Capítulo Tres: ESCÚCHATE A TI MISMO

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"Quien aprende a escucharse a sí mismo, necesitará pocos consejos de los demás". Diego Américo

Rodeados por el ruido del mundo que aloca la vida, se nos hace difícil creer que llevamos dentro la voz tranquila que no engaña ni grita angustiada, de pausas y silencios que hablan, de palabras sencillas y precisas, de sonidos coloridos que llenan nuestros vacíos.

Desoímos la voz de palabras sabias, justas, profundas, inspiradoras, sanadoras, creadoras, oportunas, necesarias y verdaderas. Desatendemos la voz del "espíritu" que somos en verdad.

La falta de escucharnos a nosotros mismos ha hecho que nos creamos lo que no somos, limitando nuestra vida solamente a lo que vemos físicamente.

Nos saciamos de placeres, cirugías, ropas, joyas, tatuajes y acondicionamiento físico. Vivimos para el cuerpo en desatención del "espíritu" que somos.

¿Cuándo daremos al cuerpo placeres, cirugías, ropas, joyas, tatuajes y acondicionamiento físico, pero espirituales? Vivamos para el cuerpo físico como para el "espíritu" que clama por manifestar la Voluntad perfecta de Su Padre.

No le quito importancia al "cuerpo físico", es el Templo del Espíritu de Dios. Lo que pongo de relieve es la función operativa por ser el vehículo en que se transporta el "espíritu" que en verdad somos.

Muy bien, identificado el problema se ha hecho la mitad del trabajo, resta buscar la solución. El problema con los problemas no son ellos mismos, es encontrar sus causas originarias, porque una vez identificada, el remedio viene natural, o por lo menos, se pueden minimizar sus daños.

La vida es transitoria, cambiante e insegura. Todo pasa de castaño a oscuro en un segundo; lo que en un día es, al otro ya no es; la palabra dura lo que tarda en ser pronunciada; nadie va más allá de su propio beneficio; todo es tener, porque el ser para qué; la apariencia sobre la esencia; todo es tan breve que no se comprende el concepto de fidelidad.

La vida es engañosa, incierta e inesperada: la lluvia moja los sentimientos, el amor se convierte en odio, la alegría se ríe en el llanto, el sueño no despierta en su realidad, la hermosura descubre su fealdad, el pudor no puede y se desnuda, la muerte vive para siempre, el hoy no es para el mañana, nada parece valer la pena, y que quizás tú seas para no ser.

Vivimos en la locura del ruidoso mundo que no escucha al "espíritu", nos complacemos en el bullicio de lo frívolo, no escuchamos la importancia de lo importante, nos excitamos en el goce pasajero, asistimos al teatro de la falsedad como actores principales, y todo, porque ignoramos la voz del que habita en nosotros.

Caminamos espiritualmente desnudos en el desfile de la vida materialista; modelamos en la pasarela de egos altaneros; dejamos que nos diseñen la vida según el último grito de la moda; prestamos nuestros cuerpos como maniquíes exhibicionistas de ropas que nos imponen; y colgamos nuestros oídos al comercio escandaloso de la mejor marca.

Nos han convertido en lo que han querido: solo importo yo, no es mi problema, no me importa, yo sí tengo, soy el mejor, amor para qué, a mí no me pasa, como me da la gana, como yo digo, cuando yo lo digo, me da lo mismo, etc.

Escúchate a ti mismo y saldrás de la mala vida en que el mundo te ha metido a fuerza de tu propia debilidad. No alargues más tu vida en ese estado de zozobra existencial.

Todo en la vida está sujeto al cambio, al ir y venir de las finas conexiones que la conforman. Así, van y vienen las personas, las cosas y el tiempo. Todo está llamado a ser transitorio, a no permanecer, a aparecer y desaparecer, a ser y no ser.

Entonces, ¿dónde está nuestra seguridad? Nos queda conectar con la voz del Eterno que vive dentro de ti y de mí, esa voz que no cambia en ningún tiempo y circunstancia, esa voz que se manifiesta en la vida de quienes la buscan y la encuentran.

Pero, cómo conectamos con la voz sabedora de todas las cosas, la voz que permanece siendo ella misma, la voz que no se niega a sí misma, la voz que traspasa el tiempo y el espacio, la voz que descansa tranquila, la voz que no entra en conflicto, la voz que sabe ser, la voz que espera paciente, en últimas, la voz que vive en silencio para ser escuchada.

En tu silencio hallarás las palabras adecuadas para cada situación por la que atravieses en este irreflexivo mundo. Pero, no es cualquier silencio, no es el silencio del mundo, no, el mundo nunca se callará. Se trata de tu silencio que escucha al ser espiritual que eres.

No es la muchedumbre bulliciosa o el retumbante concierto de cuerpos embriagados o las gozosas voces que escuches; desentiéndete de eso, lo que importa es el silencio en el que reposa la voz de tu "espíritu" que comprende cada cosa.

El silencio te conecta con el "espíritu" que eres, y una vez estés en lo que eres, escucharás las palabras que no discuten con nadie. Estarás en control porque comprendes desde lo verdadero las circunstancias que te rodean.

Vivió en el "espíritu" y caminó sobres las aguas, expulsó espíritus malignos, curó la enfermedad, alimentó a cinco mil con cinco panes y dos peces, puso la otra mejilla, amó al enemigo, bendijo a quienes lo maldecían, pidió perdón por quienes le mataban, venció la muerte y quitó el pecado del mundo.

La vida debe ser escuchada de adentro hacia afuera, desde el "espíritu", para estar en control en el mundo de gritos alocados. Empieza a escuchar tu silencio para que el "espíritu" que eres hable en tu protección y defensa.

No es guardar silencio para escuchar al mundo, no, es para escucharte a ti mismo. El mundo nunca se callará para escucharse, está muy ocupado en vender mentiras que entretienen y comprar verdades que convienen.

Guardarás silencio para escucharte, para saber más de ti, para descubrir qué dice el "espíritu", para que hable la verdad, para salir ileso del mundo, para estar contigo mismo desde lo real y verdadero que eres: "espíritu".                    

TU VIDA -RECORDANDO LO OLVIDADO-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora