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Capítulo 7:


La cara de sorpresa de Drake y Sarah fue la que más me llamó la atención. Ambos se miraron entre sí y agacharon la cabeza, como si estuvieran nerviosos. En cambio, Dean se mantenía sereno, pero sus manos se encontraban hechas puño.


—¿Cómo lo conocen? —repetí, sonando amable.

—Para nadie es nuevo que Alexander Morrison esté en negocios sucios, Jane —mencionó Dean—. Pero sabemos que, gracias al poder que tiene, es imposible que lo encarcelen. Por eso, Drake preguntó si todavía no está en la cárcel.

—Tienen razón —afirmé, aún no muy convencida—. He vivido con él por algunos años, pero las visitas de gente que ni siquiera conozco en mi casa y las llamadas extrañas me confirman que Alex no es muy santo que digamos.

—¿Ese hombre es tu padrastro? —dudó Drake.

—Sí, lo es —respondí.

—Una vez lo conocí, y para nada me dio confianza —contó—. Cuídate mucho de él, Jane. Alexander Morrison es un hombre peligroso, y tú eres una chica demasiado buena como para caer en sus trampas.

—Dejemos de hablar de él y vayamos al comedor. Creo que la pizza ya está —interrumpió Sarah.


Drake se puso de pie y los tres nos dirigimos al comedor, el cual resultó ser una simple mesa con cuatro sillas a su alrededor. Me sorprendí al ver alrededor de 20 latas de cerveza encima de la mesa y más regadas en el suelo. Incluso, había dos botellas vacías, una de whiskey y otra de vodka. Miré a Drake, que se encontraba igual de sorprendido que yo.

Sabía que Dean bebía, pero no pensé que tanto. No me gustaba que la gente bebiera ya que, por culpa de un ebrio, mi madre falleció. Miré al chico a mi lado, que se mantenía con el semblante serio, pero se notaba que estaba avergonzado por lo que habíamos encontrado.


—¡Aquí está la...!


Un estruendo se escuchó, haciéndonos a todos sobresaltar. Sarah miraba con tristeza todas las bebidas alcohólicas vacías, y eso hizo que dejara caer la bandeja en la que traía la pizza al suelo. Dean se giró para verla, arrepentido.


—Sarah... —empezó a decir, pero su hermana lo interrumpió.

—Me prometiste que lo habías dejado, Dean —murmuró—. ¡Me dijiste que habías dejado de beber!

—Y lo hice. Te lo juro...

—Entonces, ¿qué son esas malditas latas y botellas en tu mesa? ¿Eh? —Las señaló—. ¿Son nuevos adornos?

—No lo entenderías...

—¡¿Qué no lo entendería?! —gritó, alterada—. ¡Esa cosa solo daña tu cuerpo, Dean! ¡Te obligué a ir a un jodido centro de rehabilitación para que dejaras de beber, y me dijiste que te habías curado! ¡Ahora veo que no fue así!

—Sarah, cálmate... —pidió Drake, pero hizo caso omiso.

—¡¿Crees que a ella le gustaría verte en este estado?! ¡¿Crees que a Adrianne le gustaría verte así, convertido en un alcohólico malhumorado?!

—¡No te atrevas a mencionarla, Sarah Reynolds! —amenazó Dean en voz alta. Su grito fue tan alto que me asustó.

—¡¿Qué tengo que hacer para que dejes de beber?! ¡¿Quieres que te envíe de nuevo a rehabilitación?! ¡¿O dime qué es lo que necesitas para que dejes de tomar?!

Venganza SecretaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora