Epílogo: Melancolía
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El beso de la migala
En invierno, yace montada una galería de fotografías que causa escalofríos en quien la presencia. El silencio de tenues murmullos inunda la habitación. Los críticos mencionan: Interesante. Los amigos: Sentimental. El público: Melancólico. Andrea, enfundado en su atuendo negro y elegante, gato enlutado, atiende con cortesía a quien le busca. Recibe adulaciones, él agradece llevándose la mano a aquel sitio que aún sangra. Mencionan: Este es muy diferente a tus otros trabajos... entiendo el motivo, por supuesto, pero no deja de ser extraño no relacionar a Andrea Roberts con campos floridos y, en cambio, hilarlo a una belleza más... tanatológica. Él asiente, a veces niega, y entre el sabor de un buen vino y perfumes de especias, observa con fijeza la fotografía central.
Es Balthazar que mira fijamente a la cámara, bajo un cielo nublado. En su boca se acuna una sonrisa sincera, provocada por la compañía del artista. El momento de eterno fulgor. No obstante, Andrea comprende ahora el horror y melancolía de su mirada, dos años después de aquel incidente, días y días inquiriendo un porqué. Suspira. Por supuesto... el rostro bonito, jovial y magullado le permite comprender la felicidad fugaz existente en la tristeza permanente. Él mismo se ha internado en un luto de drogas y orquídeas, besos de migalas tiernas. Aquellas dos ninfas conviven juntas en más entes de los que Andrea hubiera notado hasta entonces. Las vislumbra flotando en la madre soltera que lleva a su niño por las calles cada mañana, en el hombre del vagón que se mantiene atento al periódico, en el espejo resquebrajado de su propio baño.
Víctima del constante agobio y nerviosismo, Andrea sale un instante a fumar. Ahora todos adoran a la musa y lo valoran a él por renovarse. Con la vista azul perdida en el callejón, se pregunta: ¿A costa de qué? ¿Realmente lo vale? Las lágrimas no pueden cambiar el pasado, por más fuerza con que se desee. Tampoco las relaciones humanas, oh, dilema del erizo, son posibles de variar. Lo entiende, resignado, cuando la pueril fantasía de un destino distinto y más benévolo cruza su mente. Efímero, dañino y cálido como su cigarrillo, el sueño de Balthazar permanece impreso en las fotografías... y en la migala de tinta que reposa en el hombro derecho de Andrea.
El dolor es el mejor material del artista.
Con una sonrisa a medias, tibia, el gato negro retorna a su nicho. Y dos amables fantasmas tejidos con melancolía lo persiguen.
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Strangelove
Kısa HikayeCuando Andrea presencia cómo su arte colapsa y pierde paulatinamente todo el sentido estético que alguna vez imprimió en él, decide buscar con desesperación una musa. Tomando una medida poco ortodoxa, suele citarse con mujeres desconocidas en un caf...