Capítulo 8

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Ya era bastante tarde, o eso suponía la ojiverde por la densa obscuridad que la rodeaba y la falta de personas y autos que normalmente transitaban el lugar en donde ella vivía.

No era común que la gente estuviese afuera después de las 10:30 pm. Por lo cuál sabía que, efectivamente, era tarde. Aunque nada de qué preocuparse, es decir, había llegado a más altas horas de la noche en ocasiones anteriores. No creía que le dijesen algo esta vez.

Cuando llegó a su casa buscó la llave ya que la puerta estaba cerrada y mientras hacía esto, pudo escuchar a sus padres tener una discusión. Otra vez.

—Clara, cálmate, por favor. Ella puede llegar en cualquier momento y no es conveniente que nos vea así de alterados.— Escuchó la voz de su padre al otro lado de la puerta. Parecía que la discusión provenía de la sala.

—No, Mike. Estoy harta de que siempre haga lo que se le pegue la gana.— Respondió una Clara alterada. —No sé cómo sigues manteniéndola en este mismo techo, ella no es normal, se ha desviado, sólo mírala. Nunca nos ha hecho sentir orgullosos. Nunca ha podido hacer bien las cosas. Se alejó de Dios, de ti y de mí. Ella no piensa en lo que hace.— Tomó un leve suspiro. —Ella no es como Chris o como Taylor.— Dijo cerrando sus ojos.

Lauren no lo podía creer, su madre. Su propia madre estaba haciendo comentarios tan repulsivos sobre ella, sobre su propia hija.

—Clara, no vuelvas a decir eso. Lauren es nuestra hija y por supuesto que es motivo de orgullo. Ella se esmera día con día en la escuela. Nos trae buenas calificaciones.— Habló Mike con voz neutra, en el fondo se percibía que estaba manteniendo la calma. —No nos ha decepecionado en nada, tuvo la confianza de decirnos el como se sentía y como era ella. Eso fue muy valiente de su parte. Es buena deportista, no se mete porquerías al cuerpo como lo hacen algunos chicos de su edad. Ella es un orgullo para esta familia, Clara, ¿qué no lo puedes ver?— Le dijo con cierta frustración.

—No me importa que no se drogue, sólo eso falta. Lo del deporte, el que le comprases esa estúpida patineta sólo la hizo una vaga y que se junte con ese montón de chicos vagos con los que anda. Las calificaciones le conviene, sabe que es una buena para nada y que sólo así podrá servir para algo, no es tonta.— Le dijo a su marido mientras miraba a un punto incierto en la pared.

Lauren al otro lado de la puerta aún escuchaba la conversación. No era de esas personas que se iba o se metía en lo que hablaban de ella a sus espaldas. Ella escuchaba hasta el final para saber qué era lo que pensaban acerca de ella, y, aunque le importara un mierda, quería saberlo. Más aún si se trataba de su madre y su padre.

—Clara, basta. Deja de decir estupideces así sobre tu hija.— Reclamaba Mike elevando la voz.

—¡No me voy a calmar! Es la verdad, ¿o qué? ¿sólo esperas que Lauren termine haciendo eso para que te des cuenta de que para allá va?

—¡Clara, cállate de una buena vez!— Decía frustrado.

—¡No! ¡No lo haré!— Gritó. —¡Ojalá el hijo que perdimos hubiera vivido en lugar de ella!— Y fue lo último que dijo la mujer para que Lauren se quebrara.

Salió corriendo de ahí, no quiso escuchar más, fue demasiado. Corrió hacia donde sus piernas la llevaron, iba sin un rumbo específico.

Tras minutos corriendo, sus piernas no dieron más y se tiró al suelo a llorar, necesitaba desahogarse, necesitaba no sentirse como la mierda que su madre había dicho que era. No quería sentirse así, lo odiaba.

Podía sentir como sus lágrimas quemaban sus húmedas mejillas y las intentaba retirar con el dorso de sus manos pero era inútil. Los pensamientos de todo lo que su madre había dicho acerca de ella rondaban en su mente como un frívolo tormento.

«Eres patética, nunca llegarás a nada.» «Eres una estúpida lesbiana, sólo eso eres.» «Tu madre y Luis tienen razón, no eres normal.» «Eres un puto problema para la sociedad.» «Deberías dejar que Luis te mate a golpes, así podrías hacerlo feliz a él y a tu madre.»

Miles de ideas similares rondeaban por la mente de la castaña. La hacían menospreciarse, la hacían ver como un estorbo en este mundo. Le hacían sentir que era una basura la cual debería ser eliminada y nunca debió existir.

Lauren siguió y siguió llorando, luchaba por alejar esos pensamientos lejos de ella pero no lo lograba por completo, estaba demasiado alterada y eso no ayudaba en nada.

Después de insensatez minutos de lágrimas y sufrimiento, la ojiverde dejó de llorar y de sollozar. Comenzó a disminuir la agitación en su cuerpo y también sus jadeos. Poco tiempo necesitó para que pudiese respirar con normalidad nuevamente.

Levantó su vista al cielo y logró ver a la luna, completamente redonda y brillante en medio de la obscura noche que le acompañaba. Sonrió mientras veía como ésta era adornada por las estrellas esparcidas a su al rededor.

Era una vista panorámica que sólo ella estaba contemplando esa noche, nadie más.

Se comenzó a incorporar hasta estar de pie y pronto sintió la brisa de aire fresco golpear su rostro. Estaba cerca del lago, y eso sólo significaba una cosa.

Camino unas cuantas cuadras más y se adentró en el bosque. Rodeó toda la cuadra y por fin encontró la barda blanca que estaba buscando.

Subió por el árbol más cercano a esta y luego se paseó entre las ramas hasta poder estar de pie en la barda.

Caminó por toda la extensión de esta hasta que logró llegar al pequeño espacio que había del techo de la casa en el primer piso. Rodeó todo y tuvo sumo cuidado cuando pasó cerca de la casa de Pirata, un gran Pitbull blanco con manchas negras y una grande en su ojo derecho lo que hacía racional su nombre.

Siguió caminando por al rededor hasta que finalmente llegó al cuarto que estaba buscando. Miró hacia dentro para poder visualizar a un chico no muy alto, cabello castaño rizado y piel blanca.

El chico se encontraba puesto con un pijama de cuadros verdes y una playera azul, la cual se veía muy cómoda. Traía puestos unos pequeños lentes de lectura y se hallaba recostado contra la cabezera de la cama leyendo cómodamente un libro el cual no alcanzaba a ver bien de qué trataba pues la poca luz que daba la lampara de noche del chico no ayudaba.

Tocó unas cuantas veces la ventana para llamar su atención y este levantó la vista y sonrió antes de caminar hacia la ventana para abrirla.

¿Por qué no se había asustado de ver a una chica tocando la ventana de su habitación a altas horas de la noche? Fácil, no era la primera vez que lo hacía.

Pero no había sido muy bonita la primera vez que lo había hecho, pues había acabado de salir de la ducha cuando eso sucedió. Fue tanta la impresión que soltó la toalla que rodeaba su cuerpo y esta calló al suelo, mostrando el atributo del chico frente a una Lauren que no hacía nada más que reír.

Abrió la ventana y dejo pasar a Lauren quien inmediatamente enredó sus brazos al rededor de la espalda del chico en un abrazo mientras comenzaba a dar pequeños sollozos nuevamente.

—¿Qué pasa, Lauren?— Preguntó el chico mientras la envolvía en un cálido abrazo.

—Necesito hablar con alguien, necesito hablar contigo, Brad.— Le dijo entre sollozos.

—Esta bien. Vamos.— Brad cerró la ventana y puso seguro a su habitación antes de encaminarse a la cama.

Lauren se quitó los zapatos y se sentó crzada de piernas en un extremo de la cama frente a Brad que adoptó por sentarse de la misma manera que la ojiverde.

—¿Qué sucedió, Lauren?— Preguntó el chico.

—Me voy de la casa.—

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|| Enamorando A Mi Maestra || ~ [Camren]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora