Al menos podías haber dicho adiós.

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Hola Venezuela, 

Sé que te fuiste hace veinte años sin siquiera dar una explicación, que no me conoces ni yo a ti,  pero hay algunas cosas sobre las cuales deberíamos hablar porque desde que te marchaste, todo se ha convertido en promesas incumplidas. En algún momento de mi infancia, ya no recuerdo ni cual, me dijeron que volverías en unos meses, los cuales se convirtieron en años... fueron tantos que ahora ni siquiera sé si algún día regresarás. 

No sé cómo explicarte como me siento, si tan solo tú pudieras ver o vivir esto todos los días, quizás, entenderías. 

No es fácil la opresión en el pecho y la impotencia en el corazón. No es fácil saber que nada de lo que pueda hacer cambiará algo.  Porque sinceramente, creo que sin ti estamos perdidos. 

¿Cómo tanta gente puede depender de algo que ya ni siquiera está? No lo sé, pero espero algún día tener la respuesta. 

Porque no quiero seguir abrazando seres queridos sin saber cuando los volveré a ver. Ni quiero encontrar  gente rompiendo bolsas en la calle para comer, ni perros muriendo en medio de la avenida. No quiero pensar en que tal vez a mi vecino le falten muchos productos básicos, ni mucho menos en aquel que falleció hace meses por las razones que fueran. No quiero tener que agradecer que por lo menos aún no me hace falta nada. No quiero pasar noches rogando porque la luz llegue o porque haya agua pronto. No quiero imaginar que el teléfono entre mis manos vale más que mi vida. No quiero no saber si voy a terminar mi carrera universitaria o si me toca emigrar en unos meses y dejar todo atrás. No quiero seguir pensando en los niños que mueren, las personas que no tienen hogar o aquellos que han sido rechazados en otro país. 

Yo no podré cambiar ninguna de esas cosas. 

 Y me resulta increíble pensar que existió un tiempo en que nadie pasaba hambre, que nadie tenía que emigrar porque no quedaba de otra, en que la gente no moría por estas nuevas razones, que podías graduarte y ejercer, que tu vida realmente valía. Pero sobre todo, me resulta bastante increíble e incluso demasiado triste, estar consciente de que algún día estuvimos todos juntos... aquí. 

Y no sé si todo esto fue tu culpa, Venezuela, pero yo no debería sentirme así, porque ni siquiera fue la mía. Supongo que haber nacido en tu seno equivale a demasiados sacrificios. Aunque, ¿sabes? al menos podías haber dicho adiós. 

No sé dónde estás, ni siquiera sé si todavía tu memoria permanece en alguna parte. Pero me gustaría decirte, que aunque no sé quién seas: voy a buscarte. 

Voy a buscarte en los ojos de las personas allá afuera, a donde quiera que vaya. Porque a pesar de que he sufrido tanto por ti, aun así quiero conocerte. Y si me toca partir como lo hiciste, sin decir adiós y sin saber si volveré: puedo indicarte la ruta a casa, aunque cada vez se vuelve más complejo. 

Sé que encendiste un montón de luces esa noche que te fuiste en el 98. Así que al encontrar esos tres colores que tanto te gustaban y al sentir esa mano extendida que te recibe, ahí es. Sí, Venezuela, tal vez vayas a sorprenderte un  poco al encontrar esas luces en sitios que jamás pensarías, pero que a fin de cuentas te van a guiar en el camino. 

Yo vivo ahora en el viejo hogar que dejaste, al norte del sur, sé que lo recuerdas bien. Un poco distorsionado, con algunas marcas de guerra de las cuales  no sabes, con menos cosas y más recuerdos. Pero ahí siguen tus luces, quizás no brillan con tanta intensidad como las de afuera y ninguna está totalmente intacta pero, ahí están. 

Tal vez no te encuentre allá afuera. Tal vez no te conozca nunca. Tal vez solo fuiste una buena historia que no tiene repetición. Tal vez eras efímera. No me gustaría que estos tal vez fueran afirmativos. 

Porque mantengo las esperanzas de algún día tener respuesta a todo, de saber cómo una parte de mí depende de ti. Ojalá algún día te encuentre y de resultar lo contrario, quiero que sepas que voy a llevarte en el pecho a la izquierda por siempre. 

A donde quiera que estés ahora, si aun vives, recuerda decir adiós. Porque hasta pronto es muy corto para tanta ausencia. 

Sin más, espero algún día tú también me conozcas a mí. Porque cada vez me está costando más decir tu nombre en voz alta y mantener un poco de cariño reservado en ese espacio que solo ocupas tú. 

Para: Venezuela.

De: alguien que hubiera querido conocerte. 


Pana, ¡Esto es Venezuela!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora