Capítulo 4 - HEROE

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Al abrir mis ojos, observé asustado que me encontraba envuelto en llamas. Habían flamas de fuego por donde sea que miraba y mi cuerpo estaba completamente cubierto por ellas. Desesperado me volví hacia todos lados, tratando de buscar algo que pudiera ayudarme, dándome cuenta entonces que me encontraba en medio de un enorme mar de aguas azules y cristalinas, sin ninguna costa a la vista.

Entonces cerré mis ojos e intenté calmarme para poder pensar en una salida. Luego, al abrirlos nuevamente, ya más calmado, pude analizar mejor lo que estaba sucediendo y fue entonces que me di cuenta que me encontraba de pie sobre las aguas sin hundirme, sin siquiera mojarme. Luego me fijé en las llamas y descubrí que no se trataba de un fuego común y corriente. Las flamas eran de color rojizo, un color rojo intenso y refulgente. El fuego no parecía hacerme daño, sólo calentaba mi piel ligeramente, haciendo que mi sangre aumentara de temperatura y mi cuerpo se pusiese rosado, algo que no creía posible en ese nuevo cuerpo.

Entonces reconocí los tonos y colores... Flamas rojas como el color de su cabello, un mar azul intenso como el color de sus ojos y un calor tan abrazante y sofocador como el intenso aroma de su piel.

Desperté en el instante en que escuché el sonido de mi celular, manteniendo una palabra en mi boca, un nombre en mi mente: Alina. Su recuerdo estaba mucho más presente de lo que había pensado. El hecho de que soñara con ella, a sólo un día de haberla conocido, ya era de por sí una señal bastante perturbadora.

Aún adormilado, me giré sobre mi cama hacia el lado derecho y con mi mano busqué sin mirar el teléfono sobre la mesa de noche, encontrándolo después de varios intentos y luego llevándolo hasta mi oreja enseguida.

―Hola Ma, ¿Cómo estás? ―contesté sin titubear, sabiendo que sólo existía una persona que podía llamarme a esa hora.

―Leo... ¿Cómo estás, hijo?, dijiste que me llamarías ayer ―me reprochó.

―Sí Ma, lo siento... He estado algo ocupado, pero todo está bien, no te preocupes.

―¿Seguro?... Te siento diferente, ¿me estás ocultando algo?

Sus palabras me sorprendieron, despertándome completamente. Había olvidado ese extraño don que tienen las madres para saber que algo no anda bien con sus hijos. No debía subestimarla.

―No te oculto nada ―mentí. No estaba seguro de cómo tomaría mi madre lo de mi cambio, así que no parecía buena idea contárselo aún.

―Sí, pasaron algunas cosas, pero todo para bien mamá, en serio. ―Hice una pequeña pausa antes de intentar evadirla―. Ahora tengo que dejarte, se me hace tarde para ir a la universidad.

―Está bien hijo, ¡estudia mucho! Sabes que el estudio es la base del éxito en la vida.

―Sí Ma, lo sé. Hablamos pronto.

―Ya hijito, te quiero.

―Yo también, Ma.

Luego de cortar la llamada di un largo e involuntario suspiro, como siempre lo hacía luego de hablar con mi madre. A pesar de que ya llevaba dos años viviendo solo, aún no terminaba de acostumbrarme; aún seguía extrañando ver y hablar con mi madre todos los días. Toda mi vida fuimos sólo ella y yo, luego de que mi padre nos abandonara cuando yo era sólo un bebé. A ambos nos costó mucho separarnos, pero sabíamos que era lo mejor, que la educación era lo más importante, la base del éxito, como ella siempre decía.

Me tomé mi tiempo para darme un baño y cambiarme de ropa, relajándome sin prisas ahora que las distancias no eran más un problema para mí. Podía salir de casa un minuto antes de mi clase y aun así llegaría a tiempo. No tenía que preocuparme ya por tomar micros o taxis, y ahora tenía más tiempo para arreglarme y tomar desayuno.

HIBRIDO, CRONICAS DEL LINAJE HUNDDonde viven las historias. Descúbrelo ahora