No iba a dejar que se saliera con la suya

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Solte un juramento y se revolvió de nuevo sin resultado alguno. Tenía que lograrlo ahora que sus hermanos dormían y Emily quizás ya estaba falta de defensas por estar tan a la defensiva.

Dejó una línea de besos por su cuello.

De pronto perdí toda cordura y sentido racional; dejé de patalear, deje de maldecir, deje de revolverme, y sólo me quede quieta, como si mi cuerpo no tuviera vida propia, y deje que Dylan siguiera con su línea de besos que se perdió en el escote de mi playera.

<<¿Qué se siente ser la puta de turno, Emily?>> —Susurró una voz en alguna parte de mi cabeza, que a pesar del poco tacto empleado, me habían hecho reaccionar.

Empuje a Dylan haciendo que se cayera del sillón.

El castaño había creído que Emily por fin había cedido y había bajado la guardia, por lo tanto él también lo había hecho, no se esperaba que lo empujara.

—¿Pero qué demonios sucede contigo?—Masculló él mientras se levantaba del piso.

—Vuelve a tocarme, y te golpearé tan fuerte, que te quedarás sin hijos—Dijé con tono frío. Me levanté del sillón y subí rápidamente la escalera.

Dylan se mordió el labio al verla subir por la escalera. Diablos, esa chica lo ponía cuando estaba enojada (o sea siempre) y aunque no había sido mucho lo que había probado, sabía jodidamente bien y olía delicioso, vainilla.

—¡Emily!—Me llamó, pero no me di vuelta.

Subi corriendo las escaleras y me atrapó antes de que pudiera encerrarme en mi pieza. Me acorralo contra la pared y me plantó un beso en la boca e inmovilizo mi cuerpo y mis manos para que no lo golpeara.

Estuve apunto de rendirme ¿Qué podía hacer? Estaba prácticamente amarrada.

Le di permiso a la lengua de Dylan cuando se introdujo en mi boca. Una lengua con tal destreza debería ser inmortalizada en un monumento.

Diablos, el chico podía ser todo lo que quisiera pero besaba como un dios. No supe en que momento Dylan me estaba arrastrando hasta su habitación sin romper el beso. No, no iba a dejar que se saliera con la suya.

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