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"Te parecerá irracional, querido amigo, pero los sueños absurdos que tuviste a los quince se quedarán a pasar el rato.
Incontrolable será cuando entiendas que los recuerdos que algún día quisiste olvidar serán tú cadena de la suerte y la memoria que creíste perder estará acechándote aunque no lo sientas..."
Frio nunca se caracterizó por ser alguien malo, pero él nunca había sido un chico bueno. Tenía más carácter que cualquier chico de su edad y podía ser tan reservado como un explosivo lo era antes de la explosión. Porque así era el chico que se encontraba sentado en el banco de una plaza cualquiera, mientras observaba con extrañeza la cartera verde que aún seguía semi abierta. Frío podía llegar a ser la bondad, aunque nunca lo lograba, y la misma maldad en persona.
Sinceramente él no quería involucrarse en ningún tipo de lío, la intranquilidad era su fastidio personal. Intentaba evitar cualquier problema que se le cruzara por el camino, o simplemente lo ignoraba; pero en ese caso, el problema había caido directamente en sus brazos.
La cuestión no era porqué había pasado, sino porqué había caído justo en él.
Sin aguantar ni un segundo más, y agregando que la tarde ya se hacía noche, Frío tomo asiento en el banco de una plaza cercana, abrió el cierre de la cartera e inspeccionó lo que había dentro.
Parecía ser de una chica joven, ya que todas las pertenencias lo anunciaban: las lapiceras, la bufanda, los anteojos, las tarjetas con flores y el suave perfume que todo desprendía, lo resaltaba. Más lo hacían las cartas perfectamente unidas con una cinta de color verde claro, que parecían mucho más que viejas, casi marchitas por los años pasados.
Lo insólito en todo el asunto de la cartera, además de la obtención de la misma, era que lo único maltratado en toda la misma eran las cartas..., y el atrapasueños de color ceniza que se había descolgado del cierre. Raro, volvió a pensar. Los hilos del accesorio se parecían mucho a la pulsera que rodeaba su tobillo, que, cuando bajó la mirada..., no estaba.
Mientras Frío seguía admirando con incomprensión aquél tobillo desnudo, Corazón Roto se reunía con la pausa y la aceleración de su tiempo.
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