Estoy paralizado en la puerta de mi departamento frente a la nueva paciente, que puntualmente llegó a su primera cita con un accesorio que no solicité: un cuchillo bastante grande, de esos para preparar la carne del asado, tomado con fuerza del mango, con las manos temblorosas y su mirada vidriosa, perdida, mientras sus labios tratan de esbozar palabras que no entiendo.
Estoy sudando frío y entre mis pensamientos de que moriré acuchillado, destripado y desmembrado como en las peores escenas de cine Z, cierro los ojos y veo lo que podría haber sido mi vida si las cosas hubieran funcionado como lo imaginé. De pronto ya no entra aire por mi nariz y siento que me desvanezco, como si toda realidad desapareciera y me desconectara a lo Matrix.
En mi mente aparece aquel sábado de noviembre de 2015, el día en que llegué al departamento. Varios amigos nos ayudaron a traer los pocos muebles que teníamos, además de las bolsas de basura y cajas llenas de ropa, películas y cachureos de nuestra vida solos.
La Lore estaba muy entusiasmada, el desafío de vivir juntos después de 2 años de pololeo era un gran paso hacia adelante, que tomamos de forma optimista, sobre todo porque el departamento apareció en nuestro camino como una señal. Uno de mis colegas decidió irse a vivir a España y me lo vendió a un costo mucho más barato que los precios de mercado, por lo que lo tomé de inmediato.
En un principio todo fluía perfecto. Como trabajábamos en la misma consulta, nos íbamos y volvíamos juntos, éramos inseparables, hasta que ella se enamoró de mi paciente, un ricachón que tenía la mala costumbre de tomar lo ajeno, y lamentablemente conoció a mi polola y se quedó con ella.
Este hecho me dejó en estado de shock por varias semanas. Como tuve que renunciar a la consulta, porque mi ex me lo pidió, ya que se sentía incómoda trabajando conmigo, tuve tiempo para ir donde mi abuela a pasar mis penas. La pobre como me vio tan apesadumbrado me llevó a santiguar donde doña Petronila, conocida por sus curaciones místicas, para ver si con eso "se me despertaba el alma".
Junto con esto, fui bombardeado de aguas de hierbas e indicaciones de diferentes cábalas para encontrar un nuevo amor, pero no fueron efectivas, ya que llegando a Santiago y al pasar los meses a solas con mi sombra, decidí adoptar una mascota para hacerme compañía.
Investigué cuál era la mejor opción. Así es como encontré en el sitio web cometa-mágico.com que tener un gato negro en casa es símbolo de buena fortuna, y así llegó Nerón a mi vida, claro que es menos cariñoso de lo que imaginé.
Como comencé a hacer clases en la Universidad, me quedó más tiempos para mis proyectos, como investigar sobre la psicomagia, ir a seminarios sobre el fin del mundo, además de tener algunas citas que conseguí por Tinder. Todas ellas fallidas, incluso una salió de mi departamento antes de concretar, porque era alérgica a los gatos y se fue corriendo entremedio de un ataque de tos.
En medio de mis delirios y recuerdos, abro los ojos y me doy cuenta que sigo en un estado aislado del mundo -¿Me morí?- me pregunto, y alguien contesta -Luciano, sólo te desmayaste- y la voz me parece conocida...
- ¿Lore?- digo apenas logro despabilar. Sí, era ella frente a mí y yo un poco aturdido sólo atiné a soltar un "¿volviste?", pero ella desconcertada me miró y explicó que el conserje aún tenía su número como segunda opción ante emergencias, por lo que al encontrarme tirado en el suelo inconsciente con la puerta abierta, decidió llamarla para saber si yo consumía drogas.
Pregunté dónde estaba la paciente que me había amenazado con un cuchillo, pero nadie dijo verla. Lo que faltaba, ahora me estoy volviendo loco.
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El vecino del 51 A
General FictionEl hombre del departamento 51 A le genera intriga a una vecina, luego de observar a muchas personas que vienen a verlo con actitudes extrañas. ¿será narcotraficante? ¿tarotista? o ¿entrega placeres sexuales diferentes a pervertidos? Ella hará todo l...