La Niñera

Fruta Prohibida

Gemi inconteniblemente sobre sus labios cuando sentí la erección de Dylan justo contra mi vientre.

Sus labios eran expertos besadores, me hicieron volverme adicta enseguida.

Su lengua se introdujo en mi boca y no se tarde mucho en darle permiso para entrar en mi y explorarla, pero antes de que pasara a más, Dylan mordió mi labio inferior, haciendo que soltara otro leve gemido.

Se separó de mi y luego de dedicarme una mirada complacida, se retiró de ahí.

Si me dejaba deseándolo, sería mucho más fácil tenerme, mostrame de qué me estaba perdiendo.

Sólo me quede mirando cómo se alejaba y terminaba entrando a su habitación, jadeando, deseando más.

No estaba muy segura de poder aguantar los siguientes tres meses si seguía a este ritmo.

Sí, se podía decir que Dylan era el idiota más grande que habitaba la tierra; un playboy de cuarta, estúpido; un mal amigo.

Podría seguir eternamente.

Pero de una cosa estaba segura; resistirse a Dylan era una cosa muy diferente a no desearlo, porque lo deseaba.

Y aunque no quisiera admitirlo, cada vez que veía su cara de modelo y su sonrisa arrogante, desde que mi supuesto amigo con dientes chuecos, se había convertido en un imán atrae chicas sin capacidad máxima, sentía mis piernas flaquear.

No desear a Dylan Parker era una tarea difícil, por no decir que imposible, siempre escuchaba su nombre en boca de las mujeres y tenía que ser por una razón, ¿No? Tentación pura, como si él fuera la manzana y yo Eva que no tenía que comerla.

Pero al final la había comido, la fruta prohibida.

La historia no era muy diferente en este caso; Dylan era la manzana; delicioso a la vista, deseable, tentativo.

Yo era Eva, con la diferencia de que mi fuerza de voluntad era mucho más grande, y aquí no había terceros que me indujeran a tirarme a Dylan, cosa que no era ciertamente mejor porque la manzana me seducía por sí sola.