Capítulo 19 - DESPEDIDA

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El calor del fuego me abrumó al entrar en el edificio. Todo el lugar estaba lleno de humo y cenizas que empezaron a sofocarme rápidamente. Era la primera vez que estaba en una situación como esa sin mis poderes. Como humano, mi cuerpo no soportaría mucho tiempo esas condiciones. Debía moverme y actuar rápido.

―¡¿Hay alguien aquí?! ―grité lo más fuerte que pude, mientras recorría los pasadizos de la casa, pisando con mucho cuidado para evitar que el suelo bajo mis pies se desplomara.

El ruido del crujir de la estructura, y de las llamas consumiéndolo todo, era tan ensordecedor que apenas pude escuchar la voz de alguien respondiendo a mi pregunta, pero no supe exactamente de dónde provenía.

Sin tiempo que perder, y sin mi súper oído, no me quedó otra opción más que empezar a recorrer todas las habitaciones que encontraba en mi camino, llamando a la niña una y otra vez, tratando de seguir su voz.

Luego de recorrer varios metros de pasadizos en llamas y subir un par de escaleras a punto de colapsar, por fin la voz empezó a oírse con más fuerza.

―¡Por aquí! ―gritaba la niña, llamándome desesperada.

La voz me guió hacia una puerta de madera que se había dilatado por el calor y estaba atascada en su propio marco.

―¿Estás allí dentro? ―pregunté acercándome lo más que pude hacia la puerta.

―¡Sí! ¡Ayúdanos por favor!

―¡Aléjate de la puerta! ―ordené, y luego di varios pasos hacia atrás, con la intención de tomar impulso y derribarla con un golpe.

Con gran determinación empecé a correr hacia la puerta a toda mi velocidad, embistiéndola con mi hombro con gran violencia, pero ésta ni se movió.

Aturdido por el golpe y la decepción, nuevamente me alejé varios pasos de ella y volví a embestirla, obteniendo el mismo resultado anterior.

―¡Por favor! ¡Ayúdanos! ―gritó nuevamente la niña, motivándome a seguir intentando derribarla.

Luego de varios intentos más, por fin la madera se partió y logré atravesarla, cayendo pesadamente sobre el suelo de la habitación, adolorido y cansado.

Entonces unas manos pequeñas sujetaron mi brazo y empezaron a tirar de él, tratando de ayudarme a ponerme en pie.

―¿Estás bien? ―pregunté aturdido, levantándome lentamente.

El dolor en mi hombro era muy intenso, como si algo se hubiera roto adentro. Me costaba trabajo mantener el dolor a raya, pero no podía ceder ante él, ya que aún tenía una misión que cumplir.

―Sí, yo sí ―contestó asustada, mientras continuaba tirando de mi brazo, como si quisiera llevarme a otro lado ―, pero mi hermana se desmayó.

De inmediato la niña me llevó hacia el otro lado de la habitación, donde un pedazo del techo se había desplomado sobre unos estantes.

―¡Allí abajo! ―gritó la niña, señalando una mano que sobresalía bajo los escombros.

Con mucho cuidado me acerqué hacia aquel lugar y tomé la mano de aquella joven para verificar si aún tenía pulso o si ya había fallecido debido al derrumbe. Pero apenas la sujeté, ésta se movió.

―Ayuda ―se escuchó entonces una suave voz, confirmándome que la joven aún seguía con vida.

Las cosas eran más complicadas de lo que pensé cuando entré a ese lugar. Había dos personas que necesitaban mi ayuda y yo no tenía la fuerza necesaria para sacarlas a ambas, sin mencionar que una de ellas se encontraba atrapada bajo una pila de escombros. Mis opciones eran muy pocas y difíciles. Podía intentar sacar a la niña, ponerla a salvo y regresar por la joven, pero francamente dudaba que la estructura soportara todo ese tiempo. Si la dejaba ahora era muy probable que no sobreviviera.

HIBRIDO, CRONICAS DEL LINAJE HUNDDonde viven las historias. Descúbrelo ahora