Capítulo 13 - SACRIFICIO

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El cuerpo de Alina se estremecía entre mis brazos mientras nos alejábamos del Refugio. Estaba consciente de que la velocidad a la que me movía en ese momento era demasiado para ella, pero no podía parar, debía alejarme lo más posible de aquellos monstruos, debía llegar hasta la casa de mi madre y poner a Alina a salvo.

Sin mirar hacia atrás, mantuve la velocidad por unos kilómetros más hasta asegurarme de no sentir el aroma de ninguna de esas criaturas, y luego empecé a disminuirla gradualmente para que no le afectara mucho el cambio a Alina.

Finalmente me detuve sobre la cima de una pequeña montaña desde donde ya podía observar mi pueblo natal.

―¿Estás bien? ―pregunté, poniéndola con suavidad sobre el suelo.

―Sí ―susurró, asintiendo a la vez con la cabeza.

Su rostro estaba rojo y su mirada algo perdida.

Todo aquello era demasiado para ella, todo ese peligro... No era justo ponerla en medio de toda aquella locura.

―¿Dónde estamos? ―preguntó luego de respirar profundo un par de veces, intentando recuperar la compostura.

―Ya estamos cerca de la casa de mi madre. Nadie nos sigue, no te preocupes.

―¿Y los demás?

―No lo sé, ahora mismo lo averiguaré.

A pesar de que siempre me andaba quejando de tener a los zorianos metidos en mi cabeza, todo el silencio que ahora reinaba en mi mente me ponía nervioso. En ese momento extrañaba escuchar sus voces en mi cabeza, por lo menos así podría estar enterado de lo que sucedía y saber si todos se encontraban bien.

«Hey ¿Ya salieron? ¿Dónde están?», pregunté, tratando de abrir mi mente para dejarlos entrar, aunque no tenía idea de si lo estaba haciendo bien.

Todo aquel juego mental era nuevo para mí y aún no conocía sus alcances o como controlarlo.

Luego de unos interminables segundos de silencio, por fin alguien habló.

«Antares se llevó a Daniel hace un rato. Está siguiendo tu aroma así que pronto te encontrará», dijo Roran con tranquilidad, y pude ver en su mente que aún se encontraba dentro del Refugio.

«¿Aún sigues allí? ¿Qué esperas para salir?», exclamé, «Los embrys ya deben estar por todos lados».

«Saldré en un momento», contestó, demasiado tranquilo para mi gusto.

«¿Dónde está Tali? ¿Y Xero?», pregunté, pero no hubo respuesta.

Algo extraño estaba sucediendo. Ellos sabían muy bien el peligro que corrían en ese lugar.

¿Por qué no habían salido aún? ¿Qué estaban haciendo?

De pronto una extraña sensación alertó mis sentidos.

De alguna forma que no entendí del todo pude sentir una presencia familiar acercándose a gran velocidad.

Sin saber exactamente cómo, pude reconocer a Antares, la mascota de los zorianos, quien se encontraba corriendo velozmente hacia donde me encontraba.

Todo era muy extraño, sentía como si su aroma fuera visible o como si hubiera tomado forma física para mis sentidos.

Todo aquello me tenía muy confundido...

Una vez que aquel enorme cachorro estuvo a una distancia razonable, le hice señas para que continuara su camino hacia el pueblo de mi madre, indicándole directamente a su mente que nos esperara en una de las montañas cercanas, ya que no quería que con su presencia produjera pánico en el pueblo.

HIBRIDO, CRONICAS DEL LINAJE HUNDDonde viven las historias. Descúbrelo ahora