Tras bambalinas de Circus.

22

Pasaron varios días más hasta que faltaba únicamente una semana para la libertad de Yukio, pero también para despedirse de Adam para siempre.
Aún no recibía noticias de cómo serían los acontecimientos, y lo agradecía un poco, pues lo recientemente sucedía, parecía algo del pasado.
Ella veía a Adam a diario por su paranoia de no verle más, y disfrutaba pasarse las horas con su chico en el salón dónde éste le hacía deleitarse con piezas de violín y de piano; se le notaba muy en paz cuando recitaba las melodías, y Yukio estaba más que encantada de poder ver el arte musical frente a sus ojos.

Ambos dormían juntos todo el tiempo, sin ir más allá de un simple beso en los labios y un abrazo...
Sin embargo, sus vidas no eran nada parecido a un cuento de hadas, por lo que lastimosamente llegó el día en el que Uro finalmente se comunicó con Yukio.
El viernes de aquel mes tenía que llevarse a cabo el asesinato del querido novio de la euroasiática.

El plan constaba en que lo llevaría a caminar por rumbos bastante viejos, lo debía llevar a uno de los edificio abandonados diciéndole que sería algo entretenido y al llegar a uno de los pisos altos, le apuntaría con un arma para obligarlo a firmar los papeles que le otorgarían la propiedad de los laboratorios al señor Palnedo, y después le daría el tiro de gracia.
Era un plan que le daba escalofríos a la chica, y hacía que le diera un vuelco en el estómago, ¿quién encontraría el cuerpo de Adam siendo que estaría en un edificio abandonado? Las alimañas del lugar devorarían su carne hasta que quedara irreconocible... Aunque ésa no era la pregunta que más le preocupa a Yukio, sino que temía no poder hacerlo, y por ello le matarían a Ren, a Adam y a ella.

Pasaron los días volando, hasta llegar al jueves en el que ambos enamorados se vieron por un periodo muy breve de tiempo; en casa de Adam, éste terminaba un vestido en el cual había trabajado el chico en todo el mes pasado; era un vestido hasta el tobillo color negro con escote cuadrado sin mangas, en la parte del abdomen había una transparencia cubierta de encaje, un listón satinado del mismo color del vestido adornaba su cintura, la falda era tipo A y en la parte inferior de ésta había otros detalles de encaje en forma de pétalos que terminaban en pico.
El joven al acabar cada detalle de la prenda, llamó a Yukio para poder obsequiárselo...

Yukio llegó a la mansión del chico con un ramo gigante de claveles bicolor, que entregó a Adam al entrar a la casa y darle un beso rápido en los labios.
Él agradeció el gesto y los recibió contento, colocándolos en un florero, para más tarde tomar la mano de la joven y llevarla hasta su estudio.
—Bueno, he finalizado mi obra...—dijo Adam, enseñando el Maniquí que tenía puesto el vestido; Yukio quedó boquiabierta y observó cada detalle con asombro— ¿Te gusta? Es un poco sencillo pero creo que es lindo...

—Me gusta, Adam, es increíble...todo lo que tocan tus manos se convierte en arte. —sonrió ella de manera forzada ante los evidentes hechos que acontecerían al día siguiente; sostuvo el rostro del hombre y acarició sus mejillas con su pulgar— Es bellísimo.

—Quiero que lo tengas, Yukio...—susurró el azabache, y besó los labios de la chica de manera delicada— Y sé que no amas detalles como estos, pero me encanta confeccionarte prendas, si llegáramos a casarnos un día tendría que contenerme para no hacerte el vestido más increíble que jamás haya existido, ya sabes...se supone que el novio no debe ver el vestido de la novia ni a la novia antes de la celebración, trae mala suerte dicen por ahí.

Yukio quedó de piedra unos segundos, ¿de verdad Adam había pensado en casarse con ella con tan sólo un año de relación? Aunque tal vez sólo era una suposición, no significaba que fuera a ser pronto...
Sin embargo, eso no sería posible siendo que él moriría al día siguiente; Yukio entonces sintió un nudo en la garganta, se abrazó del cuello de Adam, ocultando su pequeño rostro en el cuello del joven, intentando no llorar por la tristeza que le provocaba pensar en que ya no estaría con él nunca más, que jamás volvería a hacerle ningún vestido, después del día siguiente no podría escuchar su voz, ni su dulce labia que hacía tan feliz a la chica...