Cap. 08. Siku

384 22 2
                                    

- Dios mío...

Santana se acercó despacio mientras miraba un pequeño cachorro que apenas se podía mover. Tenía algunas heridas, aparentemente superficiales... pero no lo iba a abandonar allí. Se puso en cuclillas y fue avanzando poco a poco hacia él, pero el perro cuanto más se acercaba, más nervioso se ponía.

- No te voy a hacer nada. Sólo te quiero ayudar.

Debido a los lamentos del animal, el portero abrió la puerta de su casa en busca del origen del ruido. Al ver a Santana junto a un pequeño perro se acercó rápidamente.

- ¿Señorita López? -preguntó el hombre extrañado- ¿Qué pasa?

- Estaba mirando mi correo cuando he escuchado un ruido. Al darme la vuelta he visto al cachorro totalmente asustado en la esquina.

- Tenemos que llamar a la perrera para que se lo lleven. Vaya usted a dormir, yo me encargo de todo y...

- No -interrumpió Santana- lo que necesita este animal es un veterinario. A la perrera la podemos llamar después. Voy a intentar subirlo a mi casa.

- De acuerdo, no se preocupe. Yo me ocupo de llamar a alguien.

El hombre se metió de nuevo a su casa. Santana intentó acercarte un poco más al perro que comenzó a gruñirla casi al instante.

-----

Tras un rato intentando acercarse al perro sin éxito, llegaron a la conclusión que la mejor manera que tenían de subirlo era por medio de una manta. Lo cogieron como pudieron con ella y al llegar al piso de Santana, lo dejaron en un rincón del salón.

La latina puso un pequeño cuenco de agua junto a él por si quería beber, pero el animal estaba tan asustado que apenas se movía de las mantas. El portero se despidió de ella para ir a su casa, no sin antes ofrecer su ayuda en caso de que la necesitase.

Media hora después alguien llamó a la puerta. Santana fue a abrir, encontrándose con un hombre de unos 40 años, canoso que portaba una pequeña bolsa de mano.

- Buenas noches, soy Albert Taylor -comentó el hombre un poco impresionado al reconocerla- creo que han llamado por un veterinario.

- Si, adelante -dijo la latina sin hacer mucho caso a nada más que al perro, que parecía que se iba a levantar al escuchar a otra persona cerca- hace un rato, encontré en mi portal un pequeño cachorro que estaba malherido. No sé si tendrá dueño o algo similar, pero no podía dejarlo allí.

- Hizo bien -asintió Albert mientras pasaba al salón- lo primero que vamos a hacer es intentar ver y curar las heridas que tenga y después a comprobar si tiene el microchip obligatorio para identificar a su dueño.

Santana simplemente asintió viendo como el veterinario sacaba de su pequeña bolsa un par de guantes y un fonendoscopio que se colgó al cuello rápidamente. Con mucho cuidado pero decidido, cogió al perro con una mano para observarle.

- Por las heridas, diría que lo han abandonado y ha tenido alguna pelea con algún perro -comentó sacando algunas cosas más de la bolsa- es aún muy cachorro pero si no me equivoco, se trata de una cría de alaskan malamute blanco, bastante rara. Tendrá más o menos dos meses.

- ¿Alaskan malamute?- preguntó extrañada Santana.

- Es una raza de tiro, proveniente originariamente de América del norte, de la tribu inuit. Muy similar al Husky Siveriano pero un poco más grande.

- Oh... -susurró la chica mirando al perro como gemía mientras el veterinario seguía curando sus heridas- ¿Cómo ha podido llegar hasta aquí?

Albert antes de contestar pasó un pequeño aparato por el cuello del animal. Lo miró por unos instantes y dejó al perro de nuevo entre las mullidas mantas que la latina le había preparado.

Secuelas del Pasado [Brittana/Faberry]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora