51.

62 4 3
                                    

Capítulo 51:


JANE

Llevaba demasiado tiempo en este edificio abandonado, y ya ni siquiera sabía cuántas horas —o días— habían pasado. No tenía ninguna forma de escapar ya que estaba atada de mis manos y mis pies. Alex me dejó aquí y, simplemente, se fue, dejándome como si de un perro me tratara, abandonándome como si fuera un simple objeto al que no le importaba si se dañaba o no.

Sollozaba mientras me preguntaba repetidas veces por qué me estaba pasando esto a mí. Me cuestionaba a mí misma qué hice como para merecer esto, y me reprochaba por habernos puesto en esta situación. No me importaba mi vida, me importaba la vida de mi hijo, y yo se la había entregado a Alex en bandeja de plata. Ese mismo hombre que me prometió ser la figura paterna que tanto me hacía falta es el mismo que me tiene atada a una silla en este preciso momento. Esa persona que juró darme la vida que yo anhelaba es la misma que me había quitado lo que más amaba en este mundo.

¿De qué sirvió escapar si, a fin de cuentas, iba a terminar así? ¿De qué sirvió andar por tantas ciudades, buscando refugio, como para regresar a donde empecé? Conocí a mi padre, descubrí que tenía un medio hermano y estoy embarazada del hombre al que más amo en este mundo, pero... ¿acaso eso valió la pena si, de todas formas, yo sería la que regresaría junto a Alex? Le hice mucho daño a muchas personas, sin contar que varias terminaron muertas por mi ilusión de escapar, Darren incluido.

Bien hecho, Jane... Bien hecho. No sirvió de nada todos estos meses en los que viajé de ciudad a otra, tratando de ocultarme del mismo hombre que logró dar con mi paradero en un santiamén. Si hubiera dejado que Alexander me hiciera lo que me está haciendo desde un principio, me hubiera evitado mayores problemas y demasiadas muertes. Ahora, cada una de ellas pesa en mi consciencia porque nadie tiene la culpa de esto más que yo.

—Lo siento, mamá —susurré con la cabeza agachada—. Perdón, pero él ganó. Pero tal vez y nos volvamos a ver...

Escuché algunos pasos acercarse hasta que la puerta de la vieja y sucia habitación. La puerta se abrió tal cual casa abandonada, provocando un sonido muy molesto, y logré descubrir que era mi pesadilla la que se encontraba frente a mí. En su mano traía una pistola, haciéndome jadear. Este era mi fin. Ya no tenía cómo salir de esta. Este siempre ha sido mi destino, escrito desde el día en el que nací. Ahora, no tengo de otra más que aceptar que las cosas, por más que intentara cambiarlas, iban a salir de esa forma.

—Linda e inocente Jane... —empezó a decir, dando vueltas alrededor de la silla que me tenía cautiva—. Creíste que te ibas a escapar de mí, ¿no es así? Mírate, si no lo hubieras hecho, no estarías en estas situaciones en este momento. Te hubieras quedado conmigo, y nos hubiéramos evitado miles de complicaciones...

—¿Qué quieres de mí? —gemí, sintiendo las lágrimas correr por mis mejillas— ¿Qué fue lo que yo te hice como para que me trataras de esta forma?

—Eres una niña cualquiera, Jane. ¿Creías que servías para algo en la vida? Por supuesto que no. Solo eres otra putita más, al igual que tu madre. Ella no quiso estar conmigo después de enterarse cómo era yo verdaderamente, y ya sabía demasiado de mí que tuvo que morir para no complicar más las cosas. Ahora tú te encuentras aquí, querida, sin salida alguna y a punto de tener el mismo final que tu asquerosa madre.

—A mi mamá no la metas en esto —amenacé, sintiendo la furia dentro de mí crecer—. No sé cómo no se dio cuenta antes del asqueroso tipo de esposo que tenía. Eres un ser vil y malvado.

—Oh, cariño, sí que se dio cuenta —informó. Fruncí el ceño—. Por eso, era necesario deshacerme de ella.

Sé que Alexander Morrison era capaz de todo con tal de obtener lo que quiere. Sé que es una persona que padecía una severa enfermedad mental que lo obligaba a hacer todas esas atrocidades que lo han hecho ser uno de los más buscados por el FBI, pero me rehusaba a creer que él había tenido algo que ver con la muerte de mi madre. Todo estaba claro: un ebrio se pasó el semáforo en rojo, dando a parar con el coche de mi mamá. ¿Qué tenía que ver Alex en todo eso?

Venganza SecretaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora