Querido niño Jesús.

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Sé, primeramente, que ya no estoy a edad de pedirte regalos en Navidad, creo incluso que la última vez que lo hice pudo ser hace más de 9 años. Pero también sé, que esta vez, no intentaré quebrarte el bolsillo convenciéndote de que en serio necesito ese juguete que vi en Hobby2000 aquel día. Y realmente, puedo estar segura de que, nunca necesité alguno de esos regalos que recibí de ti en Navidad, pero la verdad es que estaba demasiado pequeña para comprenderlo. De igual modo, agradezco haber tenido la oportunidad de disfrutarlos, porque reconozco que algunos niños ni siquiera pueden tener eso.

Niño Jesús, me han contado que llevas regalos a los niños que se comportan bien, y aunque ya no sea una niña, te juro por la inocencia que en mí queda, que durante estos años sin pedirte nada, he hecho el bien y te he tenido presente cada vez que espero las festividades.

Nunca había escrito una carta tan elaborada para pedirte algo tan sencillo, pero creo que la situación lo amerita.

Porque este año tengo miedo.

No escuché las gaitas en la radio, no encendieron ese árbol que tanto me gustaba en el centro comercial, no vi a nadie comprar galletas para dejarte,  nadie repartió los papelitos para el intercambio, y mucho menos, hicieron pernil en casa.

A cambio, obtuve esa llamada por Whatsapp diciendo me voy del país junto con una explicación que no necesitaba y encendí las lucecitas navideñas en la casa convenciéndome a mí misma de que estábamos en diciembre y de que todo estaría bien.

Pero no fue así.

Y recordé cuando pedíamos sillas prestadas porque éramos demasiados en casa. Y cuando comíamos hallacas desde noviembre hasta enero. Recordé cuando  mis tíos me regalaban los videojuegos y la ropa que quería. También, que las gaitas retumbaban en todas las urbanizaciones e íbamos a casa de los vecinos a desearles que pasaran una feliz noche.  Recordé cuando mamá me compraba un vestido y unos zapatos nuevos para tomarme una linda foto en la sala.

Y lloré.

Porque me di cuenta de que ahora quedaban muchas sillas vacías. Noté que las hallacas estarían un solo día e incluso, ninguno. Reviví en mi mente el último abrazo a mis tíos en el aeropuerto. Nadie puso gaitas, y los vecinos ni siquiera nos saludaron. Mamá no me compraría ese vestido que vi y mucho menos eso zapatos. Te imaginarás que ni ganas me quedaron de tener una fotografía esta navidad.

Pero, Niño Jesús, no está entre mis planes pedirte ni que vuelvas a llenar las sillas,  ni que me devuelvan el montón de hallacas, ni las gaitas, ni el saludo de los vecinos, ni el vestido, ni los zapatos, ni los juguetes. Y aunque desee demasiado ese abrazo de quienes se fueron, tampoco te pediré eso. Porque ni siendo la mejor persona creo merecerlo. Porque cuando lo tuve todo, ni siquiera supe valorarlo.

Me gustaría pedirte algo más simple. Quiero pedirte que ilumines nuestros corazones para que dejemos de echarle la culpa a alguien que nada tiene que ver con nuestros problemas. Que nos des el entendimiento para no dejarnos consumir por la nostalgia, y que podamos vivir el ahora así tal cual es, sin remordimientos. Que nos des la capacidad de aceptar la realidad que enfrentamos y que no intentemos huir de ella. Quítanos la rabia, la desesperanza. Quítanos el odio, la pena. Quítanos todo lo que sabes que realmente no nos sirve, y también aquello que necesitamos que nos quites aunque no queramos; para que podamos apreciar qué es lo que realmente nos hace falta. Quítanos la angustia del día a día y cámbiala, por favor.

Pero déjanos el recuerdo, de lo bueno, de lo malo, de lo dulce y de lo agrio. Para construir en base a eso, los ciudadanos del país que necesitamos, y el país que los ciudadanos necesitan.

Enséñanos que esta Navidad atípica, aunque poco sentido tenga, sí tiene su razón de ser. Y bendícenos con la oportunidad de comprender algún día, porque nos pasan todas estas cosas.

Mil gracias por cada regalo que en su momento no te agradecí.

Perdónanos todo lo malo. Ten misericordia de nosotros.

Gracias por  el amor y los buenos recuerdos.


De: una venezolana de diecisiete años.

Para: el Niño Jesús.



(+) Adicional: Nunca me había sentido tan orgullosa de algo escrito por mí. Incluso, este es el primero y único de mis escritos que le mostré a mi mamá para que leyera y lloró. Mil gracias a todos los que han leído mi carta, esto salió de mi corazón.

Pana, ¡Esto es Venezuela!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora