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Las mañanas son calidas, las noches también.
Los días son ambiguos, aunque lo sienta al revés.

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El 13 de diciembre, a las tres menos cuarto de la tarde, corazón roto salió del lugar en donde le habían quebrado—intangiblemente—aquél corazón que—ingenuamente—había creído que siempre estaría al resguardo de su otra mitad. Pero ahora sabía que aquél mismo lugar especial que comenzaba con la letra "C" y en el que siempre había cuidado con toda la seguridad que tenía, había encontrado nada más y nada menos que una falsa ilusión sentimental.

Además de óptica, claro.

Había sido una ilusión de prueba que solo había causado confusión y despego en su vida, la habían llenado de inseguridades y de alguna que otra mala percepción de los sueños que la misma Corazón roto le había confesado con toda la confianza del mundo.

Ahora parecía que todo había sido un mal sueño, una pesadilla de cuatro minutos. Pero en realidad habían pasado seis meses y tres días para nada olvidables. Medio año que había marcado su corazón, rompiendolo y dejándolo hecho pedazos en medio de una casa desconocida, en un lugar que no tenía nada que ver con ella y que sólo servía de testigo silencioso.

Aquél testigo que siempre estaría a favor del causante de su desánimo.

Tazas de té en veranoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora