del árbol. Entonces, en el tronco apareció la cara de Lyla.

– Cada vez que llueva, cuando el fuego os de calor en el frío invierno, cuando el viento sople y florezcan las flores en primavera, recordad que soy yo quien lo realiza para mantener el equilibrio y así “El Árbol de la Vida” pueda vivir por siempre —dijo Lyla sonriendo.

Irina y Eneas se unieron en un abrazo despidiéndose de su pequeña. La rama del árbol volvió a su lugar, el rostro de Lyla se desvaneció del tronco y hojas verdes como la esmeralda brotaron por todas las ramas hasta convertirlo en un hermoso árbol. 

El equilibrio se había restaurado y Hades vivirá en armonía por siempre jamás.

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