"Las rosas parecieran ser una metáfora de la vida: unos viven en los pétalos, otros mueren en las espinas". Diego Américo
De prisa y sin pausa, sin mirar atrás, sin volver, sin perdonar, sin esperar, sin obstáculos corre y corre el tiempo velozmente dejándolo todo sin contarle a nadie su destino. Él se debe a sí mismo, a su afán, a su no querer estar, a sus ganas de llegar, no sabemos a dónde, quizás desesperado quiere avanzar para simplemente volver a empezar.
No hay tiempo en el tiempo, todo lo deja a su suerte, usa el olvido para el recuerdo, llega sin saludar y se va sin avisar, vive en el pasado y en el futuro, está por instantes en el presente, está para no durar, aprueba y desaprueba, desespera en la espera, anima y desanima, aparece y desaparece, aprecia y desprecia, se justifica en el momento eterno.
El tiempo nos fue dado para no tener tiempo, no contar con él, no esperar en él, no abrazarnos a él, no caminar con él, no vestirnos con él, no estar con él, no comer con él, no hablar con él, no creer en él, no sentarnos con él; pues, no tiene más medida que su propia prisa por llegar a su infinito volver a comenzar.
Es el tiempo sinónimo de eternidad, pero a la vez, amigo íntimo de la brevedad, enemigo encarnizado de la generosidad, conocido predilecto del instante, compañero único del caminante, disipador del encuentro, jefe extinguidor del momento, amante del enredo y el desenredo, creador y destructor del cuento, hacedor esplendido del humano vericueto.
Sin medida es el tiempo en su eternidad, siendo la vida humana que lo circunscribe a periodos que se suceden una y otra vez, dando lugar a segundos, minutos, horas, días, semanas, meses, años, siglos y milenios. El tiempo se queda por siempre en su perpetuidad y la vida humana en los periodos contables de dicha continuidad.
Así que, lo importante no es que el tiempo avance, pues, esa es su tarea: pasar y volver a pasar. Lo que realmente interesa es lo que pasa dentro del tiempo, medido y contado por la vida humana para el trabajo diario en busca de la felicidad.
Según esto, la vida sería el tiempo que tardamos en ganárnosla, pretendiendo alcanzar nuestros sueños y anhelos que nos diferencia de los demás, pero que a la vez nos entrelaza bajo la misma dignidad humana.
Podría ser esa una definición de la vida: el tiempo que tardamos en buscar y encontrar lo que estamos llamados a ser y por ende a hacer hasta el último día de nuestra vida.
Debes comprender que la vida no se presenta igual para todos los seres humanos bajo ninguna circunstancia. Esto es importante para entender la buena vida de otros y quizás la muy luchada tuya o de quienes la padecen en abundante escasez.
La vida está determinada por el tiempo que la comprende. Esto se advierte, cuando Dios dice: "Mientras la tierra permanezca, no cesarán la sementera y la siega, el frío y el calor, el verano y el invierno, y el día y la noche" (Génesis 8:22 RVR 1960). De esto se concluye, que debajo del sol todo está para ser manifestado en su debido y fructífero tiempo.
Está el tiempo para sembrar y recoger, para estar mal y estar bien, para tener y no tener, para vivir y morir. Todo tiene su tiempo debajo del sol que alumbra el planeta tierra.
Si una rosa representase la vida, habría que aceptarla con sus pétalos y espinas. Unos tienen otros no tienen, unos ríen otros lloran, unos alegres otros tristes, unos saciados otros hambrientos, unos con ropas otros desnudos, unos instruidos otros sin educación, en fin, unos viviendo en los pétalos y otros muriendo en las espinas.
La vida condena a los humanos a vivir en el mismo mundo en el que se acentúan las diferencias entre unos y otros. Esto tiene su razón, ninguno ha nacido para vivir la vida de otro, cada uno nació para vivir su vida, y es suya la responsabilidad de acomodarse en los pétalos o en las espinas de la existencia por la que debe con esfuerzo y valentía luchar.
Si todas las personas estamos llamadas por mandato Divino a dar fruto, es decir, ser lo que estamos llamados a ser, en otras palabras, cumplir con nuestro propósito, ¿por qué no todos cumplimos con ese mandato? Nos acercaremos a su respuesta.
Dice Génesis 1:27-28 RVR 1960: "Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó. Y los bendijo Dios, y les dijo: fructificad y multiplicaos; llenad la tierra,...".
La palabra crítica de la bendición de Dios es "fructificad", si usamos otra palabra podría ser alguna de las siguientes: progresar, desarrollarse o producir.
De la escritura traída a estudio podemos concluir: todo ser humano está llamado a ser fructífero por mandato de su Divino Hacedor. Pero un árbol solo puede llevar fruto si está sembrado en buena tierra, preparada, abonada y cultivada. Así, solo podemos progresar, desarrollarnos o producir, es decir, dar fruto, si caminamos bajo nuestro propósito.
Puedes estar comiendo y bebiendo del trabajo de tus manos, pero quizás no estés llevando fruto. Todo ser humano está llamado a fructificar solo si permanece en buena tierra, preparada, abonada y cultivada: el propósito. Camina en tu propósito y recogerás el fruto que te permitirá pasar de las espinas a los pétalos de tu vida.
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TU VIDA -RECORDANDO LO OLVIDADO-
EspiritualEn este libro encontrarás reflexiones prácticas sobre aprender a vivir, escucharte a ti mismo, vivir en tu propia vida, instruirte para no destruirte, vivir en el amor, buscar tu felicidad en el lugar correcto, dejar de explicar tu vida a los demás...