8.

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Capítulo 8:


JANE

Los aplausos de los presentes en el bar inundaron mis oídos. Algunas personas —hombres y mujeres— eran las que mejor apreciaban el esfuerzo que hacía al ponerme frente a todas estas personas y el empeño que hacía al bailar en un tubo aun cuando yo no quería. Al contrario, las personas que se encontraban más cerca del escenario eran puros chicos y hombres ebrios hasta la médula que solo gritaban incoherencias y palabras perversas.

Al terminar de bailar, di mi mejor sonrisa fingida y me acerqué a todos los billetes que tiraban a la pista de baile. Me agaché, procurando de que el mini vestido rojo que tenía no mostrara más piel de lo debido, y recogí el dinero. Al finalizar, me puse de pie nuevamente e hice una reverencia, para después, emprender camino hacia el camerino.


—Bailas excelente, muñeca. 


Un hombre ebrio de alrededor de 40 años se acercó a mí, tomándome del brazo de manera brusca. Era un señor con algunas canas en su cabello y en su barba y algo gordo. El aliento a alcohol me hizo hacer una mueca de asco.


—Gracias —hablé, temerosa—. Disculpe, pero tengo que irme y...

—Vámonos de aquí, prometo pagarte bien —interrumpió, ignorando mis palabras—. Nos la pasaremos bien, nena.

—Suélteme. —Hice un esfuerzo para zafarme de su agarre, pero apretó más su mano en mi brazo. Miré a todos lados, esperando que alguien notara la incómoda situación en la que me encontraba, pero todos estaban muy ocupados en su mundo—. Yo solo soy bailarina, no una prostituta.

—Es lo mismo, así que vámonos.


Me agarró más fuerte y me hizo caminar en dirección a las habitaciones del bar. Por más que trataba de impedir que me llevara, haciendo mi cuerpo duro y clavando los tacones en el suelo, el hombre era más fuerte que yo.

En este momento, no me importa si Alex es el que me rescata de este borracho. Solo quiero que se aleje de mí.


—Suéltala. Ahora.


Giré mi cabeza hacia atrás, notando a Dean con su mirada puesta en el hombre frente a mí. Sus manos estaban hechas puños, y sus ojos destellaban una furia enorme.

El señor rió y tomó mi cintura, acercándome a su cuerpo. Eso solo me hizo sentir más asco y ganas de vomitar.


—¿Y si no quiero?


El tipo se le acercó desafiante a Dean, pero notaba el terror en sus ojos al enfrentarse a un chico más alto y más fuerte que él. De igual manera, Dean se acercó al hombre, sonriendo con burla.


—¿Quieres que te despedace en estos momentos? Porque créeme que puedo hacerlo.

—Tranquilo, hombre. —El tipo levantó las manos, rindiéndose. El miedo era evidente, ya que todo su cuerpo temblaba—. La dejaré en paz.

—Muchas gracias, Dean. —Suspiré, aliviada, una vez que el hombre salió por la puerta de entrada.

—No te preocupes, Jane. No es nada. Esos buenos para nada no deberían poner ni un pie en esta clase de lugares.—Sonrió sin mostrar sus dientes.

Venganza SecretaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora