Dos

578 69 15
                                    




Dos: Balthazar

La cámara apunta y un flash estelar estalla contra mi rostro. La sangre bombea con terror. Duele. Duele el pecho. Renee, tu artista adorado se marchita. Enciende un cigarro tras otro en cada sesión amenazando con ahogarnos, principalmente a mí. No deseo mencionarle mi problema porque temo incomodarlo. Trago el humo y lucho contra la fragilidad de mis pulmones. Bebo orgulloso mis propias lágrimas histéricas. Mientras tanto, él solo escucha a Frank Sinatra en un tocadiscos desgastado y se esfuerza por adornarme entre paisajes floridos estilo Art Nouveau. Me duele el cerebro. Soy un muerto realmente bello. Somos miserables. No pierde la esencia. Lo sigo admirando, pero es extraño verme a mí mismo como su objeto artístico.

Nunca creí elevarme tanto.

Si Andrea puede hacer de mi rostro un retrato alegre, entonces sus manos deben ser las de Dios... un Dios cansado y roído en plena juventud. Yo intento susurrar a su oído mariposas azules, porque su actitud me parece la de un autómata y, siendo sincero, asusta. Pero por más que bromeo y murmuro a su oído la canción de los ángeles (contando al mismo Lucifer), solo recibo de su parte sonrisas corteses. Me exaspera. Deslizarme por sus costillas es difícil de día. Ambos somos criaturas nocturnas. Nos entendemos. Pactamos no morir con el sol nunca más. Nos cegamos. No funciona. Me siento y tomo a sorbos una copa de anís.

Hoy porta un chaleco negro y se arranca la corbata. No sabe que lo miro a hurtadillas. Cree que presto más atención a su colección de discos apolillados. Su porte de hombre trajeado y cabello engominado le convierte automáticamente en mi perfecto asesino. Los ojos aguamarina, taciturnos, me estudian. Me intimidan. Tú debes morir de envidia. Yo los enfrento mostrando mis colmillos y artilugios de metal. Somos idénticos y opuestos al mismo tiempo. Creo que le gustan mis perforaciones. Pronto me haré una en la lengua para darle más placer cuando consiga chuparle el sexo. Tengo un propósito y no pienso abandonarlo.

Para ello necesito más billetes, Renee, así que cuando abandono su cálida estancia, me disfrazo, saco mis cartas bajo la manga y estafo gente que aguarda paciente su turno. El Oráculo ofrece grandes beneficios. No importa si miento, ellos disfrutan el espectáculo. Admiran mi tarántula y también a las migalas del escritorio. Soy un buen modelo. Soy un buen actor. A que incluso tú te colarías bajo mis sábanas, amada, si pudieras.

Pero ¿sabes? En ellas, en mi lecho de gélida superficie y manchones rojizos, solo cabemos su abrigo y yo. Lo huelo. Es perfume masculino. No puedo evitar conmoverme. Cuando lo colocó en mis hombros bajo la brisa vespertina, parecía verdaderamente preocupado. Me revuelvo en mantas sucias con la lluvia golpeando la ventana.

Me gustan su boquita hinchada y la calidez restante en su corazón.

Me gustan su boquita hinchada y la calidez restante en su corazón

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Cr. Cyrill Matter para Man of the World

StrangeloveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora