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Yukio caminó detrás de Hirato hasta su despacho, quién dejó que pasara primero y vio que Hanon y Yogi estaban sentados ahí.
Ninguno de los dos se miraba, pero sí habían comentado de todo lo que sabían antes de que ellos arribaran.
Yukio se sentó en medio de los dos, les echó una ojeada y vio el escritorio después.
Hirato se sentó frente a los tres, se retiró el sombrero de copa alta, lo puso a un lado y se acomodó el flequillo.

—¿De verdad vamos a hablar ahora? —interrogó la euroasiática, poniendo los ojos en blanco y dejándose caer sobre el respaldo de su asiento— Es tarde y hemos pasado por demasiado en un lapso de tiempo reducido...

—¿Y por qué no? —contestó Hirato, respirando lentamente expresando su molestia— Peterson padre e hijo muertos y curiosamente estuviste en el lugar de los hechos.

—¿Insinúa que asesiné a mi novio? —respondió Yukio frunciendo el ceño y poniéndose de pie— ¡Uro le disparó a mi pierna y después a él por los putos laboratorios de su puto padre! ¡Por los putos laboratorios!

Yukio sintió cómo el nudo en la garganta se le volvía a formar, pero tomó aire y se dejó caer sobre el sofá.

—En efecto, no pienso que hayas sido tú quien le provocó la hemorragia, pero estoy seguro que eso ibas a hacer en primer lugar. —dijo el mayor, manteniendo la compostura incluso si sintiese cómo si pudiera empezar a gritar en cualquier momento— Dejaré que te expliques primero, adelante.

—...—ella guardó silencio, lo pensó unos momentos y finalmente habló— Me ha estado extorsionando un miembro de Kafka, ya dije que su nombre era Uro...

Yukio contó de manera detallada cada cosa que había sido obligada a hacer, todo en relación con Ren, las condiciones en las que lo tenían, el miedo que tuvo en perderlo...
La muerte de Jean Frank Peterson, las razones; sin embargo, no tenía mucha información de la organización enemiga de Circus, pues sólo hacía el trabajo sucio.

Hirato apretaba la mandíbula, mientras escuchaba más de todo lo que decía la joven; Hanon lo veía de manera repetida, pero éste no le devolvía las miradas; Yogi quién prestaba atención a toda puntualización que hacía su amiga, miraba al suelo pues escucharlo nuevamente le hacía pensar en cómo no hizo nada por ayudarla al saberlo, por guardar su secreto como ella había solicitado.

—¡¿Por qué nunca me lo dijiste!? —exclamó Hirato de pie, dando un pequeño golpe al escritorio— ¡¿Por qué nunca me lo dijeron si lo sabían!? ¡¿Creyeron que hacían bien al guardar el secreto!? ¡Lo puedo creer de Yogi, porque está ciego de amor pero...! ¡¿Hanon!? ¡Creí que eras más sensata!

—Y-Yo...—articuló la albina, desviando la mirada y apretándose los labios— ...

—¡Ni siquiera es lo peor! ¡Varios asesinatos que estábamos investigando relacionados con Kafka, te tienen como autora material! —exclamó él dirigiéndose a Yukio y sobándose las sienes con el índice y el pulgar— ¡Te he dado todo! ¡Abogué por ti, para que se te brindara educación, para que te dieran un apoyo financiero! ¡¿Sabes cómo se lo tomaran quiénes están por encima de mí!? ¡MIERDA!¡NO PUEDE SER! ¡Lo menos terrible sería que te den una condena no tan larga!

La peli-azul se mordió el labio; nunca había ido a prisión y el hecho de que fuera una posibilidad le aterraba, seguramente no le iría bien allí, incluso si podía protegerse de manera relativa, habrían mujeres con más fuerza y de mayor tamaño que ella, que probablemente le harían la vida imposible, así como los guardias cuyos principios morales eran cuestionables.

—¿N-No hay nada que podamos hacer por ella? —preguntó el rubio, poniendo cara de cachorro y tomando la mano de la joven; Hirato vio como éste entrelazaba sus dedos e inhaló molesto— ¿D-De verdad tenía opción? Si Kafka se enteraba de que nos había dicho, le habrían matado antes de que interviniéramos...

Tras bambalinas de Circus.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora