Capitulo 9

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- ¿Así que en verdad quieres tanto a Adriano como dices? A mí me pareció ver otra cosa. Ja, pero que se podría esperar de esta pobre furcia que lo único que intenta es olvidarme con chicos tan comunes en su género, pero veo que hasta ahora no puede lograr su cometido - vociferó a lo lejos un chico, que fue acercándose. Era Ernest, quien iba acompañado de su mejor amiga Lina (o la ramera chismosa, como es conocida en el colegio).

Me limité a responderle con una mirada furiosa. No quería embestirme a palabras con aquel loco, lo único que ocacionaría era más problemas.

- No responde, es evidente que engaña a Adriano con su mejor amigo - dijo Lina mirando a Ernest

Luego, ella fijó sus ojos en mí proyectando un odio debastador, lo que encendió la mecha y dinamitó cualquier paciencia que hubiera tratado de tener hacia ambos en aquel momento

- ¡Déjenme en paz! ¿Por qué ustedes dos siguen inmiscuyéndose en mi vida? No quiero darle explicaciones a nadie, menos a tí Lina, estás más loca que una cabra. Y tú, Ernest, un psicópata obsecionado, ¿no puedes simplemente olvidarme y rehacer tu vida? Me tienen harta ¡Vayanse! - grité

- Uy, pobrecita, estás siendo víctima de acoso ¿Qué ser tan desalmado sería capaz de hacer daño a la inocentona de Bonnie? - ladró Lina sardónicamente

- ¡Solo yo puedo recriminarle las cosas! - exclamó Ernest, segundos después de darle una cachetada que la tumbó al suelo

- ¡Nadie tiene derecho a recriminarme nada! - volví a gritar, asombrada por la actitud retrógrada de Ernest -  ¡Eres un animal! ¿Cómo eres capaz de pegarle a una chica? Por más fastidiosa que sea, no tienes derecho de hacerlo

- Yo tengo el derecho de hacer lo que se me venga en gana - dijo desafiante Ernest - Y si a ti no te agrada, pues qué lástima por tí

- ¡Eres un diantre! - exclamé

Corrí con furia, dispuesta a sacarle el diablo de adentro, pero antes que pudiera avalancharme sobre él, Lina ya estaba parada enfrente mío dispuesta a impedir mi hazaña. ¿Pero qué diablos? pensaba ¿Aquella miserble bestia había acabado de pegarle hace un unos distantes y Lina lo defendía de alguien que la intentaba defender a ella? simplemente no entendía cúan baja tendría el autoestima esa pobre criatura para dejar que aquel miserable la tratase de esa manera. No, hasta ahora no me cabe eso en la cabeza. 

- ¡No le hagas daño! - rogaba ella

Que raros eran ambos, y así decían ser los mejores amigos. Aquella deprorable amistad no tenía punto de comparación con mi amistad con Andrés, pues él jamás en la vida osó maltratarme de esa forma, ni siquiera puedo imaginármelo a él imáginando hacerme algún daño.

- Cómo quieras - le dije - pero no quiero verte llorar porque tu mejor y "considerado" amigo te golpea

Entonces me marché corriendo. Llegué a mi salón justo cuando sonó el timbre, así que puedo decir que llegue a tiempo. En mi salón los chicos eran chistosos, alegres, algo despreocupados en la parte académica, pero muy unidos en general. Lo bueno era también que ni Lina ni Ernest estaban en mi salón, eso me tranquilizaba y me hacía pasar el día sin ningún otro tipo de perturbación. Bueno, las burlas que recibía por mis pantuflas de osito podrían ser otro tipo de perturbación que sufrí a lo largo del día, pero lo pasé de alto; mas bien, disfruté en los recreos ser el centro de atención de todas esas miradas colectivas. En la hora de salida, salí rápidamente del salón y fui al salon de Adriano a buscarlo. Él me miró en la puerta, hizo un ademán de disgusto, y no volteó a verme más durante todo ese rato. Cuando su profesor dejó salir a su salón, él pasó de largo. 

- Adriano... - decía yo mientras tocaba su hombro

Él no se dignó a voltear. Se le veía molesto, fastidiado, gruñón.  

Obsesión inmiscuidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora