VIGÉSIMA SEGUNDA GOTA: AZÚCAR Y SALIVA

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Ya había pasado un buen rato desde que Sora y Kura hablaban en la sala de estar. Raven hacía la tarea que tenía pendiente desde el viernes, no era mucha, así que entre ecuación y ecuación se daba el tiempo para adivinar los temas de los que hablaban la castaña y el pelinegro. ¿De qué estarían hablando?

¿De comida?

¿Música?

¿Historias de terror?

¿Marcas de ropa?

«¡Oh!», Raven enrojeció mientras retomaba su religión politeísta y le suplicaba a cuanto Dios conocía que Sora no le estuviera mostrando a Kura el álbum de fotografías familiares. En la mayoría de las fotografías, la imagen de Raven no se veía en peligro, eran demasiado comunes y banales, de hecho, todas eran comunes, pero sólo una no era banal porque bastaba únicamente esa fotografía para humillar a Raven de por vida ante el pelinegro.

Sora, ¡oh, preciosa mujer de ojos color miel!, desde que ella y Kura se conocieron y entablaron una relación de complicidad en la que su único fin era joderle la vida a Raven; la chica se volvió una cruz bastante, mucho, muy pesada que su hermano tendría que cargar durante el resto de su vida.

La puerta de la habitación se abrió y Kura divisó a Raven sentado en su escritorio mientras retomaba su postura de estudio y fingía no haberse distraído en ningún momento. Kura sonrió y se acercó a la espalda del castaño para echar un vistazo a lo que hacía desde hace poco más de una hora. Raven ya había terminado su tarea de inglés y de biología, sólo le faltaban las ecuaciones de segundo grado para estar libre el resto del día. Para Kura, las ecuaciones de segundo grado eran pan comido. El pelinegro era bueno para las matemáticas, no el mejor del instituto, pero al menos su entendimiento era lo suficiente para mantener un nueve en la materia. Con eso bastaba, pues reconocía que no se esforzaba mucho en la materia y que sus habilidades iban más encaminadas a la comunicación, el inglés, la química, y la biología.

—   Este 2 está multiplicando — dijo Kura mientras le quitaba con delicadeza el lápiz a Raven de la mano —, al pasar del otro lado tendrá que dividir al 8 y así tendremos a la X despejada.

Raven miró al pelinegro quien le sonrió afablemente y lo sujetó de la mano para entregarle el lápiz. Bruscamente, Raven alejó su mano de Kura.

—   ¿Estás bien? — preguntó Kura, desconcertado.

—   Sí — Raven evitó mirarlo a la cara y prefirió tomar otro lápiz del botecito que tenía frente a él. 

Kura sintió una aguda punzada en el pecho. Horas antes, en el jardín, las cosas entre ellos estaban de maravilla, algo tímidas con un poco de vergüenza, pero... es decir; no estaban mal, entonces... ¿por qué el rechazo de Raven?

¿Kura lo lastimó en algún momento?

La verdad detrás de la reacción de Raven fueron los nerviosos y la ansiedad. Raven aun sentía cosquillas en las uñas de las manos y mariposas en el estómago cuando recordaba el cuerpo de Kura sobre el suyo, así como también recordaba el aroma mezclado de ambos con la tibieza del vapor que desprendía la tierra a causa del ciclo del agua.

Cuando Kura se alejó de él y se sentó en la cama, Raven se arrepintió de su reacción. El castaño quería sentir las manos de Kura sobre su piel, sus caricias, su calor, simplemente quería tocarlo.

AME (Lluvia)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora